Menos gasto por familia y más empleo precario, la nueva realidad del negocio funerario
Las familias piden servicios más baratos, el coste de la madera o el mármol se dispara y el empleo aumenta pero es de peor calidad

Una mujer en el cementerio de Torrero de Zaragoza. / Rubén Ruiz

Hay mucha vida en el negocio de la muerte. Siempre se ha dicho que con una clientela estable, ya que los fallecimientos se mantienen cada año en cifras altas en Aragón y en el resto de España, era complicado sufrir vaivenes en un sector como el de las funerarias, pero no escapa del alza de los precios de los materiales y tampoco de la crisis que sufren las economías domésticas con la inflación de los últimos años. La pandemia del covid, lejos de acercar a la clientela a una tradición como la de la cultura de la memoria y el luto por los seres queridos, parece haber interiorizado la idea de que el dinero es mejor gastarlo en el ocio y el disfrute de los que siguen con vida que en el adiós de los que se marchan. Han cambiado los hábitos de consumo, aseguran algunas empresas del sector, y también las condiciones laborales. Tanto que mientras la estadística nacional destaca la creación de puestos de trabajo, desde dentro se ven salarios un 40% más bajos a las nuevas incorporaciones de jóvenes.
Y es que en esta nueva etapa que se está viviendo en el negocio se observa una gran diferencia entre lo que indica la estadística oficial y lo que se ve en el día a día. Así, esta semana se publicaban los datos de la 'Radiografía del sector funerario de 2024', que cada año publica la Asociación Nacional de Servicios Funerarios (Panasef) coincidiendo con la festividad de Todos los Santos, y destacaba que la facturación sigue aumentando, está casi al nivel del primer año del covid (2020) con 1.679 millones de euros, un 1,58% más que el año anterior, pese a que el número de defunciones sigue descendiendo, ya que han pasado de 464.417 en 2022 a las 435.332 de 2023. Comparado con ese primer año de la pandemia serían casi 60.000 muertes menos que las 493.776 de aquel año, pero con un volumen de negocio similar en cuanto a la facturación.
Y si se analizan las cifras de empleo, esta radiografía asegura que en España se han creado un 3,7% más puestos de trabajo que hace solo un año y ya representan 12.889 puestos de trabajo que mueve la actividad funeraria en el país, con 456 más que el año anterior, y que un 36% de ellos lo ocupan ya mujeres, ya que hay una tendencia al alza en los últimos años de la incorporación femenina al sector funerario.
Visto así, la estadística reflejaría una realidad favorable y un crecimiento sostenido al margen de una pandemia que disparó la actividad. E incluso la sensación de estabilidad al estar facturando más en todos los ámbitos y actividades que mueve este sector. Pero no coincide con la visión que tienen las empresas, especialmente las más pequeñas, que operan en Aragón, que aseguran «no estar facturando más, como mucho igual o un poco menos». E incluso destacan que hay desajustes a subsanar en el futuro para hacer más sostenible el sector, como el hecho de que «las coberturas de los seguros de decesos se vayan actualizando y revalorizando conforme aumenta el coste de la vida».
Contratar a pérdidas
Según explican, cuando llega un cliente para pedir un servicio, el seguro tasa algunos de los suministros por debajo de lo que valen y tienen que asumir las pérdidas que eso genera. Por ejemplo las lápidas y el mármol: «Las compañías pagan unos 300 euros por ellas cuando saben que a nosotros nos las cobran ya a 360 o 380 euros». Lo mismo ocurre con los ataudes, que ya rondan «entre 600 y 1.000 euros como mínimo» porque «la madera ahora es más difícil de conseguir y se ha encarecido un 10% o un 15% en poco tiempo». Madera y mármol son quizá las dos materias primas que más han subido y que deben absorber sin repercutírselo al cliente, que está dispuesto a gastar lo mínimo posible por un servicio que, con lo más básico, viene a costar unos 3.000 euros en la comunidad.
Así, mientras el coste efectivo de la materia prima del sector no ha hecho más que crecer, la factura que las familias están dispuestas a asumir en ese momento tan doloroso va menguando. Y hay algunas empresas, como los floristas, que pese a tener que asumir ese mismo encarecimiento de sus productos no lo han querido repercutir en el precio final para el cliente, otros no pueden hacerlo o no quieren.
Pero esta nueva realidad está muy marcada por los nuevos hábitos de consumo que tienen las familias y que dan síntomas de ir a más. Uno de los más destacados que se están produciendo es, por ejemplo, que «cada vez son más los que optan por quedarse las cenizas en custodia». La incineración sigue al alza pero cada vez son más los que no contratan columbario para tener un espacio físico en el cementerio en el que recordar a sus seres queridos. Se los llevan a casa o las esparcen a coste cero en espacios abiertos que tienen algún tipo de simbolismo.
En general, cada vez son más los que deciden ahorrarse los costes de mantenimiento. Por ejemplo, un entierro en Torrero sale a 140 euros por un nicho tapado con una concesión por cinco años. Si más adelante deciden reabrirlo para meter en él a otro ser querido, se les cobra 280. Y si optan por una cesión a 49 años el desembolso se eleva a 800 euros y luego pagar tasas como la limpieza del camposanto. Pues bien, muchos eligen Zaragoza porque el pago inicial es mucho más económico que un nicho a perpetuidad en el pueblo, que sale por unos 600 u 800 euros y no caduca nunca. Es más caro de inicio pero una inversión más económica a largo plazo. Una difícil elección, por mucho arraigo que haya con el lugar de origen.
Mientras, en el sector sigue la dura competencia entre las grandes compañías y las de menor tamaño. Estas últimas denuncian que sigue habiendo grandes aseguradoras detrás de los tanatorios de referencia, pese a que está prohibido, y explican que hay más empleo «pero de peor calidad y a costa de bajar salarios». Se venía pagando «con pluses unos 2.000 o 2.500 euros al mes, ahora se ven salarios de 1.300, y tienen contratos de media jornada y becarios», detallan. Hay más personal «porque hay más precariedad».
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