Las personas con discapacidad sufren una doble discriminación al hacerse mayores

Entidades como Atades ofrecen a los usuarios distintas opciones que se ajusten a sus intereses e historia de vida conforme cumplen años

Dos personas mayores dan un paseo, en una imagen de archivo.

Dos personas mayores dan un paseo, en una imagen de archivo. / El Periódico

A los 60 años comienza la última etapa de la vida, la vejez, y de su mano llegan unos cambios biológicos y fisiológicos inevitables. El proceso de asumirlos es, además de lento, complicado. Y lo es todavía más para las personas con discapacidad, que cuando llegan a esta etapa sufren una doble discriminación: por edad y por discapacidad.

En combatirla trabaja Marta Sánchez, terapeuta ocupacional del proyecto de envejecimiento de Atades, que está asociado a los usuarios de la residencia Sonsoles, en Alagón. Esta explica que en función del nivel de apoyo que necesitan los pacientes, sus intereses y roles y su historia de vida, y siempre y caundo cumplan unos criterios de inclusión, se les ofrece «un itinerario u otro de vida». Luego, en base a esa 'ruta' establecida, «se planifica una intervención sociosanitaira». 

Las opciones que ofrecen desde Atades son tres. En primer lugar, el proyecto de envejecimiento activo, que está dirigido a los que «tienen capacidades y motivación para continuar en un taller ocupacional, aunque por edad tendrían que jubilarse». De este forman parte personas que, antes, habían acudido a un taller ocupacional seis horas al día. En este plan, el número de participantes y la actividad laboral es más reducida (una hora semanal), pero les permite continuar con su «vida activa». En el proyecto se pueden incluir las personas que tengan 60 años o más, las personas con síndrome de Down a partir de 45 años y otras que el equipo de Atades o la familia considere. «Para ellas es importante continuar realizando una tarea laboral, pero a otro ritmo y con menor nivel de exigencia», expresa la terapeuta.

La siguiente opción son los centros de día. De ellos, explica Sánchez, forman parte «los que están en proceso de envejecimiento y no tienen ni capacidades ni motivación para seguir en talleres ocupacionales». No realizan tareas laborales, y según comenta la terapeuta «tienen intervenciones terapéuticas desde los distintos departamentos (psicopedagogía, psicología, trabajo social...) en función de sus necesidades de apoyo». Así, detalla que «unos acuden al aula de adultos, otros a gimansia, etc.».

La tercera posibilidad es la residencia geriátrica. «Son personas que están en un proceso de deterioro generalizado asociado al envejecimiento y que necesitan cuidados sanitarios y un seguimiento sanitario diario», apunta Sánchez. La terapeuta incide en que esta unidad no es solo para quienes están en la etapa final de la vida, sino también los que «están en un proceso degenerativo (como alzhéimer u otras demencias) en fase avanzada». Según explica, «hay una terapeuta ocupacional y una fisioterapeuta que realizan itnervenciones a diario y todos los días pasa el equipo de Enfermería y el médico de Atención Primaria».

Las opciones son varias y distintas porque, tal y como subraya Sánchez «el grupo de personas con discapacidad es un grupo heterogéneo». Así, señala que «sus necesidades de apoyo e intensidad varía en función de distintas causas». En esta línea apunta que se ha de tener en cuenta que «las personas con discapaidad sufren un envejeimcineto prematuro y acelerado», lo que también hace adaptar los criterios de inclusión en los distintos proyectos según los niveles de apoyo que requieren.

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