Testimonios de las víctimas

El asesinato machista de Villanueva de Gállego: "Le dijo que la mataría con un cuchillo y al final lo cumplió"

La pareja de la víctima en el momento del crimen atiende a EL PERIÓDICO DE ARAGÓN con motivo del 25N y lo hace hablando del asesino como "un manipulador"

Una mujer maltratada repasa con EL PERIÓDICO DE ARAGÓN una vida marcada por el machismo empedernido de su marido hasta que se separó de él

Manifestación contra la violencia machista en Zaragoza

Manifestación contra la violencia machista en Zaragoza / El Periódico de Aragón

Zaragoza

Luis -nombre ficticio- está citado a declarar como testigo el próximo 11 de diciembre en el juicio por el asesinato machista de Villanueva de Gállego (Zaragoza). Lo hará en la causa dirigida contra Miguel Ángel Santiago Cortés (España, 1986) tras degollar a su exmujer -María del Carmen- en el patio del edificio en el que el asesino residía cuando la víctima iba a recoger a su hijo para disfrutar del fin de semana. Precisamente, Luis era el hombre con el que la víctima había emprendido recientemente un nuevo proyecto de vida y, aquella tarde del 3 de marzo de 2023, él le esperaba en el coche para marchar juntos con el pequeño. Pero ella no regresó y, en vísperas de la celebración del juicio, Luis ha atendido a EL PERIÓDICO DE ARAGÓN clamando Justicia por Mari Carmen. «Espero lo mismo que espera la mayoría de la sociedad. Que se haga justicia, que es lo que queremos y lo que se necesita», explica.

Durante el tiempo en el que ambos fueran pareja, formalmente desde el mes de enero de 2023, Luis pudo constatar el carácter machista de un maltratador incapaz de tolerar que su exmujer mantuviera una relación sentimental con un hombre que no fuera él. «Fue un manipulador desde el primer momento -cuenta Luis- y yo intentaba alejarla lo máximo posible de él porque le tenía un montón de miedo. Quería alejar al niño de Mari Carmen. Se lo quería llevar a su terreno porque era lo que más le dolía. Intentábamos que el hijo estuviera con su madre, pero no nos dio tiempo a mirar mucho (retirar la custodia compartida) porque pasó lo que pasó». Antes, y una vez ya había finado la orden de alejamiento que separaba a ambos, el asesino le envió una cascada de amenazas a través de WhatsApp con mensajes aterradores , entre los que le adelantó que la mataría «más tarde o más temprano».

Según Luis, el asesino era un hombre «posesivo» que encarna a la perfección el manual de las prácticas del machismo más empedernido. «Al ver que estás rehaciendo su vida, no te dejan. Quieren todo para ellos, pero sin ti. La palabra es manipuladores», concreta. Tanto es así que, cuando Santiago Cortés confesó el crimen, reconoció a los agentes que la víctima «se lo merecía por mala». «Habría que reforzar las leyes para que este tipo de personas, si lo hacen, no salgan de la cárcel. Hombres así sobran en el planeta. No hay nada que pueda curar a gente de este tipo», expone Luis, estos días con el recuerdo de Mari Carmen muy presente por la proximidad en el calendario de la fecha del juicio. «Era divertida y alegre a pesar de todas las circunstancias. No perdía la fe en ser feliz y en tirar para adelante trabajando. Era muy simpática con la gente», concluye. Él hizo todo lo posible por darle una nueva vida . 

Una mujer maltratada: «No había quien dialogara con él y yo callaba para no disgustarlo»

Carmen (nombre ficticio) reside en un pueblo de la provincia de Zaragoza. Hasta hace unos años, alrededor de una década, convivía con su marido, «un tirano» en casa que en el bar se transformaba y mostraba la otra cara de su «doble personalidad». Allí, entre partidas de guiñote, apuestas en la máquina tragaperras y largas rondas de cervezas, era «el rey». Pero, de puertas para dentro, decidió amargar la vida de su esposa y de su hijo bajo el yugo de la violencia machista. «Su palabra favorita -recuerda Carmen- era aguantar. Siempre me decía que le tenía que aguantar. No había quien dialogara con él y yo callaba para no disgustarlo». Y Carmen aguantó a diario insultos -«me llamaba hija de puta», cuenta-, vejaciones y episodios rocambolescos que, lamenta, le darían para escribir «un best seller de tristezas». «Un día me encerró en el piso para que no me fuera a la piscina. Me quitó las llaves», relata.

Fueron muchos años de mentiras para encubrir sus «fechorías» y «adicciones» vinculadas al alcohol hasta el punto de que Carmen intentó rehabilitarlo en un centro de desintoxicación. Pero no hubo forma: «Él quería vivir su vida, pero no podía estar jugándose 5.000 pesetas en el guiñote porque éramos una familia de trabajadores. En el bar, el primer dinero era el suyo aunque luego le tuviera que pedir dinero a mi madre para que nos calzara y nos vistiera. No quería separarse para nada. ¡Tenía un chollo! Una paga de 800 euros y lo que ganaba yo». Y nunca le tuvo miedo hasta que pasó lo que pasó. «Se puso como un loco -suspira-. Me acorraló en la cocina, fue al armario, sacó un cuchillo jamonero y me lo puso en el cuello. Si no me da tiempo de llamar al 016, habría sido la primera víctima de violencia machista de mi pueblo. Estaba en shock. No podía ni hablar». Fue el punto y final a su matrimonio, el «detonante» que acabó con su marido en los calabozos de la Guardia Civil. «Lo primero que hice fue cambiar el bombín y prepararle la maleta», apunta.

Y Carmen comenzó entonces una nueva vida alejada de un maltratador que, no obstante, insistía en que le diera «otra oportunidad». Ha logrado salir adelante gracias a su hijo - «no sé de dónde he sacado la fuerza», admite- y al tratamiento que todavía sigue recibiendo a día de hoy para superar la «depresión profunda» a la que le condujo un machista empedernido, «un demonio» y «un mentiroso compulsivo» como a ella le gusta describirle. Él ya murió hace unos años, «cirrótico perdido». «No pidió perdón nunca. Vivió como un maraja, como él quiso, se fue muy bien vivido, pero a mí me amargó. En el epitafio le tendría que haber puesto: aquí yaces y haces bien, tú descansas y yo también», señala Carmen. Y es que ella, afortundamente, puede contarlo. A otras mujeres no les dio tiempo de escapar. «Ahora tengo paz, que es lo que nunca he tenido en mi vida», finaliza. 

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