Misterio
Las brujas aragonesas que la historia quiso silenciar
Las leyendas de magia viven todavía en algunas localidades aragonesas como en Laspaúles o Trasmoz, donde en el siglo XVI las parteras eran perseguidas

Visita teatralizada en la cueva de las Güixas, en Villanúa. / El Periódico de Aragón

La noche de Halloween, fiesta de origen gaélico con gran éxito en Estados Unidos, cada vez tiene más presencia en Aragón. A pesar de que esta celebración de lo terrorífico tiene más público en otros países, muchos son los pueblos aragoneses con historias de miedo y brujería. Leyendas y sucesos históricos que han llenado la comunidad de brujas, maldiciones y magia negra.
La mayoría de historias se remontan a la edad media, cuando la Inquisición perseguía y condenaba la brujería. Muchos pueblos de Aragón vivieron la quema, ahorcamiento o ejecuciones de mujeres que fueron acusadas por practicar magia y hechizos. Cinco siglos después, y mirándolo con perspectiva, esta caza religiosa no era sino el asesinato de mujeres que practicaban la medicina mediante ungüentos y hiervas.
«La mayoría eran acusaciones de vecino a vecino por cuestiones de propiedad o envidia», explica José Luís Corral, historiador y profesor de la Universidad de Zaragoza. Según Corral, las denuncias eran algo similar, «aunque salvando las distancias», a lo que sucedía durante la guerra civil. Además, «las ejecuciones solían ser en la plaza de los pueblos, donde los demás residentes podían verlo, generando rechazo y miedo hacia este tipo de actos», añade.
Matanza en Laspaúles
Un total de 24 mujeres fueron asesinadas bajo este tipo de acusaciones en Laspaúles, un pequeño pueblo del Pirineo aragonés situado a orillas del río Isabena. Los hechos se remontan al año 1592 entre los meses de marzo y abril.
Una matanza mayor, y en un periodo más breve de tiempo, que la ocurrida en Zugarramurdi en Navarra o en Salem, en Estados Unidos. Estos hechos no se dieron a conocer hasta hace cuarenta años. Fue en 1980 cuando Mosén Domingo Subías, párroco de la localidad, encontró en su iglesia un grueso manuscrito que contenía documentación del antiguo concejo del periodo comprendido entre 1576 y 1636. «En estos documentos figuraban noticias impresionantes y completamente desconocidas hasta entonces sobre el ahorcamiento en marzo y abril de 1592 de 24 mujeres acusadas de brujería», menciona Corral.
El 4 de marzo ocho mujeres fueron ahorcadas en la plaza, cinco de ellas recibieron azotes previamente como castigo. Dos semanas después se procedió al asesinato de otras seis mujeres, a las que un mes después se les sumaron otras diez presas por brujería.
Además de estas muertes, en los papeles encontrados por el párroco, consta que únicamente una mujer acusada de brujería consiguió huir de prisión y tan solo dos fueron absueltas. Ahora, cinco siglos después y en recuerdo a las víctimas de esta persecución católica, el monte de donde se sacaba la madera para las horcas, a los pies del municipio, se conoce como el Parque de las Brujas. A este páramo natural las familias se acercan a pasar el día y disfrutar del entorno mágico.
Además, cada dos años desde 2004, los vecinos de Laspaúles se ponen en la piel de los protagonistas de este hecho histórico durante un fin de semana de agosto lleno de actividades y propuestas paranormales.
La cueva de las Güixas
La brujería y la magia también fue perseguida en Villanúa, localidad oscense situada a las faldas del macizo de Collarda. Durante el siglo XVI, en el pequeño pueblo pirenaico fueron ajusticiadas 15 mujeres, a quienes se les acusó por practicar la brujería. De hecho, hace tres años, el ayuntamiento colocó un monumento junto a la oficina de turismo como símbolo para recordar a «las brujas que la historia quiso silenciar». La obra, un árbol con el retrato de una de las mujeres asesinadas, muestra el utensilio de tortura que usaba la iglesia para las muertes de estas mujeres: una soga colgada de una rama.
Pero la fantasía histórica de Villanúa va mucho más allá. Cuenta la leyenda que aquellos que se dejaban seducir por los encantos de la cueva de las Güixas (y entraban en su interior por la noche, la magia del lugar hacía que por la mañana) aparecieran con el pelo blanco. Otras historias que envuelven a la antigua sede de los aquelarres son la de los baños de luz de luna que se daban las mujeres en su interior o su transformación a cárcel militar en 1936.
La Tía Casca en Trasmoz
Las historias de las brujas y fantasmas también empapan de misterio la localidad zaragozana y maldita de Trasmoz, en el Moncayo. La magia negra se remonta al siglo XIII cuando los vecinos del pueblo, en un afán fraudulento de falsificar las monedas a través de las minas de hierro del entorno, «hacían ruidos con las cadenas de hierro en el interior del castillo para ahuyentar a los recaudadores y corrían la voz de que era un lugar donde se reunían hechiceros y brujas», menciona el alcalde de Trasmoz, Jesús Andía. Una triquiñuela que no les gustó a los monjes del monasterio por lo que, al oír las historias, el abad de Veruela convenció al obispo de Tarazona para que promoviera la excomunión del pueblo.
Por eso Trasmoz es una localidad excomulgada desde el año 1255. Aunque, «según donde se busque la información, hay otras versiones que aseguran que este castigo fue por un conflicto con Veruela por los derechos de leña en los bosques próximos», señala Andía.
Con hechiceros o sin ellos, la presencia de brujas en la localidad es todo un hecho que se dio a conocer sobre todo gracias al escritor Gustavo Adolfo Bécquer. En sus leyendas, el sevillano dio voz a la brujería de Trasmoz con textos como el de la Tía Casca, la última bruja asesinada. «Esta curandera existió de verdad, de hecho aún hay familiares vivos», asegura Andía. La muerte de Casca «a manos de los vecinos por el terraplén que hay detrás del cementerio» fue propiciada tras una serie de malas cosechas y la muerte de varios niños, de los que se acusó a la curandera.
Tras Casca, no hubo más juicios, aunque la brujería no murió en Trasmoz, localidad que a día de hoy vive de estas leyendas y el turismo que mueve. En lo que va de año, el pequeño pueblo de 50 habitantes lleva más de 13.000 visitas. Algo que para Andía «es todo un logro», señala Andía. El fin de semana pasado más de 6.000 personas se acercaron la localidad para celebrar la noche de las Ánimas, festividad con gran éxito cada año. Y, por ello, el pueblo maldito de Aragón, «quiere seguir siéndolo» durante muchos años más.
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