El futuro que le espera a las tierras quemadas en el entorno del Moncayo es incierto, aunque los trabajos para recuperar el paraje empezarán al día siguiente de que se dé por extinguido.

Así lo confirma el director general de Medio Natural del Gobierno de Aragón, Diego Bayona, que asegura que el plan para recuperar el monte se diseñará desde el minuto uno, aunque reconoce que será un proceso largo. Desde el servicio de Planificación y Gestión Forestal del Ejecutivo aragonés recuerdan las distintas fases, que pasan por un periodo de regeneración natural y de reforestación cuando la tierra no vuelve a ser la misma por sus propios medios.

Una semana después de que se declarase el fuego en Añón del Moncayo, que rápidamente se trasladó hasta las localidades vecinas de Alcalá y Vera del Moncayo y puso en jaque la supervivencia del propio parque natural, sigue «controlado», pero puede tardar «días o semanas en darse por extinguido».

Lo explica el director general Diego Bayona, que señala que «con un perímetro de 50 kilómetros, como es este caso, hay que tener seguridad de que en toda esa extensión no habrá reproducciones y por eso puede tardar todavía unos días o semanas». Lo realmente sorprendente fue lograr estabilizarlo en apenas 48 horas y darlo por controlado seis días después.

Cuadrillas forestales trabajan en la extinción del fuego. Jaime Galindo.

«Son 50 kilómetros de perímetro y, cuando demos el incendio por extinguido, todo ese perímetro tiene que estar muy bien reforzado y anclado y debemos tener la seguridad de que no va a haber reproducciones», expresó Bayona. «Eso nos puede llevar varios días o incluso semanas en un incendio tan grande. Si bien es verdad que en la zona ya no hay ninguna afección, se sigue vigilando hasta que todo ese perímetro quede extinguido y estemos seguros de que podemos retirarnos de la zona con todas las garantías», incidió.

Mientras, casi en paralelo, comienzan los análisis sobre el terreno. Miguel Ángel Ena, jefe de servicio de Planificación y Gestión Forestal, manifestó que una vez extinguido el incendio, los expertos del Gobierno de Aragón recorren las zonas afectadas y realizan un examen y una evaluación de los daños registrados.

«Las primeras actuaciones que se llevan a cabo están relacionadas con el arreglo de infraestructuras, se vuelven a abrir los caminos sobre los que han caído árboles y se limpian las cunetas», explicó el jefe de servicio de Planificación y Gestión Forestal de la DGA.

«Es fundamental hacer un análisis de la situación y ver el grado de incidencia que ha tenido el fuego, ya que a veces los incendios no queman todo por igual, sino que quedan unas zonas todavía verdes, algunas que se han quemado un poco y otras que han ardido de forma masiva», continúa.

Afecciones desiguales en el terreno en el incendio forestal del Moncayo. Jaime Galindo.

Asimismo se lleva a cabo un estudio de las zonas donde se puede obtener un aprovechamiento de la madera, que va a empresas que de forma gratuita la retiran y la reutilizan si es posible. Sin embargo esta solución «no es la más habitual», dado que la madera quemada pierde mucho valor. En el caso de las papeleras, por ejemplo, deben someter el papel a un costoso proceso de blanqueamiento. Esta madera se suele triturar o se emplea como medio de combustión en otros procesos. Solo va a la industria del papel si no ha quedado muy afectada y si el precio del blanqueo es asumible.

El mismo proceso de retirar la madera quemada favorece la posterior regeneración natural de los montes, pues se evita la caída de troncos dañados que también constituyen un riesgo para las personas. Asimismo, se reduce el negativo impacto visual que los bosques quemados dejan en el entorno, sobre todo en las poblaciones afectadas, para las que el paisaje tiene un valor también sentimental.

A continuación se prepara un proceso de restauración. Para ello es fundamental montar fajinas y albarradas, una especie de diques que se hacen con la madera quemada para retener el suelo cuando llegan las lluvias, pues la pérdida de la capa de tierra sería muy negativa, explica Ena.

Las masas que no se queman bien pueden ser un foco de plagas forestales que se ceban con los árboles deteriorados y, a partir de estos, a los que están en buen estado en las zonas limítrofes. Este es otro de los motivos de peso para retirar la madera quemada. Posteriormente, ya con vistas a la regeneración, se implementan ayudas a la regeneración mediante tratamientos selvícolas en las zonas que han sido menos afectadas. Se consigue así que los árboles en buen estado produzcan semillas que contribuyan a la regeneración natural.

Las llamas avanzan en el terreno del incendio, antes de controlarse. ANGEL DE CASTRO

Este proceso de limpieza del monte puede durar entre uno y dos años, pero este año debido a la gran cantidad de incendios y a su gran impacto esta tarea se va a prolongar, además de que costará elevadas sumas a la Administración. La segunda fase es la mejora del hábitat con el fin de volver a atraer a la fauna, con la creación incluso de balsas para que los anfibios puedan recuperar su espacio.

La repoblación comienza mucho después, tres o cuatro años después del incendio, pues las primeras actuaciones buscan que la masa forestal se recupere por sí sola, algo que sucede a veces de forma natural con la vegetación mediterránea. En otros grandes incendios forestales recientes en Aragón, como el de Luna, que arrasó 14.000 hectáreas en 2015, las labores de restauración finalizan ahora. En el de San Juan de la Peña, en la década de los 90, explica Ena, «hay zonas donde no se ha recuperado la vegetación arbórea». Quedan todavía años para ver de nuevo las faldas del Moncayo como eran antes del 13 de agosto de 2022.