Fallece José Manuel Pérez Latorre, el arquitecto que supo embellecer su ciudad

Su Zaragoza natal se nutre de un extenso legado dentro y fuera de ella con obras como el Auditorio, el museo Pablo Serrano o la reforma del Teatro Principal

El arquitecto zaragozano José Manuel Pérez Latorre, durante una entrevista concedida a EL PERIÓDICO DE ARAGÓN

El arquitecto zaragozano José Manuel Pérez Latorre, durante una entrevista concedida a EL PERIÓDICO DE ARAGÓN / EL PERIÓDICO

Marian Navarcorena

Marian Navarcorena

Zaragoza

El prestigioso arquitecto aragonés José Manuel Pérez Latorre ha fallecido este jueves a los 76 años de edad. Aragón despide a uno de sus referentes y autor de algunas de las obras más reconocidas y reconocibles en su Zaragoza natal y fuera de ella. Su firma aparece en proyectos tan prestigiosos como la restauración del Teatro Principal de Zaragoza, el Auditorio, por el que obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura, o el pabellón de Aragón en la Expo de Sevilla 1992, el hotel Reino de Aragón, el Museo Pablo Serrano o el edificio de la antigua CAI en Romareda, entre otros muchos que conforman una huella ya imborrable. 

Se encontraba hospitalizado desde el pasado 4 de agosto en la Clínica Quirón al reaparecer una enfermedad a la que ya había dejado atrás una vez, el cáncer. Ya no pudo regresar a su estudio, donde se encontraba trabajando en otro proyecto de envergadura, la ampliación de la sede de la Cámara de Comercio en la capital aragonesa.

Como gran conocedor e investigador del modelo de ciudad en la que se ha convertido Zaragoza, el arquitecto José Manuel Pérez Latorre deja una notable huella en los anales arquitectónicos de la capital aragonesa del último cuarto del siglo XX, sobre todo en lo que se refiere a la esfera pública. Sus obras, resultado fundamentalmente de concursos y encargos de diferentes poderes políticos y económicos durante décadas, crearon admiración a la vez que generaron polémica.

Lo cierto es que quienes visitan hoy la ciudad pueden acceder a lugares tan destacados como el Auditorio (una caja mágica que Zubin Metha definió como “el paraíso” de la música); el Museo Foro de Caesaraugusta (bajo un sorprendente prisma de ónice traído de Irán) ubicado en la plaza de La Seo, cuyo trazado actual, que dota de dignidad a la catedral, también es obra de Pérez Latorre, o el actual Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporáneos (IAACC), conocido popularmente como Museo Pablo Serrano, y su rabiosamente contemporánea silueta turquesa a modo de voluntad escultórica.

Edificaciones todas ellas complejas técnicamente y muy diferentes, pero que encajaban en ese movimiento ecléctico propio suyo que él mismo denominaba “arquitectura del valle medio del Ebro o de la Ribera”, con contrastes de materiales naturales (arcillas, hormigones, etc.) con otros más exquisitos (mármoles, ónice y alabastros), y que generaba, según su propia definición, "edificios que se asientan en la tierra, eminentemente cúbicos, precisos en sus límites, muy contundentes y resueltos con muy pocos elementos. Diferenciados por el material, el clima y el carácter de las personas. Y con interiores siempre mágicos".

Un zaragozano brillante que supo imaginar su ciudad y dibujarla para embellecerla en todo lo que cayera en sus manos. Y que nunca cejó en ese empeño por muchas críticas que le llegaran. "Mis cenizas, al Mediterráneo, que mis huesos me los he dejado aquí". Este era, según él mismo aseguraba en 1994 en una entrevista a EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, el epitafio que ya tenía redactado para sí mismo. Después de las críticas feroces que tuvo que afrontar por el desfase en las obras de la plaza de la Seo. Pero estas no le impidieron meterse de lleno en otro proyecto como el Auditorio mientras las recibía. Porque siempre ha defendido su pasión por la ciudad a la que regresó tras cursar sus estudios en Barcelona porque "quedan muchas cosas por hacer.  

