Cuando Isabel se lanzó a sacar adelante su propio negocio, una pequeña mercería en el barrio de Delicias de Zaragoza, tenía 26 años y rápidamente se encontró con un obstáculo que no comprendía: “La gente no me tomaba en serio porque se piensan que como eres joven no sabes hacer las cosas. Yo decía: ‘Déjame que te lo demuestre’”. Cuatro años después, el tiempo le ha dado la razón.

La mercería Hilo’s tuvo antes otras personas al frente. También otra ubicación. Pero cuando Isabel se "tiró a la piscina" tuvo claro que tenía que darle un giro al negocio. “Yo no quería hacer algo tan tradicional. Quería hacer algo más creativo, más nuevo y estar presente en internet”, recuerda desde su actual ubicación, en el número 19 de la calle Fray Juan Regla. La idea no nacía de la nada. Esta joven, nieta de modistas, ya tenía dentro la semilla del oficio y, tras dejar su anterior profesión como cocinera, se volcó en este mundo de la artesanía textil.

“Comencé a formarme y a hacer cursos y creé una marca trabajando de encargo, vendiéndolo por internet”, recuerda. Durante sus primeros pasos, su catálogo estaba formado por complementos como bolsos o mochilas, artículos para el pelo y también otro tipo de complementos para perro. Y de ahí, de vender sus productos con una pierna en la web y con la otra en ferias de artesanía por toda la geografía española, pasó a coger Hilo's cuando se dio la oportunidad.

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Mercería Hilo's de Zaragoza: las nuevas generaciones de la costura buscan su revolución ANDREEA VORNICU

Uno de los aspectos que le diferencia de otras mercerías al uso son los cursos y talleres que ofrece. Los que imparte ella de costura y ganchillo se celebran dos horas a la semana, comenzaron en septiembre y terminarán uno en mayo y otro en junio. "Me gusta enseñar lo que sé y aprender de todo. Con estas actividades consigues crear un vínculo y hacer comunidad y a mí me interesa que que la gente aprenda también a hacer sus propias prendas. Además, la evolución de las alumnas está siendo brutal", comenta. Junto a ello, ofrece su local para que otras profesionales enseñen a hacer aquello en lo que son especialistas.

Contra la 'fast fashion'

Sí, Isabel tiene alumnas. En femenino. Porque además coincide con el perfil de su clientela. Son ellas las que se suelen dejar ver por su negocio. "Alguna vez, cuando vienen hombres me dicen rápidamente que le ha mandado su mujer", confiesa.

¿Cuesta que los hombres se interesen por la costura y la confección?

Hay un encasillamiento por edad, pero también por género. Es algo que veo absurdo, pero supongo que es una profesión que parece reservada a mujeres por la educación social que se ha dado. Y es una tontería porque conozco a hombres que hacen cosas impresionantes.

Esa es su primera pequeña rebeldía. Para reparar en la segunda basta con fijarse en el escaparate. Entre hilos de algodón y una muñeca de ganchillo se cuelan otra sencilla revolución: "Si algo hecho a mano te parece caro, prueba a hacerlo tú mismo. Quizás entiendas muchas cosas".

La joven se revuelve contra lo que parece ser el producto de este tiempo de consumo compulsivo: "Con la fast fashion que cuesta cuatro perras la gente no valora lo que cuesta coser y el valor del producto en sí. Hay gente que me ha dicho que prefiere comprarse tres camisetas por 15 euros que una sola por ese precio porque así tiene más para estrenar. Es una forma engañosa de pensar porque ni te vas a poner tanta ropa ni esas prendas te van a durar mucho, porque son de muy mala calidad".

"¿A que a todos nos gusta que nos paguen un sueldo digno? Tenemos que valorar lo que cuesta hacer algo"

A ello suma el componente medioambiental, cuestionando la sostenibilidad de ese modelo, pero también por una cuestión vital eminentemente práctica. "Si pagas tan poco por esas prendas seguro que la persona que la ha hecho cobra poco. ¿A que a todos nos gusta que nos paguen un sueldo digno?", se pregunta. Y sentencia: "Yo trabajo a medida y hago patrones para confeccionar prendas exclusivas y con materiales de buenas calidades. Tenemos que valorar lo que cuesta hacer algo.

Todavía queda una tercera reivindicación. Es la otra pata del que tiene un pequeño negocio y está en contacto con la gente, la faceta de psicólogo, también en femenino en este caso. "Paso mucho tiempo con los clientes y siempre me cuentas cosas de su vida, sus dolores, sus preocupaciones, te preguntan por tus padres... entablas conversaciones. Siempre he sido fan del pequeño comercio porque es más cercano y es algo que difícilmente vas a encontrar en otro espacio", defiende Isabel.

Preguntada sobre si este negocio tiene futuro, es tajante: por supuesto que sí. Pero rápidamente matiza. "Desde arriba nos lo ponen complicado. Nos suben los alquileres, los autónomos...nos están matando", asegura. Mientras, ya piensa en quizás seguir creciendo en el espacio virtual y físico para que la mercería Hilo's siga sumando pespuntes en su causa particular.