-¿Cuál es su nivel de fatiga pandémica tras dos años?

-¿Ahora? Creo que he tenido y hemos tenido momentos peores. Nos hemos ido adaptando a situaciones que hace dos años pensábamos que eran difíciles de encajar. Esto es como todo: o te adaptas o te quedas por el camino.

-Dígame tres palabras que resuman estos dos años.

-¿Tres? Es complicado. Una sería resistencia, resiliencia o capacidad de adaptación. Otra probablemente sea aprendizaje, porque a este proceso si algo le ha caracterizado es el razonamiento permanente sobre lo que no sabemos y lo que teníamos que aprender. Y la tercera sería emotividad. La carga emocional ha sido muy alta.

"A todos se nos ha pasado por la cabeza tirar la toalla. Emocionalmente ha sido muy duro"

-Usted es el único cargo visible del Departamento de Sanidad que ha estado desde el principio…

-Bueno sí, pero ha habido un núcleo de gente, quizás no tan visible, que ha sido un equipo muy estable y eso ha sido una de las bondades del proceso. Eso se ha visto poco. En este despacho, desde el 22 de febrero de 2020 nos empezamos a confinar a diario un grupo de ocho personas, más todo el mundo del servicio, que nos hemos mantenido durante toda la pandemia. El trabajo en equipo ha sido tremendo, con mucha complicidad en la toma de decisiones.

"En la séptima ola el sistema sanitario llegaba ya muy agotado, muy reventado, con las costuras muy tensas y rotas en algunos elementos"

-¿Cómo ve a sus compañeros?

-Ahora no tiene nada que ver a cómo estábamos entonces. Hemos pasado por etapas muy duras y situaciones intensas, como el resto de la sociedad, de las que hemos salido muy tocados. Eso ha tenido su deriva. La última onda, que todos teníamos ya en mente que no iba llegar porque hablábamos desde hacía meses de ver ya la luz, hizo que el túnel se hiciera muy largo. Probablemente, desde el punto de vista de gestión ha sido de las situaciones más difíciles porque lo de poner y levantar restricciones nos dimos cuenta de que no servía. Ha habido muchísimos casos esto meses, el sistema sanitario estaba ya muy agotado, muy reventado, con las costuras muy tensas y rotas en algunos elementos y de repente llega una última explosión de contagios. Quizás cometimos el error de pensar que la pandemia podría tener una muerte dulce y eso no ha sido real. Ha sido difícil de principio a fin.

"Siempre he dicho que me considero un privilegiado porque lo que te da privilegio en la vida es tener apoyo y yo no he carecido de ello ni en lo personal ni en lo profesional"

-¿Qué momento personal y profesional ha sido el más duro?

-(Se emociona). El primer periodo, sin duda. Marzo y abril fueron… Es inevitable no emocionarme cuando lo recuerdo. Creo que cualquiera que vivimos aquello, en muchos ámbitos, fue especialmente duro. La mortalidad y la letalidad eran muy altas y de repente fuimos conscientes de que no éramos capaces de controlar la situación como administración sanitaria, como gobierno y como servicio públicos. Entre marzo y mayo tuvimos unos 6.000 diagnósticos en Aragón, que es lo que hemos tenido estas Navidades en un solo día. Ahora quizás perdemos la referencia, pero es así. Es verdad que en la primera ola supimos después, por las encuestas, que se diagnosticaron solo un 10% de los casos, por tanto hubo 60.000 infectados entonces como dato real. La vivencia de la mortalidad en aquel momento, esa incapacidad para poder cortar la transmisión fue lo más impactacte emocionalmente.

Falo, durante la entrevista con este diario el pasado jueves. JOSE MIGUEL CALVO

-¿Cómo ha llevado su familia su exposición mediática?

-Me apoyaron siempre. Aquellas ruedas de prensa de los primeros días no eran fáciles para nadie. Teníamos que dar explicaciones de por qué había un caso, qué pasaba en las residencias y notificar 60 o 70 fallecidos diarios. No fue fácil. Siempre he dicho que me considero un privilegiado porque lo que te da privilegio en la vida es tener apoyo y yo no he carecido de ello ni en lo personal ni en lo profesional.

-¿Pensó en tirar la toalla?

-Claro, es inevitable y me parece sensato. Pensar que puedes con todo es algo atrevido. Desde que comenzó la pandemia quedamos muy pocos Directores Generales. Más de la mitad se han ido por voluntad propia y no porque les hayan echado. A todos se nos ha pasado por la cabeza dejarlo y me parece muy humano.

