El Periódico de Aragón

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La prudencia se impone entre los zaragozanos a la hora de quitarse la mascarilla en interiores

Una gran mayoría cree que la medida llega «demasiado pronto» y seguirán llevando tapabocas en interiores / «Ya era hora, somos los últimos», dicen otros

Ayer, en la Gran Vía. 8 Pese a no ser obligatoria, muchos zaragozanos siguen llevando tapabocas en exteriores. | JAIME GALINDO

La decisión no ha tenido que ser nada fácil porque si se hubiera hecho un referéndum, no hubiera habido mayoría absoluta, eso seguro. Pese a que la fatiga pandémica afecta sobremanera a los aragoneses; y que hay deseos de verse la cara y la sonrisa, la prudencia vence a las ganas. La mascarilla es obligatoria en interiores desde mayo de 2020 (hace casi dos años) y lo será hasta el 20 de abril y en exteriores dejó de serlo en febrero pero aún así, muchos zaragozanos siguen portándola pese a estar al aire libre y sin aglomeraciones.

«Yo seguiré llevándola», cuenta un zaragozano que luce una FPP2 blanca mientras pasea por Paseo de la Independencia. ¿El motivo? «Prudencia, no temor, pero sí prudencia», asegura, para apostillar después que a los políticos no pero le hace caso a Sanidad y, de momento, «creo que es pronto para quitarlas en interiores», asegura. 

Mercedes también lo tiene claro. «Yo no me la voy a quitar», asegura la zaragozana. De hecho, por la calle está ahora «empezando a no llevarla algún rato», pero sí la mayoría del tiempo; y también cuando entra a tomar café a una cafetería. Cumple las reglas a rajatabla: Bebe y se la pone. Pese a su contundencia, asegura que a su hijo de nueve años «no voy a decirle que no se la quite» ya que espera que «en el colegio puedan no llevarla porque eso significará que van volviendo a la normalidad».

Al aire libre 8 Un grupo de jóvenes, sin mascarilla, en la puerta de la Facultad. | JAIME GALINDO

Sonia también es de la misma opinión con respecto a los pequeños, pero considera que «tenemos tantas ganas de ir sin mascarilla que no nos lo vamos a creer» y, por tanto, los primeros días «nos costará quitárnosla en interiores porque llevamos demasiado tiempo y ya la tenemos totalmente integrada en nuestro día a día».

Los tapabocas han evitado muchos catarros y gripes en años anteriores. «Yo estoy acatarrada», dice Ana Lucía con una voz totalmente congestionada y poniéndose la mascarilla para hablar. «Si voy sola por la calle no me la pongo, pero en interiores todavía no me siento segura», así que de momento no se lo plantea, «sobre todo con el catarro».

Al aire libre son todavía muchos los que todavía la lucen. A Luis, que no se lleve en interiores no le parece mal, aunque «quizá es un poco pronto» puesto que «no sabemos cuantos casos hay y se da mucha menos información de contagios», aunque reconoce que los que hay «parece que no son tan graves». Él no ha decidido todavía si se la quitará o no. Irá viendo las excepciones y entonces elegirá porque «casi veo más cómodo llevarla que ponerla y quitarla» constantemente porque «entonces me parece que no sirve para nada».

El transporte público será uno de los lugares en los que continuará siendo obligatoria. «Muchos ya la llevan mal», asegura un conductor de un autobús urbano, porque ni siquiera se tapan la nariz. Pasa «con los chavales y con algunos mayores, pero cuando se lo dices, la ponen bien». Ya sucedió cuando dejó de ser obligatoria al aire libre que «había que recordarlo más veces» y «ahora será más a menudo», reconoce.

La medida también tiene muchos adeptos que están deseando lucir sonrisa también en bares y cafeterías y que afirman que incluso «vamos tarde porque somos casi el último país» en tomar la decisión. «El día que se pueda ir sin ella ni en la calle ni en interiores, no la llevaremos ni nosotros ni nuestros hijos», dice Silvia; que es consciente de «todo lo que se han perdido en este tiempo los niños y que no lo van ya a recuperar».

José y Laura desean ya olvidarse de coger cuatro tapabocas diarios para ellos y sus pequeños. Por la calle ya no la llevan aunque sí a la hora de recoger a sus hijos «porque se monta mucho lío a la hora de cogerlos», dice ella. Él, es todavía más contundente: «Casi es mejor que ya no sea obligatorio porque hay que ver cómo se la pone la gente», dice enfadado, «o cuantos días las llevan». «Para eso, mejor nada; y no te cuento en algún espacio donde hace tiempo que dejó de existir el covid», concluye con suspense.

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