EL DESARROLLO DE LOS MENORES

La sociedad aragonesa busca un plan para educar en la sexualidad

El aumento de las agresiones sexuales obliga a afrontar un tema para el que no hay todavía directriz / El objetivo de todos los actores es conseguir que los jóvenes elaboren relaciones sanas desde el inicio

La inclusión de la sexualidad es importante para educar mejor a los menores.

La inclusión de la sexualidad es importante para educar mejor a los menores. / R. García

Sergio H. Valgañón

Sergio H. Valgañón

Las primeras veces no son las mejores y segundas partes nunca son buenas. Para que las primeras no sean tan malas y para saber afrontar las segundas, educación y formación. Y más, si hablamos de sexo y relaciones personales. 

Aragón, como el resto de las comunidades autónomas, afronta a diario el reto de educar en la sexualidad a los más pequeños. El aumento de las agresiones sexuales por parte de los menores –en 2021, según el Instituto Nacional de Estadística, hubo 439 menores condenados por delitos de este tipo, un 12,6% más que el año anterior–. Ante este preocupante aumento, actuar.

Hoy no existe en los centros aragoneses un plan o directriz común para enseñar a los alumnos cómo afrontar sus relaciones personales. Cada colegio e instituto de la comunidad tiene que detallar su propio plan de igualdad y de acción en la materia, aunque bien es cierto que la DGA destina fondos para que los centros desarrollen estas acciones. 

Lo que sí existe en Aragón es el Protocolo de actuación desde el ámbito educativo ante la violencia sexual y de género, que garantiza trabajos de prevención, convierte a los centros educativos en lugares seguros para las víctimas y da respuesta ante los casos que se detectan en el interior de las aulas. 

Pese a que, en líneas generales, sexólogos y padres consideran que el trabajo en Aragón es «bueno», pero que se debe seguir por esta línea e insistir en la formación como mecanismo para acabar con las agresiones sexuales. También, por supuesto, para que las primeras relaciones de los menores sean lo más sanas posibles. 

«Somos una referencia nacional en la elaboración de charlas de este tipo», asegura Santiago Frago, director del instituto de sexología Amaltea. Las conferencias que Frago menciona son, por ahora, la principal medida de los centros para acercar la sexualidad a los más pequeños. «Esta tarea no la puede hacer cualquiera, es importante que la hagan personas expertas en la materia», advierte este sexólogo zaragozano, que considera el papel de las familias y la implicación de los padres «clave» para el buen desarrollo de los menores. 

«Trabajar con las familias es fundamental», certifica Frago, que relata su forma de instruir estos talleres: «Tenemos una primera reunión con ellos, para explicarles cómo van a ser los talleres, y una después de terminar, como una especie de balance». 

Hoy las charlas en las aulas aragonesas comienzan, habitualmente, en quinto de primaria, «porque antes puede hacerlo el propio profesorado, que esta capacitado para ello». Cuando los alumnos llegan a sexto de primaria, entre los once y doce años, «empieza a costar más expresar este tipo de relaciones». 

La evolución de los contenidos y la profundidad de las charlas crece con los alumnos, «porque nos adaptamos a ellos» y, como en el caso de las agresiones, las redes sociales o el consumo de pornografía, los tiempos cambian: «Van apareciendo temas con el paso del tiempo y surgen problemas que tenemos que resolver». 

El encomiable trabajo de Amaltea con los más jóvenes lo refuerzan otras asociaciones, como Desmontando a la Pili, una cooperativa que también educa en la sexualidad. Lurdes Orellana, una de sus miembros, señala que estas charlas siempre se dan «para promocionar la salud, por lo que trabajar desde pequeños hace que antes se enteren de qué es la sexualidad». 

«Es mucho más que sexo. Hablamos de autoestima, emoción o roles dentro de una relación», explica Orellana, descartando la idea de que estas sesiones son clases de introducción a la masturbación. «Lo que queremos es que exista una buena construcción de la sexualidad, tanto con nosotros mismo como con nuestras parejas», detalla la sexóloga, que lamenta que en la sociedad siga primando «el miedo y la competitividad, frente a valores más interesantes como el placer o la colaboración». La otra de las quejas de Orellana apunta a las instituciones: «El currículo sí que explica cómo se deben afrontar estos temas, pero no existe una apuesta clara desde las instituciones». En la misma línea, Frago detecta como el mayor escollo «la falta de recursos humanos». 

El volante que quiere producir este giro frente a la sexualidad no puede ser conducido, únicamente, por los sexólogos. Orellana invita a que sean «todos los agentes sociales» los que participen en una transformación de carácter «estructural». 

Entre esos agentes sociales, el que debe tomar un papel protagonista es la familia. «No podemos imponer a los padres la sexualidad, lo que debemos hacer es que cada familia se implique la formación afectivo sexual de los menores, al ritmo que desee», asegura la representante de Desmontando a la Pili. 

¿Y cómo lo ven los padres? «Hay una carencia evidente en este tipo de actuaciones y hay que seguir apostando por la formación a las familias y a los propios alumnos», comenta Nieves Burón, de Fapar. «Nosotros también damos charlas a los padres y les apoyamos en lo que haga falta», detalla Burón, que mantiene que la escuela debe ser «la principal educadora de nuestros niños, pero hay que dotarla de herramientas, y más en un tema tan importante como es el desarrollo personal».