"Tenemos enormes dificultades para tener profesionales desde hace años porque cada vez es más complicado encontrar médicos para plazas de Salud Pública. Me preocupa mucho su futuro"

-Nunca antes se había hablado tanto de Salud Pública. ¿Cree que sale reforzada o debilitada?

-Es cierto. Creo que nunca se ha hablado tanto como ahora, pero me preocupa el futuro de la Salud Pública. Ahora estamos en el debate necesario sobre qué sistema de salud queremos, pero ¡qué pocas veces se habla sobre el devenir de la Salud Pública! Si no hacemos algo contundente, si no la incorporamos al debate y la integramos, tiene los días contados en un escenario a corto o medio plazo.

-¿Por qué?

-Tenemos enormes dificultades para tener profesionales desde hace años porque cada vez es más complicado encontrar médicos para plazas de Salud Pública. No solo en Aragón, en todo el país. De no adoptar medidas, nos enfrentamos a un escenario de aquí a 4 o 5 años donde habrá una estructura, pero no como la de ahora. Es una reflexión interna que todas las comunidades debemos hacer. Espero que mi generación no viva otra pandemia, pero habrá alertas alimentarias, ambientales y muchos retos que enfrentar. Para eso hace falta gente preparada.

-Aún así, parece que ese debate tendrá que esperar porque ahora todo está centrado en Atención Primaria...

-Sí claro y es legítimo. Es verdad que la Atención Primaria requiere ese esfuerzo de pensamiento, pero creo que también lo requerimos otros ámbitos. Nuestra tragedia es que se habla de nosotros con las crisis, pero cuando todo va bien no pasa nada. Probablemente no pasa nada porque hay un trabajo bien hecho, pero no se resalta ni te hace visible. Te pongo un ejemplo muy claro. De la segunda ola que tuvimos en Aragón, la del verano de 2020 con los temporeros, se habló mucho y nos dejó un aprendizaje. Al año siguiente, cuando ya teníamos capacidad de vacunar y de preparar una estrategia concreta con los agricultores y con los empresarios no pasó nada. No ocurrió nada desde el punto de vista epidemiológico, pero tampoco desde el punto de vista mediático.

"Los datos de vacunación son muy buenos. Si nos hubieran dicho hace un año que llegaríamos a más del 90% de la población, lo habríamos firmado todos. Ahora ya no aspiramos a subir más el porcentaje"

-Como epidemiólogo, ¿ha entendido los argumentos de los jueces durante la pandemia?

-Creo que hay que asumir que tenemos culturas, lenguas y referencias diferentes. Entiendo la crítica, porque creo que es necesaria en todos los espacios. Tener discrepancias entra dentro de los democrático y razonable. Hemos tenido dificultades con los jueces, pero, más allá de posicionamientos personales, hemos tenido que adoptar decisiones a la situación que teníamos. ¿Que no han sido compartidas? Es verdad. Y lo hemos manifestado públicamente.

-¿Está satisfecho con los datos de vacunación?

-Han sido muy buenos. Si nos hubieran dicho hace un año que llegaríamos a más del 90% de la población, lo habríamos firmado todos. La memoria es frágil y en los primeros meses hablábamos del 70%. Aquello parecía ya la inmunidad de grupo y luego nos dimos cuenta de que no era real.

-¿Aspiran a subir más el porcentaje?

Ahora ya no. Nos parece muy complicado porque las capacidades del sistema ya son muy limitadas. Tendría que haber algún elemento externos al sistema, como fue el pasaporte covid, para incentivar ese dato. En algún grupo algo mejoraremos porque, en la última ola, mucha agente que no había terminado su pauta retraso su cita al contagiarse. 

«La espina que tengo clavada es el 9% de sanitarios que no se han vacunado. Todavía me cuesta entenderlo"

-Usted siempre ha criticado que los sanitarios no se vacunaban contra la gripe. ¿Cree que su forma de ver la inmunización en general ha cambiado con el covid?

-No es comparable. Probablemente lo que hemos visto que ha pasado con el covid no lo habíamos visto antes, pero dejaremos de verlo luego. De hecho, en gripe este año hemos vuelto a bajar las coberturas. No hemos llegado a esas cifras cabreantes que había antes del covid, pero sí bajado.

