La evolución de la capital aragonesa

La plaza de Zaragoza ‘rodeada de romanos’ que va del farol a la copa

En esta céntrica ubicación convergen atractivos como los museos del Teatro de Cesaraugusto, el del Rosario de Cristal y varios bares que animan el entorno

Estatua sedente del monumento a los hermanos Argensola, en la plaza San Pedro Nolasco. | JOSEMA MOLINA

Estatua sedente del monumento a los hermanos Argensola, en la plaza San Pedro Nolasco. | JOSEMA MOLINA / Josema Molina

Zaragoza

Historia, placer y arte. No es mal cóctel el que converge en la plaza San Pedro Nolasco de Zaragoza, un espacio escoltado por los museos romanos del Teatro de Cesaraugusto y el de las Termas -este, en la cercana calle de San Juan y San Pedro- y que también ofrece otros atractivos como descubrir el Rosario de Cristal o disfrutar de unos buenos combinados en cualquiera de los bares que hay en los alrededores. En definitiva, es un enclave que no suele estar entre los clásicos de las visitas turísticas, a pesar de que tiene mucho que ofrecer al visitante. Todo, sin contar con una frustrada reforma que, a ojos de los colectivos vecinales, no era imprescindible.

El peso de Roma en el entorno es evidente. La plaza se encuadra en el en perímetro de la antigua Cesaraugusta, a un paso del teatro romano, de las termas y del cardo y el decumano que dieron forma a la ciudad. Rascando un poco más, en sus tripas hay hallazgos incluso más antiguos, del periodo neolítico, según consta en la misma placa de información que se erige en el lugar. También hay hallazgos musulmanes y judíos, haciendo honor a ese cruce de culturas que fue Zaragoza.

Vista general de la plaza, con la fuente en primer término. | JOSEMA MOLINA

Vista general de la plaza, con la fuente en primer término. | JOSEMA MOLINA

Su nombre, por cierto, no fue siempre el actual. Antes fue la plaza de San Lorenzo, en honor al templo que allí compartía espacio con el convento de San Pedro Nolasco, de la orden de los mercedarios. Ahora ya no hay rastro de ambos, pero a cambio se alza la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, donde descansan los faroles y las carrozas del Rosario de Cristal, mientras que el lugar toma la denominación del segundo cenobio.

Como suele pasar con los elementos encuadrados en el corazón de Zaragoza, lo cambios que ha experimentado a lo largo del tiempo han sido muchos. El último, la reforma de los años 90 del pasado siglo y que configura su imagen actual. En ella destaca la escultura dedicada a los hermanos Argensola y esa característica forma circular en su centro. El cambio de la plaza, por cierto, fue un tema que estuvo cerca de materializarse hace muy poco tiempo, por voluntad del ayuntamiento. Sin embargo, no hubo quorum entre los actores sociales y la reforma quedó en agua de borrajas.

Fachada de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús. | JOSEMA MOLINA

Fachada de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús. | JOSEMA MOLINA

Algo que, desde la asociación del Casco Histórico Vía Romana no ven con malos ojos. «Hay otras acometidas económicas que el resto de la ciudad puede necesitar», afirma su presidente, Iván Mestre. «Está muy bien rodeada y bien cuidada. ¿Que podría ser más bonita y se podría remodelar? No lo voy a negar, pero pienso que está bien», abunda. Este vecino también juzga de forma positiva el ambiente de la plaza, cuyos bares y restaurantes no juegan al horario nocturno de otros establecimientos del Casco Viejo. 

El espacio suma bares en los últimos tiempos como el Olímpico, pariente muy cercano del legendario Bacharach, o, más recientemente, El Rincón de San Pedro. Establecimientos que se incorporan al atractivo de una plaza que, por el momento, parece que vive a gusto con sus circunstancias. 

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