Los docentes ante la falta de profesores: "Aquí hay sitio para todo el que quiera"

Héctor Almazán, profesor de Matemáticas, y Ana Buen, docente de Sistemas y Aplicaciones Informáticas, comparten su paso por las clases aragonesas

Ana Buen es profesora de Sistemas y Aplicaciones Informáticas en el instituto Miguel de Molinos de Zaragoza

Ana Buen es profesora de Sistemas y Aplicaciones Informáticas en el instituto Miguel de Molinos de Zaragoza / El Periódico de Aragón

Zaragoza

«Aquí hay sitio para todo el que quiera trabajar. El que venga y levante la mano, tendrá un hueco», dice Hector Almazán. Es profesor de Matemáticas en el instituto Medina Albaida de Zaragoza y, aunque el mensaje que lanza no es literal, podría serlo. Sus palabras llegan por la falta de docentes en general y, sobre todo, en materias como la suya. 

Almazán terminó la carrera en 2005 cuando, indica, «la escasez de trabajo en la docencia daba sus últimos coletazos». En 2006 se presentó a las oposiciones en Murcia y no aprobó. Entró en la lista de interinos y empezó a trabajar. Saltó de unas ciudades a otras hasta que «abrieron las listas en Aragón». «Me fui y estuve un año de interino y al siguiente con jornada completa. Luego estuve dando clase en Cantavieja», cuenta. Después de pasar por Tarazona, aprobó las oposiciones en Navarra, donde estuvo «unos años». Finalmente, llegó al IES Ítaca de Santa Isabel.

Su historia, dice, es la de haber tenido «mucha suerte». «Me pilló ese destaponamiento de las listas y en 2017 me dieron ese destino, algo que 10 años antes había sido impensable», afirma. Fue entonces cuando llegaron los cambios. «Había gente que en su año de prácticas le daban el destino definitivo en Zaragoza. Era en centros más complicados, pero es que antes eso era impensable», comenta, y subraya: «Yo en Navarra tardé 4 años en que me dieran un destino definitivo». Almazán dice que ha visto en sus compañeros el paso «de las penurias por estar muchos años en lista de interinos a entrar sin oposición». 

Para él son varios los motivos que llevan a que las plazas de especialidades como la suya se queden vacías. «Por un lado, se jubila mucha gente. A esos se suma que ha bajado la jornada lectiva de 21 a 18 horas, por lo que hace falta más gente para cubrir plazas», indica. A ello añade que, ahora, «termina la carrera gente que entró a la universidad con notas muy altas, por lo que tienen altas expectativas». Y estas, matiza, «no pasan por la docencia». Son grados en los que «no egresa mucha gente».

Con todo, hay personas como Ana Buen que se animan a dar el salto a la docencia. Desde hace dos años, es profesora de Sistemas y Aplicaciones Informáticas en el instituto Miguel de Molinos de Zaragoza, y es poco el tiempo que lleva como profesora. «Yo estaba en mi trabajo como informática y estaba bien, pero me faltaba algo de trato con la gente», explica. Un año después de la pandemia, hizo el máster del profesorado. «Me cogí la excedencia porque estaba fija. Esperé a que terminara el año para coger un curso escolar completo, porque sabía que en mi especialidad iba a poder», indica. 

Buen define el cambio como «intenso». «Trabajar con estudiantes es complicado porque tiene mucha carga emocional. Muchas veces eso no se entiende desde fuera», señala. Por eso, apunta que un cambio como el suyo «no es común». «Hubo gente que me dijo, ¡qué valiente!», dice entre risas, y añade: «Del ámbito informático, que conozco a mucha gente, habrá solo un par que estén en la docencia». Por eso, es común que las plazas de Informática se queden vacías. «Todos los centros, o nosotros por lo menos, estábamos con el agua al cuello en septiembre por falta de gente», sostiene.

Buen lleva poco tiempo en la docencia y no sabe por dónde pasan las soluciones para esta problemática. Lo que sí tiene claro es que, como docente, «nunca quieres que tus chavales estén sin algún profesor porque eso significa que no reciben formación», afirma. 

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