El pueblo medieval más bonito de España está en Aragón y está considerado “único en el mundo de su especie

Descubre los entresijos de este precioso pueblo y apúntalo para tu próxima escapada por España

El pueblo medieval más bonito de España está en Aragón y está considerado “único en el mundo de su especie

El pueblo medieval más bonito de España está en Aragón y está considerado “único en el mundo de su especie / ISTOCK

Lidia Lozano

Cuando un viajero busca magia, encanto, singularidad y tranquilidad lo suele encontrar en un pueblo medieval. Patear España supone encontrar cientos de pueblos de estas características, pues fue una época tan larga y fructífera que marcó el devenir de muchos pueblos y ciudades de toda Europa. La Edad Media se enmarca entre los siglos V y XV, y fue este momento cuando el continente terminó de forjarse para aportar un gran adelanto a lo que hoy conocemos.

Fue entonces cuando surgieron nuevas formas de pensar comunes en muchos rincones y, por tanto, similitudes a la hora de dar forma a las poblaciones. Estos lugares son auténticas joyas que muchas veces no se valoran como deberían, pero que, si paramos a pensar, guardan entre sus muros y sus callejuelas empedradas historias de cientos de años de antigüedad. Son verdaderos refugios para huir del bullicio del día a día, donde disfrutar de unos días inolvidables y dejar a un lado las preocupaciones.

En Aragón se ubica un número importante de pueblos medievales, pero si hay uno que destaca por encima del resto ese es Albarracín. Tiene fama de ser uno de los pueblos más bonitos del mundo. Está enclavado en mitad de la sierra homónima y desde lejos se distingue por el color rojizo de sus edificios. Una tonalidad extraída del yeso rojo de la sierra que se repite y otorga al paisaje una coherencia de inigualable belleza. Gran parte de su encanto radica precisamente en el anárquico entramado de calles que comparten color, pero esconde mucho más.

Los secretos de Albarracín

Como casi todos los pueblos españoles, Albarracín fue idea de los árabes. La familia bereber Banu Razin fue la primera en poblar el lugar y, por tanto, en bautizarlo. Su ubicación, rodeado por el río Guadalaviar, lo convirtió en inaccesible y fue un punto estratégico clave, por lo que allí mismo erigieron un castillo. Gracias a todo ello, pudo tener una taifa propia y fue desarrollando una importante actividad comercial, lo cual lo hizo crecer a pasos agigantados y le otorgó la forma de la que goza y presume hoy en día.

Del castillo solo quedan algunos restos, pero merece la pena subir hasta ellos para sentirse como un caballero de la Edad Media o como un noble de buena familia musulmana, y contemplar desde lo alto las vistas de un pueblo que parece crecer entre las montañas. Otro edificio de gran relevancia es la catedral, coronada por un tejado hecho de azulejos que aporta a la panorámica un toque de luz entre tanto rojo. Su accesibilidad no es sencilla, al igual que tampoco lo es su ubicación, por lo que hay que subir unas escaleras para entrar.

Su interior aguarda a los visitantes secretos realmente impresionantes. Tal y como dicen sus propios orígenes, esta catedral se construyó sobre una antigua mezquita, aunque eso ya solo se sabe por los libros de historia. Aún se conservan piezas de su primera rehabilitación hacia el siglo XII, cuando los gobernadores, la familia Azagra, decidió dar forma al templo para contar con obispo propio y desentenderse de la Corona de Aragón. Algunos frescos y ventanucos medievales han quedado ahora a la vista tras cientos de años de existencia.

Las visitas para conocer la capilla de la Virgen del Pilar, el retablo de San Pedro que sigue la norma del color rojizo o la capilla de la circuncisión donde hay frescos en grisalla, son guiadas, por parte de la fundación Santa María de Albarracín, que se encarga de recoger todo lo recaudado en eventos turísticos e invertirlo en restauraciones o mejoras del propio pueblo. Tan bien han desarrollado esta actividad que ha sido nombrado como ejemplo de protección de patrimonio rural en España.

Un paseo por las calles del pueblo

Al recorrer las calles de Albarracín, contemplamos otra parte de su rico pasado, a través de edificios como el Palacio Episcopal, una mansión que actualmente se utiliza para actividades culturales y divulgativas. