Conseguir que los alumnos se enganchen a la escuela es posible. Y ejemplo de este éxito es el CEIP Ramiro Solans, situado en el barrio Oliver de Zaragoza, que ha conseguido reducir el fracaso escolar de un 95% hace dos décadas a un éxito de entre el 75 y el 80% del alumnado en 6º de Primaria. El trabajo ha sido arduo y queda por hacer, pero el colegio se ha convertido en un espacio de «aprendizaje para los niños, las familias y el profesorado», asegura la directora, Rosa Llorente García.
Otros indicadores de ese buen trabajo es que antes había un 40% de absentismo escolar (el alumnado acababa 6º de Primaria con un desfase superior a dos curso); casos de conflictividad y ahora solo muy puntuales, explica. Llorente se siente muy identificada con las pautas que da el informe para paliar el abandono escolar, ya que ellos han trabajado mucho en los aspectos que se señalan. Hace 20 años, «el centro estaba en una situación crítica, era un centro gueto» con una imagen proyectada muy mala tanto para los docentes como para los alumnos, las familias, el barrio y el exterior. El 100% de los alumnos eran de etnia gitana (una vía con unos 120 niños). Los vecinos del barrio buscaban «centro fuera de él». Ahora, un 50% de los alumnos vienen de familias migrantes de más de 26 nacionalidades, muchos de ellos ya nacidos en Aragón; un 40% de etnia gitana, donde se ha dado un «gran cambio de creencias y son ejemplo de cómo la escuela cambia su vida»; y un 10% son esos que antes se iban fuera del barrio pero ahora se quedan en el centro.
Formación docente
El cambio vino provocado por el equipo docente, que se convirtió en «una masa crítica» que apostó por «la justicia social, la equidad y la inclusión», por considerar la escuela un motor de ascensión social porque «solo la formación puede romper la barrera de la exclusión social».
Primero, explica Llorente, vino la formación de los docentes para así después trasladar la acción, vinculando a las familias. Comenzaron trabajando el bienestar, «el cuidarnos a nosotros para luego cuidar a los demás y el entorno». En 2004 nació el proyecto Vive tu escuela, atrévete a cambiar.
El IES Ramón y Cajal ha reducido a la mitad el abandono, gracias al trabajo con las familias
Otro aspecto clave fue el modelo de liderazgo colectivo, el trabajo en convivencia positiva, que desembocó en «la participación activa de la comunidad». Son los niños los que participan, desde bien pequeños en el circulo de igualdad, de ciberayudante, de alumno mediador, etc.
La tercera pata son las metodologías colaborativas. El docente tiene que «emocionar, acompañar, guiar y despertar el amor por el aprendizaje», pero el alumno se implica en los procesos de aprendizaje. También colaboran con otras instituciones que dan oportunidades que las familias no pueden. Desde hace 7 años se imparte robótica en horario lectivo, un programa que rompe «brechas de acceso y de género». Y también han puesto en marcha Hilvana, un proyecto de mujeres (22) con marca propia que participan en sesiones de costura y que está vinculada a la Escuela Superior de Diseño.
Los alumnos, las familias y los docentes tienen «cultura de centro», donde todos, son los responsables del cambio, que empieza por uno mismo y se extiende a toda la sociedad.
Eso en Infantil y Primaria porque otro ejemplo de reducción del abandono, pero en la ESO es el IES Ramón y Cajal, también en la capital aragonesa, que la ha bajado en la ESO en los últimos años al 50%. Este centro fue reconocido con el Premio Escuela del Año que entrega la Fundación Princesa de Gerona por crear un marco de convivencia el centro con el que ha sabido encontrar una oportunidad ante la diversidad cultural y promover un modelo inclusivo e inspirador en una etapa educativa esencial como es la secundaria. Su director, Guillermo Sánchez reconoce que la reducción se debe a varios factores, algunos derivados de la administración y otros de los propios centros. En cuanto a los que dependen de la primera, la implementación de programas como los de Cualificación Inicial o la FP Básica, así como la vinculación con los centros sociolaborales municipales. En el caso de los segundo, el IES ha apostado por «trabajar con las familias y el entorno» pero también por «fomentar el bienestar emocional y la problemática de cada alumno». Con esto se consigue estimular el talento de todos.
Considera Sánchez fundamental trabajar con las familias, convencerles de que «el mundo laboral temprano cierra puertas» en lugar de abrirlas. El centro pretende ser un «motor en el barrio», de ahí que en horario no lectivo abran sus puertas a actividades para formar la educación no formal, aquella que hace barrio.