A FONDO

La importancia económica y social de la Semana Santa para Zaragoza

En la ciudad de Zaragoza la Semana Santa, junto con un grupo privilegiado de otras ciudades en España, está reconocida como Fiesta de Interés Turístico Internacional por su singular atractivo

Procesión saliendo de la iglesia de Santa Engracia, en pleno centro de Zaragoza.

Procesión saliendo de la iglesia de Santa Engracia, en pleno centro de Zaragoza. / ÁNGEL DE CASTRO

Iván López

La Semana Santa es una conmemoración cristiana, y por lo tanto de carácter religioso, a la vez que de interés cultural y turístico. Su origen en nuestra ciudad se data en el siglo XIII, contando con más de 700 años de trayectoria, lo que hacen de esta celebración un evento de gran arraigo socio-histórico y parte intrínseca la identidad de la ciudad y sus habitantes.

Es uno de los periodos del año de más desplazamientos de viajeros, y así adquiere la doble dimensión de periodo vacacional y de celebraciones religiosas como motivación principal para visitantes, en especial en las ciudades caracterizadas por un turismo de sol y paya en el sur del país. De esta manera, se produce también un flujo importante de personas que aprovechan estos días para salir de la ciudad de vacaciones y descansar de tumulto urbano o escapar de la intensidad de estas fiestas.

La Universidad de Zaragoza, a iniciativa de Zaragoza Turismo, durante los últimos años ha realizado los informes anuales de seguimiento y caracterización del turismo en la ciudad. Sin embargo, el análisis concreto del impacto económico de la Semana Santa solo se ha llevado a cabo en el año 2019. Entonces se estimó dicho impacto económico total en 29,5 millones de euros, desagregado en su impacto directo de 16,4 millones (gasto de los y las turistas en aspectos como el alojamiento o los restaurantes, entre otros) y el impacto indirecto cercano a los 14 millones de euros (de los proveedores de empresas de la demanda turística, como hoteles, restaurantes o empresas de ocio).

El impacto económico

Es decir, aproximadamente representa un 4,4% del impacto económico del turismo a lo largo de todo el año, que se calculó en una cifra cercana a los 670 millones de euros. Desde el punto de vista del consumo, la estructura de gasto varía según se trate de turistas, excursionistas, residentes nacionales o en el extranjero, así como atendiendo al tipo de alojamiento preferido por quienes visitan la ciudad.

El informe realizado recientemente relativo al año 2022 recoge un impacto económico total a lo largo del año algo superior a los 605 millones de euros, y superándose el millón de visitantes. Es un dato muy positivo dado que, si bien por poco un margen estrecho no se alcanza la cifra antes indicada del año 2019, cabe tener en cuenta que durante los primeros meses del año pasado todavía estaban activas las medidas de restricción en la movilidad ciudadana dirigidas a afrontar la pandemia del covid 19.

De esta manera, a falta de un análisis específico de la pasada Semana Santa, realizando una estimación arriesgada, se puede cifrar un impacto de estas fiestas el año pasado en 26,7 millones de euros. Otros indicadores como por ejemplo el nivel de ocupación hotelera que suele rozar el 100% dan muestra de la importancia de estas fechas para la ciudad.

La actividad propia de las cofradías y hermandades, no solo durante estas fechas, sino a lo largo de todo el año, configuran un sector de actividad económica o industria propia, generadora de riqueza económica y de empleo, y que incluye la vertebración de un tejido económico y social más amplio de sectores periféricos vinculados a la misma, como los gremios de oficios tradicionales como la artesanía.

Las tradiciones

A través de las 24 cofradías situadas en la ciudad y los más de 16.000 cofrades que integran, junto con el apoyo del consistorio y otras entidades públicas y privadas, las actividades litúrgicas se traducen en unas 53 procesiones, en las que pueden llegar a participar 15.000 personas, e incluyen tradiciones como las saetas o las jotas, o el sonido de bombos y tambores.

Más allá de las estadísticas, la Semana Santa contribuye a la proyección turística de la ciudad hacia el exterior, pero también hacia el interior en cuanto a la imagen e identidad de la ciudad y de sus habitantes, y así a la interacción y conocimiento mutuo de las comunidades urbanas y las rurales (celebrándose en distintos municipios de Aragón), o entre las regiones del país, con sus diferencias y similitudes.

Con el tiempo el carácter cultural y festivo de la Semana Santa tiene un peso igual o mayor que el religioso, con lo que ello supone desde el punto de vista del turismo y del imaginario colectivo. Durante unos días cambia la significación social del espacio y el tiempo de la ciudad, en especial de los espacios públicos como las calles y plazas, y en particular del centro, donde se congregan gran número de personas en un ambiente lúdico.

No obstante, la cohesión social de estas fiestas y el sentido de comunidad implícito en las mismas, y en general de las fiestas populares, puede traducirse igualmente en tensiones sociales entre posiciones diversas en materia religiosa, o bien de estilos de vida y necesidades sociales (en particular, con menores de edad y la tercera edad, personas en situación económica precaria, o de residentes en las zonas de más afluencia de público), así como las derivadas del consumismo.

Optimismo por las cifras al alza

Durante la Semana Santa del presente año 2023 en la ciudad de Zaragoza cabe esperar que, por una parte, mejore en afluencia de visitantes e impacto económico dada la vuelta a la normalidad una vez superado el periodo de pandemia. Pero, por otra parte, afronta los desafíos de una coyuntura económica nacional (e internacional) marcada por la inflación y la incertidumbre económica.

A pesar de ello, hay lugar para el optimismo dada la tendencia positivas en las cifras antes indicadas, a la vez que por el potencial de la ciudad de Zaragoza por los atractivos con los que cuenta y señalados por sus visitantes en los distintos estudios realizados, como son su gastronomía, la habitabilidad y acogida de la ciudad y sus habitantes hacia sus visitantes, las buenas comunicaciones, la calidad de los servicios y hoteles, entre otros, y que forman parte de las campañas de promoción turística que lleva a cabo el consistorio.