¿Soñó hace 40 años con este Aragón, el actual?

Creo que es diferente de lo que había soñado porque ha cambiado nuestra sociedad con las nuevas tecnologías, internet. Esto era insospechable hace 40 años. Es una sociedad completamente distinta a la de aquellos años. Acabábamos de estrenar la democracia. Había una ilusión por participar en política y por sacrificarse por el bien común. Algunos de esos valores no están vigentes ahora. En líneas generales, yo diría que Aragón está bien, en línea con lo que pensábamos que podía ser su desarrollo. 

¿Fue muy complicado empezar a gobernar la comunidad cuando estaba casi todo por hacer?

La verdad es que sí, porque el Gobierno preautonómico no tenía casi competencias y no tenía capacidad política para hacer nada. Nos correspondió poner en marcha un Gobierno en una situación nueva. Había que construir una administración autonómica; había que poner en marcha un parlamento que fuera capaz de elaborar leyes; teníamos que negociar las transferencias para poder empezar a disponer de un presupuesto. El primer presupuesto de Aragón fue la mitad del que tenía entonces el Ayuntamiento de Zaragoza. Se tuvo que hacer un gran esfuerzo para poner en marcha la autonomía. La negociación de las competencias fue muy complicada, había que saber muy bien su valoración y qué se quería transferir del Estado.

¿De qué decisión de su Gobierno se siente más orgulloso?

Queríamos hacer una Administración muy sencilla, menos burocratizada y creo que pusimos en marcha una Administración bastante racional. Otro problema que teníamos era tener una sede oficial del Gobierno. No teníamos ninguna que concentrara servicios, sino que al principio estaban todos en pisos alquilados y dispersos. Defendíamos una Administración más cercana al ciudadano y eso nos llevó a la reforma del Pignatelli. 

¿Qué recuerdos conserva del primer Consejo de Gobierno tras las autonómicas de 1983? 

El consejero de Economía, José Antonio Biescas, nos bajó el sueldo a todos. Pasamos a cobrar menos que los consejeros de la preautonomía y nos pareció razonable. Creamos el equipo de transferencias, hicimos un programa de nuestras preferencias de traspasos a negociar y nombramos a los equipos de cada departamento. También acordamos las primeras leyes que había que elaborar. La primera que pusimos en marcha fue la del funcionamiento de la Administración y del Gobierno de Aragón, que fue diseñada por Andrés Cuartero y Manuel Giménez Abad, un magnífico funcionario que nos ayudó mucho. 

¿Considera agotado el Estado de las autonomías?

Siempre he sido federalista y eso que en algún momento se me acusó de nacionalista aragonés, cosa que es completamente absurda. Entiendo que hay que ir hacia un Estado federal. El Estado de las autonomías es una fórmula federal pero el problema que tiene es que, de acuerdo con la Constitución, se hizo hincapié en el reparto de las competencias y poco más. No hemos resuelto el tema de la financiación ni tampoco la coordinación que tiene que haber entre las comunidades autónomas.