Natural de Zaragoza, lleva más de media vida entre bambalinas, con la misma emoción de los inicios y un amor creciente a todo aquello que envuelve la escena. Junto con su compañía, Teatro Che y Moche, respira por y para un arte que alegra y ensancha nuestro espíritu colectivo. Entre sus últimos espectáculos destacan 'El viejo y el mar' y 'Réquiem por un campesino español'.

Este lugar no le conviene a quien tenga vértigo...

Estamos en la tramoya, entre bambalinas, viendo todo desde arriba, como si fuéramos drones. Estos son un poco los entresijos del teatro, el lado oscuro, lo no visible y lo que, en buena medida, hace que el espectáculo sea posible. Es algo así como la caja de los misterios.

Que comience la función. ANDREEA VORNICU

¿Y los más de 30 años de trayectoria no te dan impresión?

No tengo miedo a las alturas, de niña vivía en un octavo y ya estoy acostumbrada. A veces dices: "Jo, ¿ya han pasado 30 años?, ¡qué rápido!", y te preguntas cómo has conseguido llegar hasta aquí. Afortunadamente, trabajamos en algo que amamos, pero hemos pagado nuestro canon a lo largo del tiempo.

En esta profesión debes tener una capacidad muy grande de regenerar el alma

¿De qué canon hablamos?

No tener dinero para irte de vacaciones, trabajar los festivos, tardar en emanciparte, no saber lo que va a ser del futuro... A menudo siento que todos los años que llevo en esto no sirven para nada, porque cada vez que estrenas un espectáculo es un examen, un vuelta a empezar, y si no gusta y no lo vendes, te lo comes con patatas. En esta profesión debes tener una capacidad muy grande de regenerar el alma, porque los procesos creativos son realmente duros.

¿Crees que la experiencia te hace dudar más de tus ideas?

Pienso que antes tenía más morro (ríe), e igual daba clases sobre una materia de la que manejaba cuatro nociones y no me daba apuro tirarme a la piscina. Esa inconsciencia, esa falta de pudor propia de la juventud, ha sido quizás la responsable de que sigamos en este mundo.

Sin miedo a las alturas. ANDREEA VORNICU

El nombre de tu compañía nos lleva a la expresión ‘a troche y moche’...

Todo esto surgió en el bar de la universidad. Nadie imaginaba en aquel momento que era para una compañía profesional. Después nos dimos cuenta de que era un nombre acaso poco comercial, porque Teatro Che y Moche genera muchos problemas de pronunciación. Recuerdo que hasta nos planteamos cambiarlo, pero para entonces ya nos conocía todo el mundo como Che y Moche. Su relación con la expresión 'a troche y moche', hacer las cosas sin cuidado, la descubrimos después.

¿Hace justicia a vuestra forma de trabajar?

(Ríe) En ocasiones somos algo caóticos, sí.

¿Cuesta conjugar la creación artística con las facturas?

En un equipo pequeño, los procesos creativos suelen coincidir con el mundo de los impuestos, las gestorías, las altas, preparar seguros de riesgos laborales... y no te queda otra que dividir tu mente. Lo hacemos como podemos, a base de equivocarnos mucho.

Y sin embargo lo que el público acaba juzgando es lo que se ve, no lo que queda entre bambalinas.

Sabemos cómo es nuestro trabajo y lo tenemos asumido, no hacemos ningún drama. Por suerte, el teatro no es como el cine, su fugacidad permite que las obras evolucionen función tras función, que crezcan con nosotros. Algunos de nuestros espectáculos, como 'El Funeral', llevan girando más de 14 años.

El teatro te abre la mente, te ayuda a desinhibirte, a ceder y a ser generoso

¿Cómo lográis mantener el interés del público en un presente tan fugaz?

¿Por qué desde los tiempos de los griegos se junta la gente en un anfiteatro para ver una obra? ¿Por qué perdura en el siglo XXI? Se trata del encuentro, la catarsis del espectador, el aquí y ahora solo para nosotros. Un espectáculo realizado para un grupo escogido ese día, un momento que no se puede repetir. Creo que esa búsqueda de lo único es algo que en la sociedad se está imponiendo, y por eso, quizá, en los últimos años se ha ido recuperando público de teatro.

Es un arte que tiene algo de primitivo.

Suenan tres timbres para entrar a la sala, ocupo mi butaca, hay un silencio previo, se hace lo oscuro... Es como una ceremonia, una comunión, un rito, y a las personas nos gustan los ritos.

Afinando el texto. ANDREEA VORNICU

Junto con el Teatro del Temple, vuestra compañía gestiona el Teatro de las Esquinas de Zaragoza, en el que la enseñanza es una parte fundamental...

Con el teatro aprendes que las cosas no se miran desde una sola perspectiva, porque un mismo texto se puede montar de muchas maneras. Te abre la mente, te ayuda a hablar en público, a desinhibirte en tu día a día, a ceder y a ser generoso, porque el teatro es una colectividad, y en el escenario no siempre eres el centro de atención. También te enseña a tomar conciencia del lenguaje corporal, de lo que puedes llegar a decir en función de la posición que adoptas. El teatro es un instrumento pedagógico que podría utilizarse más.

¿Se nos ha olvidado educar la parte más sensible de nuestro ser?

Siempre se nos ha educado del cuello para arriba, como si el cuerpo no existiera. Salvo contadas excepciones, proyectos pioneros, en los colegios impera el cumplimiento del programa. Tengo alumnos que, cuando ensayamos, no saben qué hacer con las manos, además de llevarlas colgadas (ríe).

Siempre me ha sorprendido cómo en 'Gran Hermano' te encierran tres meses y no te dan ni un libro

¿Se logra conectar con el público más joven?

Creo que, en líneas generales, no conseguimos hacer un producto que interese a los jóvenes, crearles el hábito para que vengan por sí mismos a ver un espectáculo del mismo modo que llenan una sala por un youtuber. También pienso que en los institutos, en su voluntad pedagógica, no les llevan a ver obras que les enganchen, aunque sí aprendan de ellas. Tampoco debemos olvidar que, para esta parte del público, resulta algo caro.

¿Qué te sugiere eso de que vivimos en una sociedad del espectáculo, acaso más teatral?

La palabra teatro se usa con mucha alegría, y a menudo de forma peyorativa. Una historia debe tener un planteamiento, un nudo y un desenlace. Lo que vemos generalmente en Tik Tok o en los programas chungos de la tele no es teatro, sino gente haciendo cositas. A mí siempre me ha sorprendido cómo en 'Gran Hermano' te encierran tres meses en una casa y no te dan ni un libro, y sin embargo prefieren que estés metido en el jacuzzi durmiendo. Te niegan la cultura para que no hagas nada.

LA RÁFAGA


– Una canción.

– 'No puedo vivir sin ti', de Coque Malla. Hay más...

– Un libro.

– Alguno de Bukowsky.

– Un plato.

– Un caldico casero con la receta de mi madre.

– Un lugar.

– De bares por Zaragoza con los amigos.

– Una imagen recurrente.

– Una buena playa.

– Ola de calor.

– Aparte de sudar y sudar, parece que ya se acercan las vacaciones...

– Hogueras de San Juan.

– Renovación, a por todo lo nuevo.

– Cuarta dosis.

– ¡A por ella! Y que acabe ya.

– Inflación.

– Manipulación mundial.

– Elecciones andaluzas.

– Más de lo mismo, 'la casa del tío Pepe'.

– Algo que te aburre.

– La pasividad.