El Periódico de Aragón

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INCENDIO FORESTAL EN EL MONCAYO

El fuego y el viento cercan el Moncayo

El incendio originado en Añón avanza imparable hacia el parque natural y ya son 400 los efectivos desplegados en la zona para evitar que lo calcine

Un helicóptero suelta agua para apagar las llamas en el incendio que afectó este verano a Alcalá del Moncayo, Añón y Vera Jaime Galindo.

La combinación del viento y el fuego está siendo maldita para el incendio forestal declarado este sábado en Añón del Moncayo. Al final de este domingo, la preocupación cundía entre los equipos del operativo de extinción por una noche por delante de rachas fuertes de viendo y dirección variable. La oscuridad de la noche, que imposibilita el trabajo de los medios aéreos hacía augurar tras la última reunión del centro de coordinación, «momentos críticos» con la mirada puesta en el parque natural del Moncayo. La joya natural y el pulmón verde de la provincia de Zaragoza está amenazado y, con él, los recuerdos, la referencia de uno de los emblemas de Aragón. Todos los esfuerzos técnicos y todas las miradas tenían anoche un protagonista principal.

Los medios aéreos no escatimaron esfuerzos. | ÁNGEL DE CASTRO

«La velocidad del viento va a ser importante durante toda la noche. Ahora ha cambiado a cierzo y, aún focalizando todo el trabajo en la zona que nos preocupa, en el parque natural del Moncayo, no podemos garantizar que no se reactive de forma más virulenta el fuego». Así de contundente fue anoche el director general de Medio Natural, Diego Bayona, tras la reunión del Cecopi. Ya lo avanzaba el presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, tras la reunión matinal en el puesto de mando del CECOPI ubicado en la cercana localidad de Albeta: «La transparencia será nuestra máxima». Y lo que llegó en las últimas previsiones no fueron buenas noticias.

Las llamas que se declararon –todavía por causas que se desconocen– a las 15.30 horas del sábado en Añón del Moncayo dieron un breve respiro este sábado a las localidades de la comarcas de Tarazona y el Moncayo y la vecina Campo de Borja. A la nómina de siete pueblos desalojados y más de mil afectados en el primer día de incendio, este domingo solo se añadió un desalojo, el de los vecinos de Talamantes, y no se temía por ninguna población. Ahora bien, asustan las previsiones meteorológicas y que las llamas lleguen a las faldas del Moncayo. Sus frondosas laderas serían el combustible más potente para dar aún más alas a un fuego «fuera de control» y que acumula tres focos activos.

Arturo y su gato Calcetines, dos de los realojados en Borja. | X

Por suerte, el rimo de expansión del fuego bajó intensidad. Bayona confirmó que el incendio sigue «muy activo, pero avanza lento». Y por ese temor, para ponerle coto, el número de efectivos implicados en la lucha contra las llamas no deja de crecer. Ya son 400 los desplegados y que trabajarán durante toda la noche para tratar de controlarlo. La anterior habían sido 200, la mitad.

Tierra quemada por donde ya pasó el fuego. | ÁNGEL DE CASTRO L. C. L. / C. G. S. / M. C. L.

La situación es «crítica», no dejaban de decir los responsables políticos, que rechazaron hablar de qué superficie se ha quemado ya. Por la mañana, el perímetro estaba en 50 kilómetros y unas 8.000 hectáreas dañadas, comentó el presidente antes de reunirse con los alcaldes de los municipios desalojados y acogedores, y de visitar el pabellón de Borja.

A última hora, el perímetro seguía en esos 50 km, pero no se actualizó la cifra de hectáreas calcinadas.

Entre las pocas buenas nuevas, fuentes oficiales aseguraron que no había «ninguna vivienda afectada», aunque sí varias infraestructuras y explotaciones. Murieron centenares de animales como los pollos y ovejas de las granjas de Vera y Alcalá de Moncayo que el sábado no habían podido sacar a tiempo y que las llamas acabaron devorando. Esas otras víctimas que también importan. Otros tuvieron más suerte. Como las abejas que un apicultor buscaba entre lágrimas junto a los forestales y que amanecían metidas en sus colmenas, sanas y a salvo, pero a pocos metros del terreno chamuscado.

La helitransportada de Calamocha. | ÁNGEL DE CASTRO

Siguen siendo más de 1.500 los desalojados, ya que la incertidumbre en torno a la evolución del incendio impide que hayan podido regresar a sus casas. Pero más allá de las cifras, el paisaje que deja el fuego en una comarca que atrae a propios y extraños con la magia de su Moncayo es desolador. Árboles, campos labrados y poblaciones cercadas por un intenso color negro en el suelo y una nube de humo y ceniza de kilómetros de extensión, más grande de lo que pueda vislumbrarse a simple vista. Nadie podía imaginar desde Borja que el fuego que comenzó en Añón pudiera llegar al Santuario de la Misericordia.

Desalojos apresurados

La carretera N-122 estuvo cortada por segundo día consecutivo, y en el último tramo antes del cierre de la vía, los vehículos de los vecinos desalojados del Santuario de la Misericordia se amontonaban en un campo convertido en párking y en espacio de confidencias. Todos miraban en una dirección. Varias columnas humeantes circundaban el Santuario y, a tanta distancia, resultaba complicado saber si había casas o explotaciones afectadas.

El fuego y el viento cercan el Moncayo | ÁNGEL DE CASTRO

Francisco Tabuenca, vecino del Santuario de la Misericordia, reconoció que el fuego les pilló «ayudando a otros desalojados». Ni él ni nadie pensó que las llamas de Añón podían llegar a afectarles en tan poco tiempo. El agua de la piscina de su casa sirvió al menos para ayudar a sofocar las llamas, pero es consciente de que queda mucho duelo por delante. «Lo peor de todo es que los vecinos más mayores saben seguro que no volverán a ver esto verde», lamentó.

Otra vecina de esta pedanía de Borja trataba de distinguir en la distancia la situación de su casa, que es la de su tatarabuela, y de la que salieron con toda premura y la maleta hecha, porque al llegar para celebrar las fiestas no les había dado tiempo todavía de vaciarla.

Hay una historia detrás de cada rincón de las faldas del Moncayo. Historias de aragoneses de toda la vida, de hijos adoptivos de la montaña más enigmática. Aunque la situación todavía no es dramática, con la confianza en que las llamas no entraran a las casas, la desesperanza por ver un entorno natural único prácticamente devastado minaba el espíritu de los desalojados y los vecinos que los acogen. También había espacio para la rabia: «No limpian el monte cuando talan los árboles y no se llevan la madera vieja», denunciaba una vecina.

Mientras los moncaínos aguantan la respiración y miran encogidos a su icono, más y más medios se suman a la extinción. El Gobierno de Aragón cuenta con el apoyo de Castilla y León, Castilla- La Mancha, Navarra, el ministerio y los equipos del Ayuntamiento de Zaragoza y la DPZ. Todo con tal de salvar el Moncayo en una noche crítica. Porque el fuego y el viento lo tienen cercado, pero no está solo.

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