«Es un día en el que se mezclan los sentimientos. Hemos recibido la noticia bien, con alivio, pero al mismo tiempo es un día en el que vuelve a la memoria todo el dolor, todo el sufrimiento por el asesinato de mi padre. Han sido 22 años esperando a que se hiciera justicia». El testimonio de Borja Giménez Larraz nada más conocer la sentencia que condena al asesino de su padre, el etarra Mikel Carrera, a treinta años de prisión, como pedía la acusación, refleja el sentimiento contradictorio de tantas víctimas que llevan demasiado tiempo esperando una reparación. Al fin, la Justicia ha dado respuesta a más de dos décadas de incertidumbre y dolor. Pero no borra de la retina aquella fatídica tarde de disparos que segó la vida del entonces presidente del PP de Aragón, Manuel Giménez Abad, cuando se disponía a ir a ver el fútbol con su hijo, entonces menor de edad, el 6 de mayo de 2001.
La sentencia responde a las expectativas de la familia, que vio cómo con el juicio de este verano se abría una ventana a la reparación. «Hemos confiado en nuestro Estado de Derecho y reafirmamos esa confianza hoy. Como reafirmamos el agradecimiento al trabajo incansable de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, a los medios de comunicación y a la Justicia, que han mantenido durante todo este tiempo la memoria de mi padre con dignidad», reflexiona Giménez Larraz que, como testigo presencial de los hechos, tuvo un papel fundamental en el juicio.
Eso sí, la familia Giménez Larraz no olvida a todos aquellos que viven todavía hoy, más de una década después de que ETA entregara las armas, la que ha sido su situación durante 22 largos años. «No nos podemos olvidar de que quedan todavía 300 casos de asesinatos sin resolver», recalcó Borja Giménez Larraz. En un día como ayer, en el que los teléfonos de la familia no dejaron de sonar, el hijo de Giménez Abad quiso «corresponder y agradecer» el apoyo recibido en todo este tiempo. «Es el momento de agradecer el apoyo que hemos recibido para mantener el recuerdo y el relato digno de las víctimas y para la democracia», manifestó.
Una quiebra social
El asesinato de Manuel Giménez Abad, presidente del PP de Aragón, supuso en aquel mes de mayo de 2001 una quiebra no solo para la formación conservadora, sino para toda la clase política aragonesa, que se veía por primera vez atacada de forma directa en la comunidad por la banda terrorista ETA. También para la sociedad en su conjunto, que revivió con este crimen el trance de otros atentados de ETA como el de la Casa Cuartel de Zaragoza. Manuel Giménez Abad fue la última víctima mortal de los atentados de la banda terrorista en Aragón.
«La condena supone recibir una reparación moral para todos. Para la familia en primer lugar, después para el PP, porque a mi padre lo asesinaron por ser su presidente. Y también para toda la sociedad aragonesa, porque todos sentimos que con el asesinato de mi padre se atacaba nuestra dignidad», concluyó Borja Giménez Larraz.