¿Le han sentado bien a la Universidad de Zaragoza los últimos 40 años?

Es cierto que 40 años para una institución que tiene más de 400 es un porcentaje muy pequeño. Aún así, pienso que le han sentado muy bien, sobre todo al asumir la transferencia por parte de la comunidad autónoma. Sólo hay que ir al presupuesto para ver cómo se ha multiplicado. Antes del traspaso,  la universidad tenía alrededor de 8 millones de euros y ahora cuenta con 329 millones de euros. En 40 años, el crecimiento ha sido de más de 321 millones de euros. 

¿La sociedad ha notado que Aragón ha pasado a gestionar las competencias universitarias?

Hay que tener en cuenta que la universidad no tenía ni siquiera autonomía. Era muy dependiente del Gobierno franquista a la hora de contratar profesorado o de elegir sus cátedras. En el 82, la universidad recuperó su autonomía y eso fue algo fundamental. Con la transferencia, pasó a depender de un gobierno mucho más cercano, lo que le permitió poder gestionar el dinero con mayor libertad y decidir sus líneas de investigación. La descentralización revolucionó la universidad.

¿Cómo calificaría las relaciones entre el Gobierno de Aragón y la Universidad de Zaragoza?

Ha habido épocas en las que el Gobierno no entendía la autonomía universitaria o el valor que tiene una universidad pública para una autonomía como la nuestra. 

Yo diría que en estos momentos la relación es inmejorable. Compartimos plenamente la filosofía de tener una universidad potente, una universidad que sea vanguardista en innovación. Creo que el contrato programa que hemos firmado recientemente refleja esa relación y esa sintonía.

¿El Gobierno de Aragón puede influir en la práctica en la gestión de la universidad?

Los gobiernos, tanto el autonómico como el central, tenemos la capacidad de influir en la universidad a través de las leyes. Pero es importante que los Gobiernos entiendan el valor de la autonomía universitaria. La universidad necesita tener libertad de cátedra. Debe tener su espacio y no puede estar al albur de la ideología de cada Gobierno. Por eso, existen espacios para coordinar la gestión a través de la comisión mixta y ahí hemos demostrado que somos capaces de llegar a acuerdos.

¿Cómo ve la universidad del futuro? ¿Se avecina una crisis de matriculaciones por el descenso poblacional?

Creo que entramos en un periodo revolucionario en el que la formación universitaria no va a corresponder a la etapa de edad actual, de los 18 a los 24 años. Entramos en un momento en el que la formación para toda la vida, la formación continuada, va a exigir que la universidad se flexibilice para permitir que entren chicos y chicas provenientes de la FP o del ámbito laboral para completar su formación. Vamos a tener un mercado económico que va a exigir una formación más acelerada de uno, dos o tres años para poderse recualificar. Creo que la universidad de los próximos 40 años tendrá menos alumnos de 18 años, pero más alumnos de 40 o 50 años que busquen completar sus conocimientos con formaciones más flexibles, a través de una etapa más digital y con una enseñanza más adaptada al mercado laboral.