ATENCIÓN SANITARIA

Clamor social en la margen izquierda de Zaragoza para reformar el hospital Royo Villanova

Los vecinos exigen el lavado de cara a un centro que se ha quedado "viejo y pequeño" y temen que el anuncio del Gobierno de Aragón sea "un brindis al sol" / Los principales problemas son la falta de espacios, de camas y de aparcamiento

Las grandes terrazas de las habitaciones del Royo Villanova son las originarias de cuando el centro abrió para atender a pacientes tuberculosos.

Las grandes terrazas de las habitaciones del Royo Villanova son las originarias de cuando el centro abrió para atender a pacientes tuberculosos. / EL PERIÓDICO

Ana Lahoz

Ana Lahoz

La petición es histórica, por lo que la sola idea de pensar en un hospital Royo Villanova renovado, más amplio y moderno ilusiona a los vecinos de los barrios de la margen izquierda de Zaragoza y a todos los pacientes del sector sanitario 1 a los que les corresponde este centro. De momento, hay una intención anunciada por parte del Gobierno de Aragón de acometer una reforma integral a finales de 2023. Sin embargo, a esa posibilidad le acompaña un halo de escepticismo por parte de los vecinos de la zona, que temen que ese anuncio fuera «un brindis al sol» con las elecciones a la vuelta de la esquina.

Lo que está claro es que el Royo Villanova hace años que no pasa por su mejor momento y adolece de tantas deficiencias que a los usuarios (su población de referencia son más de 200.000 habitantes) les cuesta enumerar una sola. «Las urgencias están siempre sobresaturadas y el servicio se ha quedado tan pequeño que, ahora, la sala de espera está en unos barracones», dice Rafael Tejedor, presidente de la Asociación de Vecinos del Arrabal. A ello se suma una falta de camas «impresionante» que deriva en «constantes» derivaciones y una cartera de especialidades que conlleva «situaciones surrealistas», según Tejedor. «¿Qué sentido tiene un ingreso en el Royo para un catéter si, al final, una ambulancia te traslada al Servet y, después de la intervención, te devuelve al Royo. No lo veo normal», cuenta tras vivir esta situación en primera persona.

El hospital está rodeado de pinos y de una zona verde.

El hospital está rodeado de pinos y de una zona verde. / EL PERIÓDICO

La instalación, además de obsoleta y antigua, tiene una organización de sus espacios arcaica, originaria de 1954. «La farmacia hospitalaria está en la planta baja y para llegar a ella hay que pasar por el almacén de camas. El gimnasio es tan pequeño que una cinta de rehabilitación está en el pasillo, sin privacidad alguna para el paciente, mientras que la cafetería está en un edificio al margen», añade Tejedor.

"¿Qué sentido tiene un ingreso en el Royo para un catéter si, al final, una ambulancia te traslada al Servet y, después de la intervención, te devuelve al Royo. No lo veo normal», dice Rafael Tejedor, de la Asociación de Vecinos del Arrabal.

Durante la pandemia, por ejemplo, la antigua capilla se habilitó como uci ante la falta de espacios. «Hay que hacer una reordenación total. El Royo Villanova no es digno de ser el tercer hospital de la comunidad con las instalaciones actuales», dice Tejedor, a quien el anuncio de la reforma integral le pilló «por sorpresa», asegura. «Somos desconfiados y veremos cómo se hace. ¿Qué pasará mientras se hagan las obras? ¿Se trasladarán pacientes a otros hospitales que ya tienen un alto grado de saturación ¿Tenemos capacidad de absorber a todo?», se pregunta.

Mala comunicación en transporte público y falta de aparcamiento

La comunicación con el Royo Villanova tampoco es lo más cómodo. Hay dos líneas de autobús urbano (la 30 y la 29) que tienen unas frecuencias de entre 15 y 30 minutos, lo que dificulta el acceso. Sin bus, la opción pasa por el taxi o por el coche particular. En el caso de usar este último, el usuario afronta otro inconveniente: el aparcamiento.

