Un nuevo fenómeno social

El ‘phubbing’: el nuevo peligro que acecha a los adolescentes

El 45% de los jóvenes aragoneses admite que presta más atención a sus móviles que a su entorno / La adicción al teléfono y la sobreexposición en las redes está afectando a los procesos de socialización

Dos jóvenes observan sus teléfonos móviles mientras conversan entre ellos.

Dos jóvenes observan sus teléfonos móviles mientras conversan entre ellos. / ANDREEA VORNICU

Carlota Gomar

Carlota Gomar

Si eres de esos que no puede dejar el móvil cuando estás con otra persona o entre amigos, esto te interesa. Esta conducta tiene un nombre, phubbing, y se define como el acto de interactuar con el smartphone en lugar de hacerlo con las personas con la que se está físicamente. Vamos, de no prestarles atención o, al menos, toda la atención.

Un fenómeno que afecta a todos por igual, independientemente de la edad, pero que tiene mayores consecuencias emocionales en las mujeres y que se ha agravado entre los adolescentes, una etapa de su vida vital, ya que es el momento de mayor socialización y búsqueda de la propia identidad.

A día de hoy no resulta extraño ver a un grupo de adolescentes centrados en las pantallas de sus teléfonos móviles mientras disfrutan del tiempo libre juntos. Ojean sus redes sociales, responden a mensajes de WhatsApp y navegan por la red mientras están rodeados de amigos. El grupo de investigación EducaViva de la Universidad de Zaragoza ha publicado el artículo ¿Te importaría prestarme atención? El phubbing en la adolescencia como reto educativo en la convivencia digital y presencial que constata que prefieren expresar y desarrollar su personalidad a través de las redes sociales, donde se crean un potencian una personalidad propia.

El informe constata que ellas tienen más adicción al móvil y a las redes sociales pero también son las que más sufren cuando se sienten ignoradas, «perturbando su bienestar».

Una tendencia peligrosa que está afectando a la calidad de las relaciones interpersonales e interfiriendo en los procesos de socialización. En definitiva, se está dejando a un lado el valor de la empatía y la importancia de la escucha en favor de las pantallas, los emoticonos y la búsqueda del like.

En el estudio, realizado en ocho colegios aragoneses en tiempos de pandemia –entre noviembre y diciembre de 2020– con alumnos entre los 10 y 18 años, participaron 1.554 estudiantes, aunque solo se obtuvieron los datos referidos a la realización del phubbing y su efecto de 379 adolescentes, 168 chicos (44,3%) y 211 chicas (55,7%).

El informe constata que ellas tienen más adicción al móvil y a las redes sociales pero también son las que más sufren cuando se sienten ignoradas, «perturbando su bienestar».

Conforme aumenta la edad, mayores son las consecuencias y la frustración que sienta. Sin embargo, los jóvenes en general no perciben el phubbing como dañino porque están acostumbrados, lo han normalizado, y no son conscientes de las consecuencias que tiene.

En cifras

Yendo a los datos. Cerca de la mitad de los adolescentes aragoneses encuestados entre los 12 y los 14 años (un 45,2%) reconoce que ignora a sus amigos y familiares durante el transcurso de una conversación presencial (las de toda la vida) por prestar atención a su teléfono. Y, lo que es peor, admiten que el nivel es «elevado». La situación aumenta con la edad y el porcentaje se dispara hasta el 55% entre los jóvenes entre 15 y 17 años. El problema se acentúa entre las chicas.

El phubbing puede convertirse en una forma de exclusión social u ostracismo. Ambas comparten el hecho de ignorar a otra persona mermando la autoestima, el sentimiento de pertenencia o la satisfacción de las relaciones.

Ser uno de los que realizan phubbing, lo que se llamaría un phubber, no significa que no acabe sufriéndolo y convirtiéndose en un phubbe, es decir, en la persona ignorada. El 24% admite que no le afecta estar rodeado de amigos mirando el móvil. Al resto, a tres cuartas partes de la muestra, sí, y admiten sentirse ignorados, molestos y rechazados. Sentimientos que pueden ir a más, sobre todo entre las chicas, que acaban sintiendo frustración, desatención, soledad, rechazo o exclusión. El nivel de afectación también se incrementa con la edad.

Un problema en el que trabajar

Ana Belén Cebollero y Pablo Bautista son dos de los investigadores que «frieron a encuestas» a los jóvenes aragoneses que contaron su experiencia con el phubbing. «Tenemos que enseñar a hacer un uso responsable de las redes sociales y no hablar solo de los grandes problemas», explica Cebollero, que insta a familias, amigos y educadores a empezar a enseñar a «trabajar en el mundo real y en el virtual, porque ya convivimos en los dos entornos».

Para la investigadora, este fenómeno tiene ya «un impacto importante en la calidad de las relaciones sociales», porque entre sus efectos «potencia la mala relación e incluso puede convertirse en un modo de exclusión, si es algo que se hace en grupo hacia una persona».

Esas relaciones entre jóvenes y adultos, que a cada vez pasan más por los filtros de las redes, generan problemas más allá del acoso o el ciberbullying. «Estamos empezando a investigar, pero nos centramos antes en lo otro porque lo que genera es mucho más grave para las personas que lo sufren», asegura la investigadora.

En las consecuencias a largo plazo, Cebollero pone el ojo en la comunicación no verbal: «Afectará al modo de entender, nos perderemos cosas». La solución que plantea es guardar el turno, igual que pasa en una fila en un comercio: «Si lo vemos así, la persona que tenemos delante debe estar por delante de las que nos puedan decir algo por el teléfono».

Bautista, por su parte, valora como «positiva» la influencia de las redes sociales durante la pandemia, «que nos permitieron estar conectados». Sus efectos hoy están más en entredicho, en una acción que hacemos todos: «Durante la investigación me di cuenta de que yo también lo hago a menudo». Para Bautista, la línea de trabajo, en especial con los adolescentes, es solo una: «Guiar en los primeros encuentros con las redes, ayudar con el control y evitar que se produzcan pequeñas adicciones y malas conductas». 

El género es un hándicap. Las adolescentes están más enganchadas al móvil y, por lo tanto, son las que menos atención prestan en sus relaciones interpersonales. Pero a la vez son las que más lo sufren y a las que más les afectan. Una circunstancia que bien podría estar relacionada por la presión que sienten al proyectar una imagen perfecta de ellas mismas en las redes sociales, «generando una adicción hacia ellas a través de los refuerzos positivos que ofrecen».

Ellas necesitan más que los chicos ser aceptadas socialmente, de ahí que el sentimiento de rechazo o el miedo a sentirse excluidas sea mayor. Ellos no tienen a exponerse tanto a Internet y destinan más tiempo a los juegos online que a la propias redes sociales.

El phubbing puede convertirse en una forma de exclusión social u ostracismo. Ambas comparten el hecho de ignorar a otra persona mermando la autoestima, el sentimiento de pertenencia o la satisfacción de las relaciones. Puede incluso generar la sensación de ser invisible. Aquellos adolescentes con tendencia a la soledad, con menos habilidades sociales, acaban aislándose más, interactuando únicamente con sus teléfonos.

La educación en casa, donde se produce con demasiada frecuencia lo que se llama como phubbing paternal, en el que son los padres quiénes ignoran a los hijos, es el primer paso para evitar el deterioro de las relaciones interpersonales en favor del teléfono. También es importante que en el colegio se evite el uso del móvil, de ahí que estén prohibidos en las aulas.