TDAH en la adultez: "Llevaba toda la vida sintiendo que era peor que el resto"
Pablo Gómez es un zaragozano al que diagnosticaron de TDAH con 28 años

Un psiquiatra trata a un paciente con TDAH, en una imagen de archivo. / Zowy Voeten
«Cada persona va en un coche con los cristales tintados. Yo no sé quién conduce en los demás, pero en el mío voy de copiloto y el conductor es un mono. A veces los dos queremos ir al mismo sitio, y otras no. Entonces tengo que obligarle, pero es difícil y agotador. Mientras, veo los demás coches y pienso que controlan al mono mucho mejor que yo. Pero es que ellos no tienen un mono, ellos conducen el coche».
Esta es la metáfora que utiliza el zaragozano Pablo Gómez para describir cómo es su vida con TDAH. Se lo diagnosticaron con 28 años «gracias a los memes». «Ya tenía la mosca detrás de la oreja desde hacía tiempo porque una amiga de la universidad que tiene TDAH compartía muchos memes en las redes y me sentía identificado con ellos», explica.
A raíz de eso, empezó a informares y acudió a un centro especializado. Le hicieron pruebas a él, a su familia y a otras personas del entorno para corroborar que los síntomas erán «reales» y que los padecía desde pequeño. Finalmente, le diagnosticaron TDAH. «Hay tres tipos. Está el inatento, que se muestra más como distracción, en buscar estímulos internos; el hiperactivo, que consiste en buscar estímulos externos, como distraerse con una mariposa, jugar con la cremallera...; y el combinado. Todo el mundo tiene el combinado, pero con más tendencia hacia un lado o hacia el otro. Es decir, eres combinado con tendencia a inatento o con tendencia a hiperactivo. Y luego están los que son combinado-combinado, como yo», explica.
El trastorno tiene consecuencias en su día a día y en distintos ámbitos de su vida. «En el trabajo me cuesta centrarme y ya de chaval era 'Pablo el que no daba un palo al agua'. Se me olvidan las cosas y siento que no estoy tan ahí como me gustaría para mi familia y amigos. Esto repercute en mi autoestima porque me siento mal hijo, mal amigo, mal hermano, mal trabajador...», indica.
Al tener estos síntomas pero no estar diagnosticado, le resultaba difícil comprender que le pasaba. «Llevaba toda la vida sintiendo que era peor que el resto -cuenta-. Siempre he sentido que había algo mal en mí, pero pensaba que era yo, no sabía que era una condición que tenía». Por eso, tener el diagnóstico le ha permitido quitarse «una carga enorme». «Me ha dado una explicación muy grande sobre mi mismo», señala.
Y también ha aprendido. «Los primeros meses que estuve con el diagnóstico, yo mismo me cerraba puertas que no tendría que haber cerrado. Intentaba explicar todo lo que me pasaba, me gustara o no, en base al TDAH», recuerda, y matiza: «Eso es equivocado. Hasta ese momento yo había vivido bien y no me ponía limitaciones». Con ayuda psicológica, trabajo estas pequeñas cuestiones que le resultaban más difíciles.
Pablo mira atrás y afirma que su vida ahora «es mejor que antes». «Tengo TDAH pero también soy muchas más cosas», subraya..
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