Día Mundial

Un paciente de VIH: «Dar positivo ni te define ni es el final»

En 2014 a Darwin Zerpa le diagnosticaron el virus y pensó que era su final

Un test de detección precoz del VIH/sida.

Un test de detección precoz del VIH/sida. / Marc Martí

Zaragoza

«Muerte», dice Darwin Zerpa. Fue el primer pensamiento que se le vino a la cabeza cuando le diagnosticaron VIH hace diez años (2014). Luego, «miedo, incertidumbre y preguntas».

El diagnóstico de Darwin fue tardío, cuando la enfermedad ya estaba avanzada. «Nunca me hice una prueba hasta que enfermé y me tuvieron que llevar al hospital. Había perdido más de 30 kilos, estaba en una etapa muy avanzada del VIH y ya era Sida», explica. Darwin recuerda su llegada al hospital: «Me internaron y me hicieron todos los exámenes. El último que me realizaron fue el del VIH. El médico me hizo firmar un consentimiento y a las pocas horas llegó con el resultado». Y, con este, los estigmas. Según cuenta, el propio doctor que le atendió le dio a entender que «ya era adulto» o que «ya había sospechas», frases que le hicieron sentir «culpable».

Su reacción más inmediata fue echarse a llorar y contactar con sus seres queridos. «Quise llamar a mis amigos y a mi familia para despedirme», dice. Para él, ser positivo era «sinónimo de muerte».

Según cuenta, el porqué de este paralelismo, así como del diagnóstico tardío, está en «el desconocimiento y la desinformación». «A mí nunca me informaron. Lo máximo que me dijeron en el colegio o en la universidad fue que existía un preservativo y cómo se colocaba, todo desde el tabú y más enfocado a prevenir el embarazo. Pero hablar abiertamente de que existen las enfermedades sexuales y de que el VIH no es sentencia de muerte, eso no», afirma. 

Tampoco los médicos le informaron sobre su enfermedad. Fue un amigo suyo el que le vinculó con las distintas asociaciones que le aportaron conocimientos suficientes sobre la enfermedad. Su entrega a la causa fue absoluta desde 2016, cuando, apunta, empezó a recibir información y a «empoderarse». Al llegar a España comenzó como voluntario en Omsida. Así estuvo hasta hace apenas cinco meses, cuando empezó a trabajar en la asociación aragonesa como educador sexual

El camino hasta dónde está ahora ha sido largo y, según cuenta, llega después de un trabajo «de aceptación y de desaprender muy fuerte». «Cuando creces en una sociedad llena de prejuicios y estigmas que te dicen que si tienes VIH es porque hiciste algo mal, porque no te protegiste... Es una información difícil de quitar de nuestras mentes», sostiene. 

Son varios los pasos que tuvo que dar: «Está el cambio dentro de uno, que es un proceso de sentirse bien, y luego el de dar el salto a la visibilidad. Puede que muchas personas nunca den ese paso y está bien», sostiene. Pero se pregunta las causas: «¿Por qué si me entregan un resultado de cáncer lo puedo contar de forma pública y el del VIH no?». Ya conoce las respuestas -miedo al estigma, al rechazo-, y por eso lanza una idea clara: «Aquí estoy. El VIH no me define, soy una persona que vive plenamente, que tiene sus proyectos y que no está enferma, sino que simplemente tiene una condición de salud». 

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