Hábitos del consumidor
Desde cocina ‘nikkei’ a series versión ‘premium’: el consumo de experiencias gana peso en Aragón
Las nuevas generaciones ya no se definen por el trabajo que desempeñan y las compras no son para toda la vida

Una feria dedicada a productos para mascotas celebrada en Zaragoza. / JAIME GALINDO

Comprar la entrada de un concierto en Barcelona con más de un año de anticipación. Regalar una escapada de fin de semana sin una fecha definida. Un curso de cocina nikkei. Peluquería para el perro. Adquirir ropa de segunda mano en una aplicación del móvil o suscribirse a una plataforma digital de series en su versión premium. Estos son algunos de los gastos a los que hacen frente en su día a día unas nuevas generaciones a las que ni se les pasa por la cabeza comprar una vajilla completa o apostar por un apartamento en la playa. La incertidumbre económica, cuando no precariedad, y la globalización digital han cambiado el modelo de gasto tradicional primando un consumo simbólico basado en las «experiencias», según certifican los expertos.
Este desplazamiento en la forma de ocupar el tiempo libre tiene varias justificaciones de base. El profesor de Sociología de la Universidad de Zaragoza, David Pac, estima que tras los años de pandemia se ha establecido «una mayor incertidumbre» tras haberse derribado la «seguridad ficticia» en la que vivía instalada Occidente.
A esto se suma la precariedad profesional en la que viven instaladas las familias más jóvenes, que además han multiplicado sus configuraciones. Los jóvenes aragoneses que viven solos destinan el 65% de su sueldo al alquiler, según los datos del Observatorio de Emancipación. «La generación anterior basaba gran parte de su identidad en el oficio al que se dedicaba, algo que no pueden hacer las nuevas generaciones, con trabajos mucho más efímeros, por eso ahora buscan definirse en función de su consumo y sus gustos», indica Pac.
De fondo también está la evolución tecnológica. Hace dos décadas los planes con tantos meses de anticipación eran impensables si las entradas tenían que adquirirse en una taquilla. Y el viaje «para explicarlo» no aportaba la satisfacción inmediata de provocar envidia en tiempo real con el ‘aquí, sufriendo’. «La omnipresencia de internet ha diluido fronteras en el consumo, ya no existen diferencias entre el medio urbano y el rural o entre los aragoneses y los habitantes de casi cualquier país del mundo», indica Pac.
Esto también ha provocado una gran estandarización en los gastos. Los mismos paquetes de la gran empresa de mensajería se acumulan en la puerta de la mayoría de los hogares. Ahí es donde entran también los consumos emocionales y la necesidad de vivir momentos. La gastronomía, los gimnasios, el cuidado del cuerpo.
El presidente de la Unión de Consumidores de Aragón (UCA), José Ángel Oliván, evidencia este cambio de tendencia en los hábitos de la comunidad. Cambian las consultas que reciben y han descubierto nuevas prioridades y preocupaciones. Ahí entran los problemas que de cara al consumidor pueden provocar las reservas con tanto tiempo de anticipación. «Recomendamos estar muy atentos a las plataformas en las que se compran las entradas o se contratan determinados servicios», manifiesta.
Sin alternativas para el consumidor
La reventa es la gran preocupación que tienen ante esta evolución en la que hasta las entradas de cine se compran con una anticipación desconocida para generaciones anteriores. Y por ahí se cuelan gastos de gestión y otro tipo de estafas. «El problema es que el consumidor no tiene otras alternativas», lamenta.
La Universidad de Zaragoza, a través del grupo de Investigación Sociedad, Creatividad e Incertidumbre (GISCI), que dirige el propio Pac, está atenta a estos cambios sociales que tienen una influencia mucho más profunda en la estructura económica de lo que parece. De hecho, la evolución del consumo a través de plataformas digitales ya tiene su repercusión directa en el mundo laboral o en los proyectos de movilidad compartida.
Además, es en este tipo de compras realizadas a través de internet es donde más se nota la brecha generacional, pues ahí es donde las personas de más edad limitan mucho sus gastos. «Las personas más mayores no acostumbran a realizar encargos de alto valor, pero sí que pueden gastar cantidades menores», resume Pac.
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