El futuro de los centros de mayores
La pandemia, un acicate para cambiar el modelo de residencias en Aragón
Casi 15.000 residentes han pasado el covid hasta la fecha / La DGA invertirá 64 millones en las unidades de convivencia

Una residente disfruta del aula sensorial, ya abierta en la residencia Romareda. | ÁNGEL DE CASTRO / ÁNGEL DE CASTRO

Los mayores han sido las grandes víctimas del coronavirus. Los contagios y los fallecidos se multiplicaron en las residencias, donde la pandemia tuvo mayor impacto, ya que los residentes vivían agrupados; fue difícil sectorizarlos (en ocasiones se confinaron en su habitación) y separarlos para evitar contagios. En Aragón murieron 1.874 residentes (1.109 con covid confirmado por prueba diagnóstico; y 765 con síntomas compatibles pero no confirmados), lo que supone un 37,8% del total de fallecidos. Los contagiados ascendieron hasta 14.912, según datos acumulados hasta finales de septiembre por el Imserso. Una cifra que toma relevancia ya que actualmente son unos 16.500 los aragoneses que viven en residencias (se desconoce cuántos lo hacían antes de la pandemia, porque solo había que presentar plazas, no ocupación). En la última semana del mes pasado hubo en centros residenciales 22 nuevos positivos y ningún fallecido.
Esto en Aragón, ya que a nivel nacional fallecieron a causa del coronavirus más de 34.000 mayores que vivían en residencias. En la última semana han sido 13.
«Los contagios fueron como en el resto de población y ya en el momento de la vacuna han bajado las cifras», reconoce Paquita Morata, gerente de Arade (Asociación Aragonesa para la Dependencia); una percepción que comparte Emilia Bergasa, presidenta de Lares (Asociación de residencias y servicios –sector solidario–). De hecho, estos días se completa la vacunación con la cuarta dosis a los residentes. También están de acuerdo en que hay otras medidas que han llegado para quedarse porque «la gravedad del covid ha pasado pero no el covid y hay otras enfermedades que hay que evitar el contagio masivo», señala Bergasa. Morata insiste en que «una serie de pautas higiénicas que ya se tenían, ahora se han extremado, como el lavado de manos», más de lo que se hacía hasta ahora.
La pandemia ha puesto de manifiesto que hacía falta un nuevo modelo de residencias. El actual había funcionado, pero era necesario modernizarlo. En Aragón, desde 2018 –antes de que nadie se imaginara qué iba a pasar-- ya se estaba evaluando una nueva organización de los centros residenciales. El covid lo paralizó todo y ahora se ha retomado y demostrado que la comunidad estaba en el buen camino, dicen las residencias. Pero no solo en las dependientes del Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS) sino también en las privadas y en las dependientes del Tercer Sector.
Actualmente, en la comunidad hay 280 centros de mayores, 60 de las cuales son de los ayuntamientos; 121, pymes y el resto depende del IASS. La media de residentes es de 60, por lo que «no son grandes», reconoce la consejera de Ciudadanía del Gobierno de Aragón, María Victoria Broto.
«La sectorización es esencial», reconoce la presidenta de Lares, ya que, «aunque esperamos que no ocurra nada semejante», se ha puesto en marcha un plan de emergencia y la prudencia entre los mayores se mantiene todavía.
Tanto desde la consejería de Ciudadanía como desde Arade y Lares se insiste en que este nuevo modelo ya se había comenzado a analizar antes de la pandemia. La atención centrada en la persona, poner al residente en el centro es esencial. ¿Pero qué supone esto? Es conocer la historia de vida, trabajar en los gustos de cada uno, porque de lo que se trata es de que no sienta que está en una residencia sino que está en su hogar. Saber si uno es religioso, de un equipo de fútbol, si le gusta madrugar, si le gusta leer, jugar al ajedrez u otra actividad.
Desde Lares, junto al Gobierno de Aragón y la Fundación Pilares han impulsado un proyecto que servirá para analizar y comparar cómo funcionan las residencias con unidades de convivencia o sin ellas, con formación de los trabajadores para trabajar individualmente con los usuarios y la tenencia de personal de referencia. En el estudio participan 24 residencias de cuatro comunidades autónomas, entre ellas siete aragonesas. Aunque la iniciativa comenzó antes del verano, a finales de este mes tendrán un encuentro en el que se analizará «cómo se está avanzando y en qué se puede trabajar», señala Bergasa.
La formación del personal es esencial para este nuevo modelo, ya que no se trata solo de nuevas infraestructuras sino de un cambio de filosofía, de cómo se trabaja. «Son Planes de acción de vida», señala la gerente de Arade, porque aunque ya conocían a los residentes, se trata de saber sus gustos y hacerlo de forma más pautada. También se eliminan las sujeciones, «la persona está en el centro», insiste; por lo que habrá que ofertar actividades para que sea él quien elija, o en su defecto la familia, ya que es quien mejor conoce al mayor.
Situación económica
Esta adaptación necesitará de inversiones económicas ya que hay que hacer cambios en las instalaciones para convertir los centros en unidades de convivencia, pero ahora «no estamos en el mejor momento», señala Paquita Morata; pero se hace; ya que avanza que «habrá un invierno duro por la inflación, el aumento del coste de la energía y de la cesta de la compra». En el caso de los miembros de Arade, muchas residencias «intentan mantener los precios» pero la situación es «preocupante», por eso piden a la consejería que «haya apoyo a las familias para cumplimentar la pensión», dice.
También Emilia Bergasa es consciente de que la economía es lo más dificultoso porque «hay que cambiar las estructuras» de los centros pero no solo pensando en los residentes de hoy «sino también en los del futuro», de ahí que la legislación no sea obligatoria en cuanto a las unidades de convivencia hasta 2030, precisa la presidenta de Lares.
En su caso, asegura que como la situación no cambie y siga el alza de precios tanto del combustible como de la luz y de los alimentos «algunas tendrán que cerrar», ya que en su caso no suben los precios sino que subirá «para las entidades que tenemos detrás». Por eso insiste que esta actualización «está siendo costosa para todos, para la Administración, para el sector privado y también para el Tercer Sector», así que «debemos sentarnos a ver qué financiación vamos a tener».
Para impulsar este nuevo modelo centrado en la persona, con la historia de vida de cada uno en primer término, desde el Gobierno de Aragón se van a invertir 64 millones de euros procedentes de los Fondos de resiliencia. Está prevista la creación de dos nuevos centros, en Ateca y Valdefierro, ya concebidos como centros abiertos a la comunidad y divididos en unidades de convivencia, pero también se van a reformar y equipar otras residencias.
En concreto, se habilitarán hasta 20 unidades en los centros del IASS, con los de Romareda y Ciudad de Huesca como pioneros, ya que podrían estrenarse antes de final de año; pero también se van a destinar 16 millones para avanzar en este mismo modelo para el resto de centros. Porque las obras son esenciales, pero también otros programas de envejecimiento activo porque los mayores de las residencias siguen queriendo ser parte activa de la sociedad.
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