Esto lo conoce bien el alcalde de San Gregorio, José Antonio Hernández, que afirma que las calles de su barrio están «colapsadas» de coches y de tráfico «día sí y día también. De hecho, ahora se va a acometer la primera fase para adaptar el antiguo campo de fútbol de San Gregorio en un parking provisional. «No solo es el personal de todos los turnos del hospital y las visitas, sino también los trabajadores del Instituto de Medicina Legal, del colegio de Educación Especial de Cedes y del barrio en general. Las mañanas son desastrosas. Tenemos informes que hablan de un flujo de tráfico de entre 3.500 y 4.000 personas cada día. Nos invaden el barrio», dice visiblemente molesto.

La tuberculosis propició su edificación en los años 50

El hospital Royo Villanova se inauguró en los años 50 como centro de atención especializada para pacientes afectados por la tuberculosis. En aquellos años, la enfermedad estaba en plena expansión en el país y la epidemia se trató de paliar con la construcción de una serie de hospitales para tratar a estos enfermos, aquejados de procesos respiratorios y pulmonares.

Precisamente por esto, el Royo Villanova, conocido tradicionalmente como El Cascajo por la cantidad de fragmentos de piedras extendidos por la zona, se construyó en un lugar alto, aislado de la gran ciudad y rodeado de pinos.

El fin para el que nació hizo que el hospital contará con habitaciones muy amplias, acompañadas de grandes terrazas que, actualmente, se mantienen. Todas ellas se orientaron al sur de manera intencionada, con el objetivo de que los pacientes pudieran salir a ellas por las mañanas a tomar el sol y respirar aire puro.

Fue el 14 de diciembre de 1956 cuando se produjo el primer ingreso en el Royo Villanova, tal y como contó este diario en un reportaje de 2017. La ampliación de servicios se produjo en la década de los 60, cuando crecieron los pacientes bronconeumópatas y se incrementaron los tratamientos de las cardiopatías. Entonces, el Royo Villanova cambió su denominación inicial por la de hospital de Enfermedades Torácicas.

En San Gregorio viven unas 600 personas para las que el hospital ha sido su «compañero de viaje» toda la vida. Sufren las deficiencias de las inmediaciones, pero también las del interior como pacientes del centro. «Nos sentimos felices de tener un hospital tan cerca y una posible reforma la acogemos con ilusión, pero solo me creo lo que viene firmado por escrito. Mientras tanto asistimos a un hospital viejo, con un mantenimiento desastroso, con material antiguo y falta de camas», dice Hernández. «Cuando las competencias de Sanidad pasaron a las comunidades, yo ya estaba metido en la junta de salud de los barrios y ya manifesté que ese hospital público nacía pequeño», apunta, al tiempo que indica que San Gregorio está en expansión y tiene proyectadas varias construcciones de vivienda nueva.

Listas de espera

El hospital tampoco es ajeno a las lista de espera. En estos momentos, casi 350 pacientes aguardan una operación desde hace más de seis meses. Prácticamente, todos ellos (338) son de la especialidad de Traumatología. A ello hay que sumar las esperas para pruebas diagnósticas. «En el exterior hay un camión para las resonancias magnéticas que es de baja calidad. Hay especialistas que se niegan a hacer ahí pruebas», cuenta Juan Antonio Andrés, presidente de la Asociación de Vecinos de La Jota.

"Cerraron las urgencias infantiles y nada más se supo de ese cierre. Ahora vemos cómo lo está pasando el Infantil y te preguntas, ¿por qué no lo vuelven a reabrir?", dice Juan Antonio Andrés, de la Asociación de Vecinos de La Jota.

Uno de los graves problemas» que observa Andrés, además de la mala comunicación del hospital con Zaragoza, está en la pérdida de las urgencias infantiles en el Royo Villanova, un servicio que dejó de prestarse durante la pandemia y que no se ha recuperado. «Nada más se supo de ese cierre. Ahora vemos cómo lo está pasando el Infantil y te preguntas, ¿por qué no lo vuelven a reabrir?», dice. En este sentido, fuentes del Departamento de Sanidad del Gobierno de Aragón indican a este diario que en la futura reforma del Royo «todo es posible», de tal modo que las urgencias infantiles podrían regresar.

