Los delincuentes no miran el documento de identidad de sus víctimas. Les da igual edad, sexo, procedencia, vulnerabilidad y otros tantos factores que no tienen en cuenta para perpetrar sus golpes. Ángel de Arriba descansaba este martes en un local del barrio de El Gancho donde repara bicicletas cuando un grupo de delincuentes le reventó la puerta de acceso. Los gritos de este salamantino tuvieron efecto disuasorio porque estos cacos no se llevaron ninguno de sus efectos, si bien generó en él un estado de nerviosismo y preocupación.

Esta situación no ha pasado desapercibida para los vecinos del barrio, quienes guardan mucho cariño hacia Ángel dada su forma de ser. "Demasiada buena persona es para los tiempos que corren. No entendía por qué le habían intentado robar por la noche si, dentro de ese minúsculo lugar, solo tiene viejas bicicletas. Y se dedica a arreglarlas junto con los patinetes eléctricos de cualquier vecino, sin importar condición social o procedencia. Siempre lo hace de forma desinteresada e invirtiendo todo su tiempo libre de su bien merecida jubilación", defiende Jorge, un vecino de El Gancho que, cuando se enteró de lo sucedido, no duró en pasar un buen rato con él para "ayudarle a elevar su estado anímico".

Junto a otro vecino del barrio, de nombre Roberto, le ayudaron a arreglar y recolocar la puerta: rascaron e igualaron con el formón junto con papel de lija y recolocaron las bisagras en otro sitio del marco. Durante la mañana del miércoles no fueron los únicos que se pasearon por el bajo del número 60 de la calle San Pablo ya que también se acercaron otros tantos "preocupados". "Una de las cosas que nos gusta a los vecinos que entablamos cierta amistad entre nosotros es ayudarnos auqnue no nos conozcamos mucho", justifica Jorge.

Ya desde el punto de pista punitivo de la acción, este mismo vecino lamenta los "insultos", "peleas" y "golpes de personas" por parte de unas cuantas personas bajo los efectos de la droga o el alcohol. "Le podían haber reventado a palos. Y, si no hubiera estado dentro, le hubieran robado todas las bicis que tanto esfuerzo puso para adquirirlas", recalca, aludiendo incluso al Ayuntamiento de Zaragoza para que ayudar a personas como Ángel a "seguir haciendo sus actividades sociales, realmente sin ánimo de lucro y sin recibir ningún tipo de subvención". "Debería darle vergüenza a algunos alcaldes o alcaldesas de nuestras ciudades que presumen a bombo y platillo de limpiar la delincuencia y la droga de nuestras calles si son elegido para gobernar. Y es mentira", finaliza.