La escasez de determinados productos de alimentación como consecuencia de la guerra en Ucrania y de la huelga de transportistas ha llevado a numerosos aragoneses a acaparar determinados alimentos y a hacer cola en las estaciones de servicio de bajo coste para repostar combustible más barato que el que está a la venta en el resto de gasolineras.

 Elena Espeitx, profesora de Psicología Social en la Universidad de Zaragoza y especialista en nutrición, ha estudiado este fenómeno que ya se vivió, bajo otra forma, al comienzo del confinamiento del coronavirus, cuando se adquirieron cantidades ingentes de latas de conservas de forma preventiva ante el temor a un prolongado encierro en los hogares.

«El acaparamiento es el resultado de conductas individuales agregadas que pueden tener efectos perversos, y de hecho los tiene, si bien a nivel individual no es una conducta tan irracional», explica la experta. Se trata, subraya, de una actitud que se ve amplificada por el «contagio social».

Sensación de control

Estas reacciones, continúa, se producen «en un contexto de mucha incertidumbre en el que las personas sentimos que no podemos controlar lo que nos sucede». En este caso, subraya, el acaparamiento «proporciona una cierta seguridad, una cierta sensación de que podemos ejercer cierto control sobre una parte de nuestra vida».

Espeitx sostiene que el fenómeno hay que observarlo teniendo en cuenta que se está produciendo «después de una pandemia muy larga que ha generado mucha ansiedad y mucha sensación de inseguridad».

«El acaparamiento es el resultado de conductas individuales agregadas que pueden tener efectos perversos, y de hecho los tiene, si bien a nivel individual no es una conducta tan irracional»

En estas circunstancias, mantiene, «no resulta tan descabellado que las personas intenten agarrarse a algo que les parece que les proporciona una cierta percepción de seguridad».

En esta tesitura, mantiene la profesora universitaria, el ambiente social amplifica «muchísimo» la sensación de incertidumbre, tanto a través de la información que dan los medios de comunicación como la que llega por las redes sociales. Aparte, argumenta, se da lo que denomina «un contagio social» que hace que, por mera imitación, muchos consumidores compren más al ver estanterías vacías en los supermercados, aunque no fueran con esa idea.

Por unas latas de más

«Hay un contagio emocional de la ansiedad que hay en el ambiente y que te influye aunque tú no estés pensando en eso», explica Espeitx. Y es esa característica la que hace que el acaparamiento resulte difícil de controlar, por más que los responsables políticos hagan llamamientos a la población para que mantenga la calma.

Y en lo que se refiere al agolpamiento de vehículos en determinadas gasolineras, las de precios menos elevados, responde a una misma lógica, «si bien en el caso de la comida lo que se busca es cubrir una necesidad básica».

Claro que, reflexiona Espeitx, «desplazarse hoy en día también es una necesidad básica» que se inscribe en el problema que representa el encarecimiento general de la energía, de productos como el gas y la electricidad. Y también en la necesidad del ciudadano de ahorrar «por alguna parte».

Reducir la incertidumbre

En el fondo, considera la experta, adquirir unas latas de más «no resuelve nada», como tampoco lo hacen unos litros suplementarios de gasolina con los que se llena a tope el depósito del coche particular, con la intención de que recorra distancias más largas sin necesidad de repostar.

Pero, por otro lado, el consumidor se da cuenta de que acaparar es algo que puede hacer para reducir la incertidumbre y tener una sensación de control del entorno en medio de una situación que escapa a nuestras capacidades, opina la profesora.

Otro aspecto del acaparamiento son sus consecuencias, dado que su aparente irracionalidad puede dar lugar a efectos negativos. Con todo, en el análisis del fenómeno se tiene presente que el resultado no procede de una conducta concreta sino de la suma de muchas conductas individuales.