No puedo dormir. Acabo de leer la noticia en su periódico bajo el titular: 'Exonerado de abusar de una menor de Zaragoza por la doctrina de Romeo y Julieta'.

Estamos devastados, su abuelo y yo, que soy su mujer. Y tenemos a la niña viviendo con nosotros desde hace cinco años. Nosotros vimos cómo vino a casa aquel día maldito, sin saber cómo había llegado, sin acordarse de nada, sin poder reaccionar, traumatizada. Incapaz de contarnos lo qué había sucedido porque estaba en shock. Y no por su Romeo, sino por cómo un hombre adulto y villano la había engañado, durante semanas, con sus palabras bonitas para que fuera a su casa a vivir una bonita historia.

La desnudó, la penetró. Y fin.

Una niña que acababa de dejar los 12 años el mes anterior. Una niña huérfana, con una mochila cargada de dolor, indefensa ante los mimos del Romeo canalla, un tío que abusó de una niña grande, en su físico, pero pequeñita en saber defenderse

La niña salió de esa casa del horror sin saber qué hacer. Su primer día de vacaciones de Navidad, con sueños por delante se resquebrajaron de una forma siniestra. Una niña que acababa de dejar los 12 años el mes anterior. Una niña huérfana, con una mochila cargada de dolor, indefensa ante los mimos del Romeo canalla, un tío, que fingirá ser un pobre chaval, pero que abusó de una niña grande, en su físico, pero pequeñita en saber defenderse de depredadores como él.

Qué le había pasado

No fue su abuelo quien vio el chupetón, fui yo en la sala del hospital devanándome los sesos, pensando en qué le había pasado. Ella, mientras, con la mirada perdida, no podía recordar o su mente se convirtió en su escudo protector. Ese chupetón fue el primer aviso de que algo traumático le había pasado con un chico.

Ya podíamos intuir de dónde venía ese estado de parálisis, esos fríos, esas preguntas constantes, dónde estoy, cuándo he llegado, cómo, silencios, mirada ausente.

Ella seguía como una zombi, respuestas claras, no me acuerdo, su rictus fue malentendido. Es una superviviente, como los niños de la guerra que han vivido lo que jamás deberían vivir a lo largo de su corta vida. No llora, no se expresa.

Los doctores asintieron al conocer la nueva información. Ella seguía como una zombi, marcando paso seguro, respuestas claras, no me acuerdo, su rictus fue malentendido. Es una superviviente, como los niños de la guerra que han vivido lo que jamás deberían vivir a lo largo de su corta vida. No llora, no se expresa.

Otro hospital. Los primeros médicos fueron un amor entre tanto dolor. También los primeros policías. Estamos en buenas manos, cariño, le dije. Me equivoqué. Las siguientes manos que le debían haber agarrado, la dejaron caer de nuevo. Veo al depredador sonreír con ellos.

Y tras horas, días, meses, un año y medio confiando... sin noticias. Una carta fría, la fiscalía, las psicólogas forenses, noticias editadas con indiferencia o más bien con frivolidad y sarcasmo, con una imagen-puñal y toda la retahíla de seres ineptos o crueles. ¡Malvados! ¡Habéis vuelto a traer a casa lo que aquel Romeo nos trajo aquella noche! Rabia, dolor, impotencia, pesadillas, llantos, tristeza crónica, y muchas secuelas en nuestra pequeña gran niña.

Esta vez no sufrirá

La han vuelto a agredir 19 meses más tarde, pero esta vez, no lo sufrirá. Nosotros lo haremos por ella.

Ojalá ese canalla no se cruce en el camino de otra niña. Pero ahora sabe que el camino es fácil y lleva a buen puerto. Gracias a todos los que lo han hecho posible en su nombre.