EFECTOS DE LA GOTA FRÍA
El batallón de la UME de Zaragoza: «Nos quedaremos en Valencia lo que haga falta»
El equipo mantiene a 350 efectivos trabajando en la zona cero que arrasó la DANA y asegura que la movilización militar fue «inmediata»

Efectivos de la UME continúan trabajando sin descanso en Massanassa / Miguel Ángel Gracia
Una cortina de barro cubre el brazo del cabo Víctor Soro Palacino, miembro del cuarto batallón de la Unidad Militar de Emergencias, con base en Zaragoza, de donde procede. Se le intuye un tatuaje, pero el marrón del lodo lo difumina. Lo mismo les ocurre a los 350 efectivos desplegados por el BIEM IV en el entorno de Massanassa, donde achican agua sin descanso. «Cuando llegamos el sábado las calles estaban hechas un descontrol, coches amontonados, colaboración ciudadana, todos los muebles de los vecinos en la calle. Hemos recogido todo y lo hemos sacado de los pueblos para permitir que las máquinas entren, y así destascar los garajes», explica el cabo zaragozano, que llegó el sábado a la zona cero de la catástrofe natural causada por las lluvias torrenciales de la pasada semana en más de 70 municipios valencianos.
Los blindados militares surcan las calles de la zona cero como en una película bélica. Ocurre que aquí no hay bombardeos, sino barro, y comparten asfalto con camiones de bomberos, todoterrenos de elevada altura, tractores, retroexcavadoras, furgonetas cargadas de ayuda humanitaria y autobombas, el bien más preciado para aliviar la carga de fango que se oculta bajo tierra. Lo que sigue reinando en estos municipios diez días después de que el barranco causara el caos es el barro.
«Todo es prioritario en esta situación, pero nosotros nos estamos enfocando en la impieza de viales, que facilita después el achique de agua en los garajes y los bajos de las casas. También estamos en busca de desaparecidos, dado que no abandonamos la esperanza de encontrar nuevas víctimas, y realizamos tareas de reparto de material», señala el Comandante Luis Martínez, número dos al mando del IV Batallón de Intervención de Emergencias (BIEM), al que lleva destinado desde el año 2007.
La totalidad del batallón de Zaragoza está desplegado en la zona cero, con unos 350 efectivos sobre el terreno. El comandante señala una calle perpendicular a la avenida Blasco Ibáñez de Massanassa en la que de trabaja destajo. «Si una persona pasa por esta calle dentro de dos días verá el cambio radical. Estamos llegando a todas las calles de todas las localidades junto a otros cuerpos de seguridad, pero es cuestión de armarse un poco de paciencia. Es lógico el sentimiento de los vecinos de que no llegamos, pero vamos fase por fase para llegar hasta la última casa», apunta Martínez.
No son, por tanto, ajenos en el mando militar a las críticas por la tardanza en la llegada de la ayuda, tanto militar como estatal, lo que derivó en los graves incidentes acontecidos en Paiporta, donde una turba arremetió contra Pedro Sánchez, Carlos Mazón y los Reyes. «La UME está aquí desde la tarde del mismo martes (cuando el barranco se desbordó), cuando nuestro batallón hermano de Valencia fue desplegado. Nuestro general nos dio la orden de que mil militares de la UME tenían que estar aquí el miércoles. Así sucedió, pero también es cierto que incluso nosotros tuvimos graves problemas para llegar al lugar donde se estaba produciendo la emergencia. Donde ahora hay un palmo de lodo o barro antes había medio metro. Era imposible pasar a la localidad porque la autovía estaba colapsado por camiones, vehículos y demás», explica el militar, número dos al mando del batallón.
De hecho, desde la unidad han optado por integrarse en los equipos de coordinación. «Nos hemos dado cuenta de que son los alcaldes los que verdaderamente conocen cómo está su pueblo, por lo que tenemos a un oficial de enlace con cada ayuntamiento», explica el comandante Martínez.
"Hay gratitud y nos ofrecen hasta lo que no tienen"
La normalidad lejos del barro se aproxima hacia los núcleos más alejados al barranco. Calle por calle, la maquinaria empuja los enseres hacia el exterior del municipio, lo que hace que el lodo reduzca su volumen. Conforme se atisba el asfalto bajo el fango, un levísimo sentimiento de euforia cunde entre los vecinos. Y lo comparten con los equipos profesionales. «Sentimos el agradecimiento, nos refuerza mucho. En el turno de noche nos ofrecían café y bebida incluso estando faltos de ello. Lo tenemos que rechazar porque ya estamos abastecidos y otros lo necesitan más, pero es una gran muestra de gratitud», señala el cabo Víctor Soro, zaragozano que lleva ocho años en la Unidad Militar de Emergencias y 20 de servicio militar.
Para él, «no hay nada similar a esto». «Es una magnitud de desastre inigualable. La carga emocional es grande. Ves a todas las familias que están destrozadas. Lo único que queda es ayudarles, no sabemos cuándo vamos a terminar, pero esto en una semana no va a estar solucionado», señala el militar, antes de ponerse los guantes y volver manos a la obra.
Desde que las máquinas entraron en la zona cero, la situación mejora día tras día. Por la noche, los enseres se expulsan a las afueras del municipio, lo que permite sacar más mobiliario y barro durante el día posterior. Sin embargo, allí todos son conscientes de que la nueva normalidad tardará en llegar. «No nos planteamos cuándo nos iremos de aquí. Nunca pensamos en cuándo nos iremos desde el momento en el que somos activados. Estaremos el tiempo que haga falta, eso lo llevamos grabado a fuego. La cuestión es decidir cuándo esto deja de ser una emergencia, cuándo otro tipo de empresa o servicios», señala el comandante Martínez.
Esa es la filosofía de la unidad de emergencias del Ejército. «No tenemos ninguna prisa por terminar nuestro trabajo aquí. Después volveremos a nuestra base para restituir nuestros equipamientos y equipos para estar preparados para la próxima emergencia», concluye el comandante Martínez.
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