El Periódico de Aragón

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A FONDO

Con acuerdos ganamos

Mientras los bancos, las empresas energéticas y las grandes empresas anuncian beneficios nunca vistos y mantienen sus márgenes, la patronal española se niega a la negociación. Ello solo nos ha dejado un planteamiento: salario o conflicto. Preferimos el diálogo, el acuerdo. Esperamos que los empresarios lo entiendan

Imagen de una de las pancartas reivindicativas en la pasada manifestación del 1 de mayo en las calles de la capital aragonesa Ángel de Castro

Seguramente nos falta perspectiva histórica para comprender el momento en que vivimos. Las crisis que vienen sacudiendo este primer cuarto de siglo pueden tener causas distintas, pero es obvio que podemos intuir una continuidad o que, al menos, somos capaces de hilarlas en un relato que tiene más claridad hacia el pasado que hacia el futuro.

Es importante también repasar las recetas que se han aplicado a las distintas afecciones que se han sucedido. Tras las catástrofes de la primera mitad del siglo XX se impuso un consenso keynesiano en occidente que en muchos países aún se recuerda como el motor de tres décadas, los treinta gloriosos, de prosperidad y, sobre todo, de crecimiento y consolidación del estado del bienestar. Vino después una reacción neoliberal que puso en cuestión ese consenso y que aprovechó el agotamiento del modelo soviético para expandir una economía global, caracterizada por la circulación libre del capital.

Y, finalmente, ese supuesto equilibrio eterno se rompió cuando en 2008 descubrimos que la libertad sin límites del capital podía acabar generando crisis también globales y muy dolorosas para aquellos que no las habían provocado. Las soluciones fueron, a partes iguales, injustas y desestabilizadoras. Injustas porque se rescató a quienes habían provocado la crisis y se castigó con el desempleo y la devaluación salarial a quienes no habían tenido participación en el festín previo. Y desestabilizadoras porque el crecimiento de la pobreza y el sentimiento de abandono de las clases populares arrasó el sistema político que había permitido mantener democracias estables.

Nueva crisis

La siguiente crisis global, la provocada por el virus del covid, se afrontó de una manera completamente distinta. Se tomaron medidas que protegieron no solo a las empresas, sino también a los trabajadores. El escudo social levantado por el diálogo social, ayudado por una Europa que había tomado buena nota del potencial destructivo de las soluciones neoliberales, permitió una salida más rápida de la crisis, y sobre todo más solidaria.

Nos encontramos ahora ante una tercera crisis, cuyas causas son en parte consecuencias de la parálisis y reactivación de los mercados globales, y han sido agravadas por la invasión de Ucrania por parte de Rusia. El resultado final es una inflación disparada en todo el mundo que amenaza, sobre todo y una vez más, la economía de los trabajadores y las trabajadoras.

Con un IPC que en España lleva moderándose en los últimos tres meses, pero cuya media anual está prácticamente en el 9%, los sueldos, según datos de octubre del Ministerio de Trabajo, apenas alcanzan el 2.6% de incremento, por lo que la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores ronda los seis puntos. Peor todavía, si atendemos a la estructura de gasto de las familias más vulnerables, y teniendo en cuenta el incremento de los precios de los alimentos, los gastos del hogar y el transporte, muy por encima del índice general, los trabajadores están perdiendo probablemente en torno a diez puntos de poder adquisitivo real.

Reparto de cargas

En esta situación, el planteamiento que los sindicatos hemos hecho ha sido de reparto de cargas ante un sobrecoste que nos viene impuesto desde el exterior. Hemos pedido medidas al Gobierno, que las ha tomado en la buena dirección, dando ayudas a los más vulnerables y revalorizando salarios públicos y pensiones y, esperemos que en justa medida, el salario mínimo interprofesional. Y hemos solicitado a la patronal la negociación y firma de un acuerdo que permita repartir costes entre los márgenes empresariales y los salarios, estableciendo incrementos salariales moderadas para los próximos tres años y cláusulas que garanticen a medio plazo el mantenimiento del poder adquisitivo.

Pues bien, mientras los bancos, las empresas energéticas y las grandes empresas en general anuncian beneficios nunca vistos, mientras el conjunto de las empresas mantiene sus márgenes y contribuyen con ello a una mayor escalada de los precios, la patronal española se niega a la negociación. Ello solo nos ha dejado un planteamiento: salario o conflicto. Si ellos no son capaces de dialogar, o si simplemente pretenden que esta crisis la vuelvan a pagar los trabajadores, nosotros no tenemos otro camino que la confrontación, la movilización y la obtención, mediante el conflicto, de los incrementos salariales que muchos trabajadores necesitan simplemente para subsistir.

Preferimos el diálogo, el acuerdo. Nosotros sí hemos sacado consecuencias de la historia, y somos conscientes de que, aunque no lo veamos aún, el mundo está abocado a cambios que la tecnología y el desafío climático van a propiciar. Sabemos que afrontarlos al grito de sálvese quien pueda lleva a la catástrofe. Esperamos que los empresarios entiendan que el diálogo no debe limitarse a repartir las cargas de la crisis actual, sino que debe sentar los cimientos de consensos más amplios que nos permitan abordar con éxito un futuro incierto.

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