Josefina Soler es una mujer mayor, de 86 años, que vive en Fraga desde siempre. Antes solía quedar con sus amigas a tomar café, pero ahora "soy muy mayor y tengo los huesos mal". Los dolores la retienen en casa, donde sus hijos la van a ver cuando salen de trabajar y le hacen compañía. Hace cinco meses perdió a su marido: "se rompió la cadera y no levantó cabeza". Desde entonces, su día a día se ha vuelto una rutina en soledad la mayor parte de las horas.
En Aragón, de las 293.000 personas mayores de 65 años, unas 70.000 viven como Josefina, en soledad no deseada. Una realidad, o más bien un reto, que se puso en debate ayer en la sesión plenaria del Observatorio Aragonés de la Soledad. Una reunión donde ocho de las 60 asociaciones que forman parte de la entidad, expusieron diez proyectos para combatir el abandono que sienten las personas mayores en nuestra sociedad.
A pesar de la soledad que siente la mayor parte del día, Josefina es feliz porque "mi familia está presente cuando puede. Vienen a verme o hablamos por teléfono". Algunas veces llama a sus nietos para saber que es de ellos. "Cuando hablamos llora, porque me echa de menos y se siente sola", menciona su nieta Alba Jové, de 23 años, que vive en Zaragoza por trabajo. "Si pudiera pasaría más tiempo junto a ella, pero cada vez se me hace más complicado volver".
En su día a día, Josefina se entretiene como puede: "me pongo la tele, friego los platos y espero a que vengan mis hijas cuando pueden". Después de echarse la siesta, a Josefina le gustaría poder salir a la calle, "pero me duele mucho la cadera y, como voy con bastón, necesito a alguien que me acompañe".
Algunos días entre semana su rutina cambia, porque "viene una trabajadora social de la comarca a verme, me ayuda a asearme y me baja a tomar café al bar con ella".
Para las comidas, la mujer de 86 años, que tiene dificultades de movilidad, se las apaña como puede. "Antes sí que me ponía a hacer comidas típicas, como cocidos y así. Pero ahora me hago cualquier cosa. Facilita, porque más no puedo".
Los días suelen ser ver pasar el reloj hasta que alguna visita aparezca por la puerta. Una rutina monótona que sufren la mayoría de personas mayores en la comunidad.