El Periódico de Aragón

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Los incendios forestales en Aragón

«Un 10 se queda corto para la gran acogida que nos han dado en Borja»

83 personas pasan la noche en el polideportivo, donde decenas de voluntarios les ayudan | La Cruz Roja atiende algunos casos de ansiedad, sobre todo entre los niños

Aplauso espontáneo para los voluntarios que trabajan durante el fin de semana. ÁNGEL DE CASTRO

«Un fuerte aplauso para los voluntarios». Y los vecinos desalojados de sus casas por el fuego se pusieron en pie y alzaron sus palmas aplaudiendo poco antes del cambio de turno de comida en el pabellón de Borja. El agradecimiento entre los más de 80 desalojados que pasaron la noche del sábado en esta instalación municipal casi no podía medirse con palabras. Ni con números.

«Un 10 se queda corto para la gran acogida y la solidaridad con la que nos han recibido», resumía Mónica Tellado, natural de San Sebastián y vecina de la urbanización Villacumbre, una de las primeras en ser desalojadas ante la amenaza de las llamas. Juana Pérez, de Tudela, tampoco encontraba la palabra exacta para agradecer lo que están haciendo unos vecinos por otros.

«Esto es increíble. Te quedas realmente sin palabras por la atención que estamos recibiendo», comentaba esta tudelana, también de las primeras vecinas en salir de la urbanización Villacumbre, antes incluso de que llegara el aviso de desalojo, porque «el fuego nos cercaba».

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Comida en el pabellón | Aplauso espontáneo en Borja a los voluntarios que atienden a los evacuados Ángel de Castro

El engranaje de voluntarios del pueblo y de la Cruz Roja funcionaba como un reloj. Poco después de la una de la tarde comenzó el reparto de comidas del primer turno. Paella, alubias o pollo asado para elegir, con ensalada de tomate y cebolla, fruta de postre y café. El conocido Mesón las Ruedas, de Borja, se encargó de cocinar unas 150 raciones de los platos principales, tanto para los desalojados como para los miembros del operativo antiincendios y los voluntarios de la Cruz Roja.

Un noche en vilo

La instalación de las camas, la refrigeración del espacio o la hidratación de los afectados no ha sido un problema este fin de semana. Algunos pudieron incluso echar alguna cabezada, pese a todas las dificultades. «Dormir, dormir, no. Pero un par de horas pudimos descansar», comenta Narciso, de avanzada edad, vecino de Añón, a quien recogió la Guardia Civil cuando no quedaba nadie en el pueblo. «Me pilló totalmente desprevenido; vi llamas de 20 metros de altura», aseguró.

Compartía mesa con él Jorge, un joven vecino de la urbanización Villacumbre del Moncayo, que denunció que nadie les avisó de que llegaba el fuego. «La Guardia Civil no apareció hasta que todos estábamos fuera», asegura. Pese al trato «genial» de sus vecinos de Borja, reconoce solo tienen ganas de volver. «Dejamos las casas abiertas. Fue todo súper rápido: en 17 minutos teníamos el fuego encima», señala.

"Te quedas realmente sin palabras por la atención que estamos recibiendo"

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Para Lourdes y Nahikari, madre e hija naturales de Bilbao pero residentes en la zona desde hace 30 años, lo más difícil fue convencer a la abuela, con grandes problemas de movilidad a causa de una hemiplejia, de que había que salir de allí. En casa, también con una bebé de un año y medio, el desalojo no fue fácil.

«Teníamos el fuego al lado. Conseguir salir de casa y meter a la abuela en el coche fue muy complicado», explica Lourdes. El dispositivo de realojo también se adaptó a su situación. «Mi madre tiene 90 años y ha podido dormir en la residencia», explica Lourdes. «A nosotros nos han dejado dormir en la guardería, con una cuna para la niña», añadió Nahikari.

Instalación de camas en el pabellón de Borja. ANGEL DE CASTRO

"Vi una nube rara"

Mayte vive en Alcalá de Moncayo. Recuerda, sobre todo, la velocidad endiablada de las llamas. «Abrí la ventana y vi una nube rara. A los cinco minutos, sabíamos que se estaba quemando algo más que una barbacoa. Y en menos tiempo de lo que me cuesta contarlo, todo estaba negro, con un olor insoportable y mi hijo me dijo que teníamos que salir». Mayte, como todos los demás, no sabe todavía a ciencia cierta cómo está su casa ni cuándo podrá volver a ella. «Es muy difícil porque es nuestra casa, justo acabamos de reformarla después de 13 años, pero solo pudimos coger las medicinas y salir», rememora.

"Me pilló totalmente desprevenido; vi llamas de 20 metros de altura"

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Apoyo psicológico

El equipo de intervención psicosocial de la Cruz Roja en la comarca Campo de Borja estuvo desde el minuto uno con los desplazados, para asegurarse de que las familias estaban agrupadas y atender cualquier necesidad. La responsable provincial del equipo psicosocial de Cruz Roja, María Eugenia Trujillo, explicó que durante la noche tuvieron que atender a «algún menor desbordado por la situación» y reconoció que lo más difícil es «gestionar la incertidumbre». Por desgracia, asumió, «todos quieren saber cuándo podrán volver y eso todavía no se sabe». Lo que seguirá sin tregua es el dispositivo de atención desplegado en Borja y en localidades como Tarazona, Magallón, Torrellas y Pozuelo. «Aragón se echa a la calle a ayudar cuando hay dificultades», expresó Trujillo.

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