Actualmente se encontraba trabajando en otro conjunto arquitectónico de gran importancia para la historia urbana de la ciudad, como es la ampliación de la sede de la Cámara de Comercio. De nuevo, un viaje al pasado de la ciudad, a la antigua Feria de Muestras de Zaragoza. Y de nuevo, ese lenguaje arquitectónico contemporáneo para dar respuesta a los servicios demandados en el siglo XXI, mediante un sorprendente revestimiento acristalado junto a una gran cubierta de zinc ideada a modo de los aleros de la tradicional arquitectura aragonesa.

José Manuel Pérez Latorre amaba su ciudad y quiso embellecerla, a poder ser, con lo mejor. Desde la restauración del Teatro Principal a la iglesia de Nuestra Señora del Portillo. De la construcción de la sede de la CAI de Isabel la Católica al del hotel Reino de Aragón, la ampliación de la sede de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) o la reforma y adecuación para Museo de Cerámicas de Zaragoza de la Casa de Albarracín en el Parque Labordeta a la rehabilitación actual de la antigua fábrica de La Zaragozana o la del café cantante El Plata.

Y si le hubieran dejado, suya sería una nueva Romareda que soñó y diseñó en 2005 presentando su propuesta junto a Javier Manterola a un concurso que acabó llevándose en 2004 el estudio de Carlos Lamela. Sí que obtuvo, más de una década antes, el encargo de hacer el que fuera Pabellón (desmontable) de Aragón en la Expo de Sevilla 1992 que tras la muestra se trasladó a Zaragoza para ser la sede de la CREA, en la margen izquierda del Ebro.

Al igual que el resto de los arquitectos de este tiempo, no renegó de la edificación residencial. Desde bloques de protección oficial a edificios en el centro de la ciudad o unifamiliares. Tampoco se cerró a proyecto alguno. De la estación de Canfranc a colegios públicos o, incluso, un panteón familiar.  

Su faceta menos conocida fue quizá la de consolidación de proyectos como el apeo general de la Catedral de Tarazona, la Torre de Tauste, el Palacio de Montcada de Fraga, la Iglesia de Santa Cruz de la Serós, etc. La del trabajo en espacios públicos, como el parque de Oliver, el Puente de Piedra, la plaza José Sinués, el parque del Palacio de Eguarás… Y su aportación en diferentes planeamientos, como el Plan Lineal del Huerva; el Plan Especial del Canal Imperial; la avenida San José en las playas de Torrero; el Plan Especial de la Estación del Norte o de la Feria de Zaragoza y modificaciones puntuales del Plan General de Ordenación Urbana de Zaragoza. 

Fuera de Zaragoza, suya es la modernización de los Laboratorios Verkos, en la carretera de Logroño, con la curiosa torre translúcida con un sinfín de bocas y dientes, en clara referencia a la fabricación de pastas y elixires para la higiene dental y bucal.

No cabe duda de que José Manuel Pérez Latorre ha creado ciudad a pesar de la época complicada que, como al resto de los arquitectos en estas últimas décadas, le ha tocado vivir y encajar.

Hombre sabio en temas ligados con la historia, la literatura, la pintura, la música y el arte en general. Fue profesor del Departamento de Teoría y Crítica de la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona. Y en su currículum pueden leerse los numerosos cursos redactados, así como las abundantes publicaciones y exposiciones en las que participó, y, por supuesto, los premios obtenidos.

Culto y buen conversador. Era habitual encontrarlo escuchando música clásica entre cuadernos y lápices, ya que era poco amigo de ordenadores y de tecnologías de última generación. Le gustaba la actualidad y ser crítico, pero no en público. Reconocía de dónde venía y quién era. Lo que suponía haber estado arriba y también abajo. Su última exposición pictórica cerró en 2020 el año cultural del Palacio de la Aljafería. Se titulaba 'El mar de nuestros muertos' y mostraba, en una veintena de pinturas y dibujos, su sentir por la muerte de cientos de personas en el mar Mediterráneo. Su compromiso.

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