El derribo de un centro comercial ya no es solo cosa de los Estados Unidos. Al otro lado del charco ha hecho estragos el apocalipsis retail, término con el que se describe al cierre masivo de estos complejos por el auge de las ventas por internet. Salvando las distancias, Zaragoza abre la espita de este fenómeno en España con la demolición parcial de Plaza Imperial en las próximas semanas. Un final ruinoso para un complejo que abrió a bombo y platillo en los tiempos de vino y rosas de la Expo. Sus cifras eran faraónicas, con 132.000 metros cuadrados de superficie alquilable, una galería de 170 locales, 4.000 plazas de aparcamiento y cerca de 5.000 empleos. La inversión ascendió a 325 millones de euros, de los que 230 los puso el promotor de las instalaciones, una ingente cantidad de dinero que en su mayor parte ha acabado en el atolladero.
El fracaso del proyecto ha dejado paso a unas instalaciones fantasmagóricas y un erial de asfalto, muestra palpable del agotamiento de estos macrocomplejos por la saturación de la oferta. Mucho centro comercial para pocos habitantes. Zaragoza es la provincia con mayor densidad comercial en España, con 702 metros cuadrados por cada mil personas, justo el doble que la media nacional (349), según el último informe The Retail Property Telescope, elaborado por la consultora EY. Aunque la realidad es que una parte importante de los casi 500.000 metros cuadrados que suman los activos del retail autorizados están hoy vacíos. Sin llegar a la situación tan límite como la mastodóntica mole de la carretera de Madrid, son varios las galerías y centros de compras que están a medio gas o con una baja ocupación, lo que hace sembrar dudas sobre su futuro. En la situación opuesta se encuentran Puerto Venecia y Grancasa, que han sabido mantener su éxito y tirón comercial.
El naufragio del complejo de tiendas situado a las puertas del floreciente polígono Plaza no obedece a un única causa sino a una concatenación de circunstancias que ha jugado en su contra, como el fracaso inmobiliario de Arcosur, un nuevo barrio próximo al centro donde se planteaban construir 21.000 viviendas.Todo ello para disgusto de los inversores vascos (Procom y Eroski) que promovieron las instalaciones, en las que invirtieron 230 millones. El único provecho que sacaron del proyecto fue una sentencia del Tribunal Supremo, que en 2024 obligó al Banco de Irlanda a pagarles 103 millones por incumplir un acuerdo de compra del mismo. El centro fue vendido finalmente en 2018 por apenas 15 millones –el 6,5% de lo que costó– a la firma madrileña Inversiones Carney.
Los actuales dueños han optado por demoler parte del complejo para la instalación del hipermercado estadounidense Costco, al que le traspasaron una parcela 50.000 metros cuadrados por un importe que no ha trascendido. También quieren derruir el resto de la galería comercial para transformar sus usos para naves logísticas, pero esta propuesta está ahora en punto muerto.
Plaza Imperial abrió sus puertas el 3 de septiembre de 2008 en un acto que congregó a 2.000 personas y que incluyó un concierto del grupo La Unión. La plana mayor del mundo político y empresarial de la comunidad no faltó a la cita, donde el corte de la cinta correspondió a Marcelino Iglesias y Juan Alberto Belloch, presidente de Aragón y alcalde de Zaragoza en aquel momento.
El complejo se vendió en 2018 por apenas 15 millones, el 6,5% de lo que invirtieron los promotores en su puesta en marcha una década antes
Un año antes se estrenaba el parque de medianas superficies, de 40.000 metros cuadrados, que se comunicaba con la galería de tiendas con un tren monorraíl. En esa parte se encontraba Autoplaza, un centro comercial del automóvil que abrió con 18 concesionarios y cerró al poco tiempo. Esta zona del complejo es la única que se mantiene a flote actualmente y sin amenaza de derribo, con el súper Family Cash y McDonalds como principales reclamos.
El que se presentó como el mayor centro comercial de Aragón tuvo su tirón en los primeros años, en los que eran habituales los atascos en los accesos los fines de semana, aunque la crisis económica tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria empezó a pasarle factura. Las cosas se le pusieron cuesta abajo en 2012 con el cierre del hipermercado Eroski y la apertura al completo de Puerto Venecia, un duro competidor que le acabó comiendo la tostada y arrebatándole algunos de sus mejores inquilinos. Desde entonces el goteo de clausuras fue incesante y progresivo. El otro gran mazazo llegó en 2013 con la marcha de Primark, que era la locomotora de la galería. Tras su despedida muchos otros negocios siguieron sus pasos.
La puntilla se la dio la llegada en 2020 de La Torre Outlet, el último centro comercial puesto en marcha en la ciudad, en los suelos de la antigua fábrica de Pikolín, que también le quitó algunos de los pocos comercios reconocidos que aún conservaba como Verdecora, Decathlon o Fifty. La poca vida que le quedaba se ceñía al ocio, que también se fue al traste en 2021 con el cierre de los cines Yelmo.