La muerte es algo intrínseco a la propia naturaleza de la vida pero actualmente incomoda el simple hecho de mencionarla. A lo largo de la historia, la humanidad se ha hecho preguntas sobre el asunto y ha percibido la muerte de formas muy distintas. Los antiguos filósofos griegos, como Platón, consideraban que el cuerpo y el alma eran dos elementos distintos y, con la muerte del primero, la segunda quedaba libre. Con la llegada del Cristianismo y la Edad Media también lo hizo el concepto de «muerte doméstica» o «la buena muerte», es decir, si se había sido bueno se tendría un buen juicio final, pero no solo eso, el moribundo se despedía de sus más allegados antes del deceso.

Durante el siglo XIX se comenzó a percibir la muerte como algo propio. La muerte de un ser querido se comienza a percibir como la propia y surgieron cuestiones trascendentales sobre el duelo y el sentido de la muerte. El siglo XX supuso un cambio de paradigma. La muerte se aparta de la vida cotidiana y comienza el fenómeno de la «prohibición de la muerte». Es en ese mismo siglo, durante los setenta, cuando también surge la medicina paliativa de la mano de la británica Cicely Saunders, que pone de relevancia el cuidado de la muerte

Algo lejano

¿Por qué se ha desnaturalizado la muerte?, ¿cómo deberíamos romper el tabú existente? Según la psicóloga sanitaria Marta Argilés, ponente de los Espacios de Soporte de Fundación Mémora, la sociedad actual mira hacia otro lado cuando se trata de la muerte, la enfermedad y el dolor. 

«Percibimos la muerte como algo lejano. Vemos como muere gente de nuestro entorno pero nos cuesta hablar de ello. Nunca nos planteamos que cualquier momento puede ser el último», explica Argilés. Todo ello, sumado a una educación que tampoco trata la cuestión y al propio miedo a lo desconocido, ha desnaturalizado la muerte. 

La experta considera que el hecho de que la muerte sea considerada como un tabú ha comportado diferentes actitudes que no ayudan a naturalizar la cuestión. El pacto de silencio existente a la hora de hablar sobre una muerte o una enfermedad, el no permitir la despedida del moribundo o sus familiares, o la ocultación del sufrimiento serían algunas de ellas. 

Hoy en día la muerte se considera un tabú lo que genera actitudes que no ayudan a naturalizarla. ÁNGEL DE CASTRO

Cómo afrontarla

La actitud hacia la muerte es algo muy personal. Para Argilés, el primer paso es encontrarle el sentido a la vida. «Debemos preguntarnos qué espera la vida de nosotros, más que lo que nosotros esperamos de ella», asegura la psicóloga. La trascendencia y la espiritualidad juegan un papel clave en este proceso. «Lo importante de trascender por la vida es cómo llegamos a la muerte. La espiritualidad nos permite hablar de la trascendencia y encontrar el sentido a la vida», apunta. 

Respecto a las actitudes positivas, Argilés asegura que es fundamental decir toda la verdad sobre la muerte, permitir la despedida, reconocer y expresar los sentimientos que causa y enfrentar el duelo de forma natural. Lo más importante, además, es que todos los miembros de la familia participen del proceso por igual, incluidos los niños, que muchas veces son los grandes olvidados. «Con los niños es fundamental trabajar desde casa y desde el aula todas estas cuestiones y ofrecer recursos. Con ello podemos romper tabúes y hablar de la muerte con naturalidad», asegura Argilés. 

Para la psicóloga también juegan un papel importante los cuidados durante el final de la vida. La medicina paliativa es clave para la persona moribunda y la familia, los grupos de soporte pueden aportar estrategias y conocimientos para enfrentar ese momento pero, lo más importante, es que el entorno acompañe, escuche, observe y, sobre todo, permita y se permita. 

¿CÓMO SE DEBE AFRONTAR LA MUERTE?

  • Decir la verdad. Tanto la familia como el muriente siempre deben saber la verdad. Hay que romper el pacto de silencio que hay alrededor de una muerte y en el caso de enfermedad terminal, es recomendable que las dos partes sean conscientes en todo momento.
  • Permitir despedirse. Las dos partes deben poder despedirse, incluso los niños. «¿Causará dolor? Sí, muchísimo. Pero esa persona se empodera por el simple hecho de haber podido hacerlo», apunta la experta.
  • Reconocer y expresar sentimientos. Es bueno poder expresar lo que una persona siente. Una persona que está muriendo debe poder expresar sus sentimientos y la familia también. También deben expresarse la persona que está en duelo y quien le cuida.
  • Mantener actividadeS. En un momento de duelo es lógico que algunas actividades puedan dejarse a un lado, pero es recomendable retomarlas cuando pase el tiempo. Y, bajo ningún concepto, es recomendable hacer grandes cambios.

Fundación Mémora: recursos para ayudar a las familias

Fundación Mémora trabaja desde hace años en ofrecer recursos a las familias para abordar todo aquello relacionado con el final de la vida. En el caso del duelo, por ejemplo, se ofrecen servicios de acompañamiento como un teléfono de atención psicológica las 24 horas del día, grupos de duelo y espacios de palabra, la comunidad web ‘Tu apoyo en red’, acompañamiento psicológico y espacios para el recuerdo. 

A todo ello se suman las Aulas Mémora, que a través de charlas divulgativas y de sensibilización sobre temáticas como el duelo o la gente mayor dirigidas a la población general, se tratan diferentes cuestiones con profesionales de ámbitos distintos como la enfermería, la psicología, el trabajo social y la abogacía, entre otros. 

Por otra parte, Fundación Mémora impulsa el Observatorio Ciudades que cuidan, un proyecto que busca involucrar a la sociedad en el proceso final de la vida con estudios e informes relativos a la soledad no deseada o a la muerte en soledad.