CASO ABIERTO

Neus, la dulce inductora de un asesinato en familia contra la tiranía

Nieves Soldevilla mandó matar a su entonces esposo a sus hijos, consiguiendo asesinarlo mientras dormía

La Dulce Neus durante su arresto y de fondo la vivienda en la que se produjo el crimen.

La Dulce Neus durante su arresto y de fondo la vivienda en la que se produjo el crimen. / GALINDO / LOSADA

El verano de 1981 marcó la historia de la familia barcelonesa Vila Soldevilla cuando pasaba sus vacaciones en la casa que tenían en la localidad oscense de Esplús. Allí, la matriarca maquinó el asesinato de su esposo en el que ella no iba a mancharse de sangre, sino que lo iban a hacer sus hijos. «Ahora que papá está dormido es el momento», espetó con la dulce voz que le hizo mediáticamente conocida, momentos antes de que los tres vástagos de Juan se fueran pasando la pistola hasta que una de ellos, Marisol, descerrajó un disparo en la cabeza. La inductora fue condenada a 28 años de cárcel, mientras sus hijos mayores, los dos gemelos Juan y Luis, a entre 12 años y 9 años y Marisol, a cuatro en un internado.

Era mediodía de un cálido 28 de junio de 1981. El matrimonio y sus hijos ya habían comido e iban a proceder a echarse la siesta en la casa que el empresario de la construcción de 48 años tenía rodeada de campos de cereal. La pareja se subió al piso superior para ir a la habitación, mientras que los hijos se quedaron en el salón viendo la televisión con la compañía de su sirvienta, Inés Carazo. La única que no se queda a ver la emisión era La Casa de la Pradera es la hija mayor, María Nieves.

La Dulce Neus y Juan mantienen relaciones sexuales en la habitación y él tan solo vestido con un calzoncillo se quedó profundamente dormido sobre la cama. Para la matriarca era el momento, en mayúsculas, y bajó al salón en el que estaban sus hijos. Tres le acompañaron, los gemelos Juan y Luis, de 17 años, y Marisol, de 14. Les entregó una pistola Star de nueve milímetros corto, que era propiedad de la víctima si bien no tenía licencias de armas, cogiéndola en un primer momento entre sus manos uno de los gemelos, pero no pudo y se la dio al otro. Tampoco se atrevió, pero ahí estaba la joven Marisol. «Si no os atrevéis vosotros, lo haré yo», les aseveró antes de entrar sigilosamente en el dormitorio. Se acercó hasta la cama donde su padre dormía la siesta y le disparó en la cabeza mientras el resto eran espectadores de un crimen. Con su muerte se acaba la tiranía de un hombre que obligó a trabajar a sus hijos en la empresa desde los ocho años y no dudaba en imponerles castigos físicos. Había conseguido hacer de la nada un patrimonio de más de 300 millones de pesetas y eso le hacía vivir por y para el trabajo y así hacérselo ver al resto. Más allá de una personalidad de por sí fría, Juan reaccionaba ante cualquier contratiempo con una lluvia de improperios, palabrotas y juramentos que asustaban a quienes le rodeaban.

Debia dinero

Ella, que había tenido varios amantes, tenía el respaldo de sus hijos. De hecho, poco antes del asesinato había animado a su marido a suscribir un seguro a favor de sus hijos de 25 millones de pesetas. Curiosamente, Nieves Soldevilla debía 18 millones de pesetas por una estafa piramidal.

Tras cometer el crimen hizo subirse a toda la familia al coche y salir corriendo a Montmeló. De camino, a la altura del kilómetro 184 de la autopista de Zaragoza a Barcelona, hicieron una rápida parada para eliminar pruebas, para enterrar la pistola y los casquillos. Finalmente decidieron volver y dar parte a las autoridades.

La investigación la asumió la Guardia Civil de Binéfar. Tras tres meses de pesquisas estas dieron un giro de 180 grados, gracias a una criada a la que le debían dinero. En un primer momento pensaron que tratarse de un atentado político por puesto que Juan Vila era militante de Fuerza Nueva, pudiendo estar detrás ETA, el GRAPO o Terra Lliure. El hecho que la Dulce Neus afirmara que dos encapuchados llamaron al timbre y tras preguntar por su marido le ordenaron que se marchara.

«Parecía que todos estaban embrujados», declaró la empleada de hogar a los agentes al describir lo que vivía día a día y que tenía sentido ante las diferentes contradicciones de las declaraciones realizadas por los diferentes miembros de la familia.

Al final, la indagaciones del instituto armado concluyeron que todo respondió a un conjunto de sentimientos encontrados entre los hijos por la forma de ser de su padre y que este no quería darle el divorcio a la Dulce Neus, quien pensó varias formas de liquidar a Juan como suministrarle fósforo de las cerillas en el café.

No lo consiguió y decidió envenenar las mentes de sus hijos hasta el punto que antes del asesinato llegaron a realizar prácticas de tiro en pacas de paja de los campos próximos a la vivienda.

Una inducción presente tanto en las sentencias de la Audiencia de Huesca y del Tribunal Supremo que incidieron la «prolongada y refinada labor de instigación o inducción» de la Dulce Neus sobre sus hijos, que queda demostrada «por haber sido ella la que sugirió la idea de deshacerse del jefe de la familia pretextando que así ésta estaría más unida y más libre».

"No tenía intención de matar a mi marido"

Sobre los gemelos Luis y Juan Vila destacaron los magistrado que «aun cuando no realizaron ningún acto directamente dirigido a privar de la vida a su padre, estuvieron presentes y prestaron su asentimiento al acuerdo tomado por toda la familia de matarle, lo que si bien no es suficiente para considerarlos coautores, posteriormente realizaron actos que deben ser calificados como necesarios al fin perseguido».

Fueron las conclusiones a las que llegaron los magistrados tras un juicio realizado al año siguiente del parricidio. Ante el presidente del tribunal Pedro Vitrian y de su mediático abogado defensor José Emilio Rodríguez Menéndez aseguró: «No tenía intención de matar a mi marido. No es verdad que yo tuviera tratos con otros hombres ni que haya preparado un plan para eliminar a Juan», al tiempo que reconoció que «tenía miedo a mi marido. Él nos amenazó con matarnos a todos si nos íbamos de casa». «Jamás nos llamaba por nuestro nombre, se dirigía a nosotros diciéndonos sucia, bruta o cabrones», llegó a decir.

El 1 de octubre de 1986, aprovechando que disfrutaba del régimen abierto, la Dulce Neus se fugó a Ecuador, de donde fue extraditada tres años más tarde, en 1989, para que continuase cumpliendo condena. Ya está en libertad y se casó con otro empresario, si bien murió de una enfermedad. Llegó a publicar un libro que vendía ella personalmente.