El Periódico de Aragón

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INCENDIOS FORESTALES

Los jóvenes del centro de Añón: "No tuvimos miedo al fuego"

Los jóvenes residentes en el centro de menores no acompañados de Añón sumaron sus esfuerzos frente a las llamas. "Teníamos tristeza por los mayores", aseguran

El grupo de menores que reside en el centro de Añón y fue a ayudar a los vecinos a sofocar las llamas. SERVICIO ESPECIAL

Abdul, Abdulá y sus cinco compañeros residentes en el centro de menores no acompañados de Añón del Moncayo salieron corriendo de casa en cuanto vieron las llamas y el humo desde el patio. Antes de que llegaran las voces de alarma, salieron a ayudar a sus vecinos pidiendo cubos con los que tirar agua para tratar de ganarle la partida a las llamas.

Los que ahora también son su monte, su pueblo y su casa estaban en peligro e hicieron, aseguran, "lo que habría hecho cualquiera: ayudar".

Estos chavales, menores de edad, que llegaron a España buscando un futuro mejor y sin compañía de ningún adulto desde lugares como Tetuán, Castillejos, Casablanca, Marrakech, el Sáhara (Marruecos) o Dakar (Senegal), se toparon en una circunstancia extraordinaria que para ellos no lo fue tanto.

"En Marruecos habíamos visto incendios más grandes, con fuegos que duraban más de cinco días, y sabíamos más o menos lo que podíamos hacer", explica Abdul a través del teléfono, como portavoz del grupo de menores en este centro que coordina la oenegé Accem.

Llegó hace dos años a España y es uno de los chavales que más tiempo lleva en el centro de Añón. Unos y otros suman sus voces en el manos libres para contar cómo vivieron los primeros momentos del fuego y cómo ahora son varios los vecinos que se han acercado al centro para darles las gracias por su implicación frente al incendio.

"Mi amigo salió al patio y nos avisó de que veía llamas y mucho humo. Salimos todos corriendo, alguno corrió tanto que se le rompieron las chanclas al salir. Enseguida vimos a los vecinos con la manguera y les pedimos cubos para ayudar tirando agua", explica Abdul en un perfecto español.

Estuvieron llevando y trayendo cubos de agua hasta que llegó el aviso del desalojo y la evacuación del pueblo. "No nos queríamos ir y nos enfadamos con los educadores, porque podíamos ayudar a los bomberos, pero nos dijeron que había que salir y nos trasladaron a Borja", prosigue Abdul.

"Vinimos en pateras; no tuvimos miedo del fuego, pero sí de que se quemara nuestra casa y nuestro pueblo, y por las personas mayores y los niños"

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Algunos de los menores han cursado una FP de cocina, donde les explicaron cómo actuar frente al riesgo de incendios, y querían quedarse acompañando a los bomberos profesionales. Más que miedo al fuego, temían por las personas mayores y por las casas. «Vinimos en pateras; no tuvimos miedo del fuego, pero sí de que se quemara nuestra casa y nuestro pueblo, y por las personas mayores y los niños», reconoce Abdul, con una calma aplastante, dejando constancia de que la del incendio es una más de las experiencias difíciles que suman pese a su corta edad. La furgoneta del centro también sirvió, en esos primeros momentos de angustia, para trasladar a los mayores de la residencia de Añón.

Finalmente, estos jóvenes fueron desalojados como el resto de vecinos y pasaron la primera noche, la del sábado, en el pabellón de Borja, aunque no pudieron dormir.

"Pensábamos que la casa se quemaba y no sabíamos dónde iríamos a partir de ahora", recuerda Abdul. "Les pedimos a los educadores que, si la casa había ardido, nos llevaran a todos juntos a otro lugar", comentan en grupo quienes ya son algo más que compañeros en este centro de acogida, con pena por la hipótesis de tener que dejar "su pueblo".

Por suerte, el domingo llegaron mejores noticias y las brigadas confirmaron que las viviendas de Añón se habían salvado del fuego. A través de Accem, los menores fueron trasladados a otros alojamientos de la organización en Tarazona, donde pasaron la noche del domingo y la del lunes, hasta que pudieron regresar "a casa".

El paisaje ahora, "con el monte totalmente negro, seco", les llena de tristeza, pero al mismo tiempo sienten alivio de verse de nuevo en su lugar. "Ahora estamos tranquilos y felices", aseguran, con ganas de quedarse en Añón y de que el pueblo crezca con más gente joven.

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