Sociedad

Dos aragoneses relatan su proceso de adopción: "La incertidumbre te mata"

Una pareja explica su experiencia durante el proceso de adopción y su posterior convivencia con su hija. Los aragoneses recuerdan sus dudas iniciales y sus miedos mientras avanzaba el procedimiento, aunque ahora aseguran que, tras esa «montaña rusa de emociones» no se arrepienten de nada

Una niña juega en un parque infantil

Una niña juega en un parque infantil / X. Flores

Arturo Pola

Arturo Pola

Zaragoza

Fue en el año 2015 cuando Patricia y Gonzalo (nombres ficticios para preservar su anonimato) cumplieron su deseo de ser padres, tras una «montaña rusa de emociones» en una carrera que duró más de cuatro años. Fue el tiempo desde que dieron el paso y se lanzaron para iniciar el proceso de adopción hasta que una niña recién llegada de la India entró a formar parte de su familia.

Quedando descartada la «vía natural» para tener hijos, la pareja aragonesa reconoce que «dudó mucho» hasta que tomó la decisión definitiva. «Teníamos unos conocidos que habían adoptado y los problemas que han tenido nos echaban un poco para atrás, pero pudieron más las ganas que teníamos», explica Patricia. No sin las complicaciones «habituales» que tener un hijo implican, «sea mediante una adopción o no», casi una década después la pareja asegura que «para nada se arrepienten» de todo lo vivido desde que su hija llegó a casa, pero confiesa que «a veces hace daño que te intenten vender las cosas de color de rosa».

Empezando por la dura travesía que tuvieron que atravesar para ir avanzando etapas hasta el final del proceso. «Me acuerdo perfectamente de cuando tuvimos que rellenar el cuestionario inicial. Lo repetimos cuatro o cinco veces porque no estábamos seguro de nada. Tardamos una semana», recuerda Gonzalo. «Yo no sé la de interrogatorios que tuvimos que pasar», subraya Patricia, que rememora con cierto amargor las cuestiones que más cuestiones éticas le hizo plantearse: «Decidir sobre qué enfermedades del niño estabas dispuesta a asumir y cuáles no fue lo más duro».

La eterna espera

Una vez recibido el certificado de familiares de idoneidad por parte de la administración pertinente, lo más complicado para los en ese momento futuros padres era saber gestionar los largos tiempos de espera. «La comunicación no era fluida y nosotros necesitábamos saber más sobre cómo iba el proceso», apunta Gonzalo. «Yo llamaba a escondidas pidiendo información porque Gonzalo me decía que no nos iban a retirar del procedimiento por ser unos pesados», recuerda Patricia.

Las semanas, los meses y los años fueron pasando y parecía que el momento «no iba a llegar nunca». «Alguna discusión nos costó, porque somos de manera de ser muy diferentes. La persona que llevó nuestro caso trataba de tranquilizarnos y nos decía que todo iba bien, pero esa incertidumbre te acaba matando», explica la aragonesa, que reconoce que tuvo que acudir a terapia psicológica para que una profesional le ayudara a gestionar su ansia y frustración.

Afortunadamente, su espera tuvo final feliz y en abril de 2015 conocieron por primera vez a su hija. «Estábamos muy nerviosos. El primer encuentro no fue para nada como me lo había imaginado. Fue bastante frío. No sabía cómo actuar», reconoce Gonzalo, que afirma que «la corta edad» con la que llegó su hija a su hogar facilitó las cosas. «Ella sabe que es adoptada y nunca le hemos escondido nada, pero no tiene ningún recuerdo anterior. Su vida hemos sido nosotros», añade Patricia. Salvo algún problema por «su color de piel» en el colegio, la infancia de la hija de la pareja aragonesa ha sido feliz, aunque ambos reconocen el deseo de la ahora adolescente: «Quiere que la llevemos a la India de viaje».

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