Los vecinos de La Jota tienen 22 minutos hasta el hospital «en un día de buena circulación», pero muchas veces, por la saturación o por la falta de recursos, acaban derivados en el Provincial. «Esa es otra odisea porque hay que ir al centro de la ciudad, no hay comunicación directa con bus desde el Royo y si vas en coche, aparcar es inviable», dice Andrés, también escéptico con la reforma. «Pinta a promesa electoral y a brindis al sol. No nos creemos nada», dice.

Desde su punto de vista, lo mejor sería edificar un nuevo hospital, «desde cero», porque la expansión de población continúa en la margen izquierda de Zaragoza. «Tenemos los terrenos de Aceralia, en el Picarral, totalmente parados. Es algo que se podría valorar porque, ahora mismo, el Royo Villanova no da buen servicio a la zona. El ayuntamiento y el Gobierno de Aragón deberían ponerse las pilas», puntualiza.

"Si un vecino de Juslibol quiere llegar al Royo en transporte público, la situación le supone ir de barrio en barrio para enlazar el tranvía con un autobús. Lo mejor que te puede pasar es tener coche", dice Miguel Ángel Velilla, alcalde de Juslibol.

Desde Juslibol, su alcalde Miguel Ángel Velilla pide «no escatimar recursos» para llevar a cabo la reforma, «gobierne quien gobierne», dice. Si un vecino de aquí quiere llegar al Royo Villanova en transporte público, la situación le supone «ir de barrio en barrio» para enlazar el tranvía con un autobús. «Lo mejor que te puede pasar es tener coche», asegura. «Al hospital hay que dotarlo de unas mejores infraestructuras y de equipamientos para aportar al paciente más confort y seguridad», explica.

Sin urgencias infantiles

Tener más personal u «optimizar» las listas de espera «con derivaciones a la privada si es necesario», son las peticiones de Velilla, que también aboga por la vuelta de las urgencias infantiles. «Espero que la DGA cuente con los barrios para la reforma. La vía más adecuada es que en los Consejos de Salud, donde estamos representados los vecinos, se tenga en cuenta nuestra opinión», apostilla.

Desde la Asociación de Vecinos Puente de Santiago, en el Actur, consideran que es «inaceptable» que haya «plantas cerradas» en el hospital, porque eso «imposibilita acoger más ingresos», dice Alberto Andrés, portavoz del Consejo de Salud del barrio. «Debe elaborarse un plan completo de actuaciones de cara al futuro que contemple una ampliación, más actividad de quirófanos para reducir las listas de espera, buenos equipos de limpieza y una remodelación total de las Urgencias», indica.

Durante la pandemia, la antigua capilla se habilitó como uci.

Durante la pandemia, la antigua capilla se habilitó como uci. / EL PERIÓDICO

De igual modo, también reclaman que vuelvan las urgencias pediátricas y una reordenación de las líneas de buses, tanto para las poblaciones rurales como para la zona urbana. «Habilitar una lanzadera para conectar el final de la línea del tranvía con el hospital sería una solución, así como crear un carril bici», señala Andrés.

"Es inaceptable que haya plantas cerradas en el hospital porque eso imposibilita acoger más ingresos. Las listas de espera se tienen que reducir y en el Grande Covián hay demoras para pruebas", dice Alberto Andrés, de la asociación Puente Santiago.

La asociación, dada la saturación que sufre el Royo Villanova al ser referencia para un sector 1 tan amplio, apunta que la reforma no solo debería darse en el hospital, sino también en el centro de especialidades. En estos momentos, en el Grande Covián también hay «largas esperas para pruebas», por lo que desde Puente Santiago creen que habría que crear un nuevo centro de este estilo para «para acoger consultas del hospital y desocupar allí espacio», indican.

Además, muchos de los pacientes del Royo son personas mayores con patologías crónicas y los vecinos echan en falta una residencia pública en la margen izquierda para facilitar su atención. De hecho, en octubre salieron a la calle para reclamar su construcción en un solar abandonado del Actur, donado al Ministerio de Defensa por la DGA y que lleva sin uso 29 años.

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