Rabia es el sentimiento generalizado y predominante que transmiten las aragonesas al oír hablar sobre los posibles casos de sumisión química que se han comenzado a multiplicar en los últimos días tanto fuera como dentro de la comunidad.

La nueva y peligrosa moda que llega desde las discotecas de Reino Unido ya ha comenzado a replicarse por toda Europa. En España y en la comunidad autónoma, lo que comenzó como un par de casos supuestamente aislados en discotecas de la costa con un público mayoritariamente extranjero, ha saltado ya a las discotecas del resto del país y más preocupante aún, se registran ya los primeros casos en las fiestas populares que estos días llenan casi la mitad de la geografía aragonesa.

«Cada vez hay más noticias y no hay manera de frenarlo, parece que no le importa a nadie más que a nosotras», explica Camila, a sus 23 años asegura que para ella es una situación «muy preocupante». «No solo tengo miedo por mí, están mis hermanas, mis amigas, básicamente todas las mujeres que conozco, siendo mujer te puedes poner en su lugar y da mucha rabia saber que ninguna está al 100% segura», añade la joven.

Incluso en algunos puntos, aunque la rabia es evidente, llega acompañada de la resignación. «Claro que da respeto pero es que no es nada nuevo llevamos viviendo con agresiones desde hace un montón, aquí lo único que cambia es la forma de atacar a las mujeres», explica Macarena. «Aunque pueda darme miedo no voy a dejar de salir porque no es justo, no me da la gana», sentencia la joven.

Incluso el miedo llega acompañado de una sensación de responsabilidad para garantizar la propia seguridad. «Ahora es verano estoy saliendo por el pueblo o pueblos de alrededor y nos conocemos todos, no es una garantía de que no vaya a pasarte nada pero te da mayor sensación de seguridad. Si mañana fuera a salir a una discoteca de Barcelona por ejemplo está claro que me lo pensaría», explica Camila.

Dos jóvenes esperan ante la puerta de una discoteca en Zaragoza. | JAIME GALINDO

Además del miedo y el rechazo entra en la ecuación el enfado al conocer la forma en la que se ejecutan alguno de estos ataques. «No siempre estamos hablando de sumisión química, hay cosos en los que no te inyectan nada pero eso significa que hay hombres que encuentran diversión en asustar a la gente. Que ese sea su pasatiempo me parece asqueroso», asegura Ángela.

Un miedo que bloquea

Durante las últimas semanas y a raíz del aumento de casos por todo el país han sido muchas los influencers y divulgadores de contenido que se han tomado su tiempo en incluir en sus redes sociales la forma de actuar si se es víctima de este tipo de ataques. Entre las recomendaciones principales aparecen no quedarse sola, avisar a la seguridad de la sala y ser atendida por los servicios sanitarios lo antes posible para determinar si realmente ha existido una inoculación que pueda llevar a la sumisión química.

Aun así no todas las jóvenes ven claro el protocolo. «No sé si sabría reaccionar, creo que me bloquearía porque no sé si la persona que tengo al lado y a la que le voy a pedir ayuda es la misma que me ha pinchado, creo que en ese situación me daría miedo hasta pedir ayuda», explica Camila.

Las jóvenes coinciden en que el sentimiento de miedo al salir de casa no es algo nuevo. «Nunca he vuelto sola andando y muy pocas veces he vuelto sola en el taxi. El miedo que sentimos es real», asegura Ángela. Mandar la ubicación del móvil, ir hablando por teléfono, vigilar la bebida e incluso la espalda de la amiga que tienes enfrente...La lista de medidas que las jóvenes enumeran es muy larga pero aun así puede no ser suficiente. «Es que, ¿cómo vas a dejar de hacerlo si constantemente vemos como pasan cosas horribles? Tenemos que protegernos», explica Rebeca.

La necesidad de educar

Al pavor que vive el sector femenino por el nuevo método de agresión por medio de jeringuillas se le ha sumado el pulso del sexo opuesto que, ofendidos por el discurso de las mujeres vía Twitter, muchos han optado por volver a poner en relieve el clásico hashtag #notallmen (no todos los hombres) al que ellas han contrarrestado con el de #whysomanymen (por qué tantos hombres).

«Es que la culpa de que pasen estas cosas de quien menos es nuestra como mujeres» asegura Rebeca y considera, en ese sentido, que el cambio debería reflejarse en la educación social y la concienciación de los hombres, ya que según ella deberían «enseñar ya desde bien pequeñitos que violar y pinchar con una jeringuilla no es algo normal y mucho menos algo tolerable en vez de enseñarnos a nosotras que la única forma segura de volver a casa por la noche es en un taxi».

El resto de jóvenes también comparten esta opinión. «A corto plazo la solución está en que un tío no pueda entrar a una discoteca con una jeringuilla que parece muy simple pero al final todo se reduce a eso», añade Camila. «Si hablamos de una solución real necesitamos una reeducación total para eliminar todos los pensamientos y comportamientos machistas que hay en la sociedad y que son muchos más de los que nos pensamos. Es la punta de un gran problema que estamos normalizando, no es normal tener miedo», sentencia.