Resumen de 2022

El cambio climático ha asolado Aragón en este 2022

Los incendios marcaron un verano con récord de hectáreas calcinadas por las llamas / El año más caluroso de la comunidad desde que se tienen registros y la sequía como tónica general alertan de la necesidad de actuar

Un corzo huye del incendio que tuvo lugar en el Moncayo, en agosto de 2022.

Un corzo huye del incendio que tuvo lugar en el Moncayo, en agosto de 2022. / ANGEL DE CASTRO

El año 2022 se ha caracterizado por un verano en el que los incendios asolaron más de 20.000 hectáreas y también pasará a la historia por ser el más caluroso desde que se comenzaran a hacer mediciones allá por 1961. Pero no solo es el que más temperatura ha alcanzado si no que además es el quinto más seco con respecto a la serie. Un cóctel perfecto que señala que el cambio climático se está acelerando y que hay que empezar a actuar ya.

El fuego fue, sin duda, el desagradable protagonista del verano en la comunidad. 20.258 es el resultado final, a lo largo del año, de hectáreas calcinadas por los más de 460 incendios (incluidos conatos) que se extendieron por Aragón, sobre todo entre junio y agosto. Entonces destacaron, sobre todo, el de Ateca, con más de 10.000 hectáreas calcinadas, provocado por la chispa de la maquinaria de una empresa de reforestación; y el del Moncayo, que arrasó con 8.250 hectáreas y también activado por una chispa, aunque esta vez por una torre eléctrica.

Más allá de los dos incendios más destructivos, 2022 cierra como el peor año desde 1994 para el territorio aragonés. Entonces, más de 31.000 hectáreas fueron quemadas por las llamas. Otro dato para repensar las políticas sobre el fuego y el verano y para evitar que el caos de este año sea el inicio de una situación aún peor: entre 2011 y 2021 se quemaron unas 42.100 hectáreas, solo en 2022, más de 20.000.

En agosto, los termómetros marcaron 52 grados en el Paseo María Agustín.

En agosto, los termómetros marcaron 52 grados en el Paseo María Agustín. / ANGEL DE CASTRO

Temperatura

En cuanto a la temperatura y a falta de diciembre, el año que acaba es el más caluroso desde que hay registros, 1961, ya que se considera este año como punto de partida con estaciones de recogida de datos semejantes a las actuales. Y es que, aunque ahora se vivan unos días en los que el frío, sin ser excesivo, está haciendo acto de presencia, ha habido anomalías térmicas durante casi todos los meses del año (con una media de casi dos grados y en algunos momentos con cuatro grados por encima de lo habitual).

Salvo tres meses en los que desde la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) se han considerado normales o de frío (enero, marzo y abril), el resto han oscilado entre muy cálido y extremadamente cálido.

Y no solo en verano (ya que en el aeropuerto de Zaragoza, 10 días se superaron los 40 grados; y en el caso de Valdespartera, 20) donde las olas de calor se han ido sucediendo, siendo la primera en mayo, con temperaturas elevadísimas para la época del año (tanto, que algunas piscinas decidieron abrir sus puertas anticipadamente); pero también en julio, cuando, por ejemplo, la capital aragonesa ya había acumulado más de 30 noches tropicales (es decir, que no bajaban de los 20 grados).

Esta anomalía en positivo se ha mantenido durante todo el año; en febrero fueron dos grados más de lo habitual; y en mayo, de 3,5, aunque en Canfranc fue de un grados más. Y Daroca batió su propio récord al alcanzar el día 21 los 36º, la temperatura más alta de un mes de mayo desde 1910. Esas anomalías en positivo las han ido batiendo las tres capitales de provincia durante todos los meses, llegando a ser la serie más alta o entre las más altas desde que se tienen datos. También en otros muchos puntos de Aragón. En julio esa anomalía fue de 2,5 grados (en Teruel de 3,5); y en octubre de 4 (casi 5 en Sos del Rey Católico).

Lluvias

En cuanto a las precipitaciones, ha sido un año seco, ya que Aragón ha sido deficitario respecto a lluvias. Además, se han concentrado en algunos puntos, siendo muy secos los meses de enero, febrero, mayo, junio, septiembre y octubre; húmedos o muy húmedos mayo, abril o julio; y normal, agosto y noviembre. Por eso, 2022 ha sido el quinto más seco de toda la historia. Los valores negativos han sido casi la tónica general del año (salvo marzo, con un 211% más de lo habitual), pero lo que ha prevalecido son los momentos puntuales de lluvias. En enero, por ejemplo, en Barbastro llovió un 1% de lo habitual, y en Canfranc, un 121%. En marzo, en Mosqueruela ascendió al 466%; y en septiembre, mes seco en general, las tormentas dejaron un 437% más de agua en Teruel. En octubre y noviembre se ha mantenido la irregularidad y diciembre lleva el mismo camino.

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