-¿A qué cree que se debe?

-Los adultos tenemos poca tendencia a vacunarnos. Es un problema de nuestra cultura, que tradicionalmente se ha basado en vacunar a los niños y parece que los adultos estamos ya amortizados para la prevención. Es algo que se empezó a cambiar porque se han ido poniendo vacunas a partir de los 65 años, una edad a la que todavía se tienen 20 años de esperanza de vida.

Las ventanas del despacho de Falo están repletas de hojas de calendario donde, mes a mes, se recogen los hitos o cambios producidos en Aragón. JOSE MIGUEL CALVO

-Pero hablamos de sanitarios...

-Es verdad que entre los sanitarios las mentalidades preventivas se hacen más llamativas precisamente por serlo. Más del 90% de los sanitarios se ha vacunado contra el covid, pero reconozco que veo ese 9% que no lo ha hecho y me escuece. Me cuesta asimilarlo y entenderlo y es una espinita que tengo clavada. Es verdad que la situación no ha sido homogénea, porque en Atención Primaria ha habido más adhesión a la vacuna, pero en el ámbito hospitalario sigue costando.

-Durante este tiempo, ¿ha tenido muchas conversaciones con personas antivacunas?

-Muchas no, pero sí algunas. He tenido debates de muchos tipos porque hay gente que no entiende las decisiones. Hay quien no quiere vacunarse, quien no comprende las limitaciones sociales o quien piensa que hay libertades individuales por encima de las colectivas. Hay muchas maneras de entender la vida. Normalmente quienes trabajamos en Salud Públicas siempre tenemos ese concepto de que los beneficios colectivos supera a veces el prejuicio o el compromiso individual. Hay gente que no lo entiende así.

"He tenido alguna conversación con personas antivacunas. Hay quien piensa que hay libertades individuales por encima de las colectivas. En Salud Pública no lo concebimos así"

-¿Es partidario de quitar ya las mascarillas en el interior?

Creo que no tardaremos mucho. Ahora entramos en un proceso de revisión del sistema de vigilancia, de las medidas… Esto no significa que la pandemia acabe, porque sigue circulando el virus y no dejará de hacerlo por modificar la vigilancia, pero lo que vamos a hacer es un abordaje diferente. El espíritu es promover medidas de escalada y de desescalada de forma paulatina. Lo más cercano son las cuarentenas y luego vendrán las mascarillas. Será uno de los pasos, pero no el próximo, aunque quedará muy poco.

-Precisamente Zaragoza ha sido elegida para ser sede, esta semana, de un encuentro entre el Ministerio de Sanidad y las comunidad para abordar la nueva estrategia de vigilancia ¿Espera ahí decisiones sobre las mascarilla?

-Seguramente será un elemento que se empiece a debatir en Zaragoza, pero no parece que sea la próxima decisión ni el momento de llegar a un acuerdo a ese respecto.

"Podría ser que lleguemos a Semana Santa sin la obligatoriedad de la mascarilla en interiores. Probablemente esta próxima semana en Zaragoza será un tema a tratar, pero no creo que sea la decisión inmediata"

-Se lo pregunto de otra manera. ¿En Semana Santa llevaremos mascarilla en interiores?

-(se ríe). Podría ser que lleguemos a Semana Santa sin ella.

-El número de muertos de la séptima ola en Aragón ha superado los cien fallecidos semanales durante un mes. ¿No es un dato muy alto para tener tan avanzada la vacunación?

-Bueno, hay que ponerlo en contexto y hay que tener en cuenta que hemos tenidos más casos de la enfermedad que nunca. En esta ola hemos tenido más del 60% de todos los contagios de toda la pandemia. Si no hubiera vacunación, habríamos tenido cinco o diez veces más. Ha habido tantos muertos porque nunca antes una enfermedad había transmitidos tanto como el covid en esta Navidad. Lo que hay que mirar es la letalidad, que es cuánta gente de la que enferma acaba muriendo. En los primeros momentos de la pandemia, había semanas con un tasa de letalidad del 15% o el 20% y en esta ola ha sido de un 0,3%. No es comparable. Claro que ha habido cuantitativamente muchos fallecidos, pero es que la transmisión de la enfermedad ha sido como nunca se había conocido. La mortalidad se ha acumulado en edades avanzadas donde, dada su salud, no necesariamente se debe estar grave para un desenlace fatal.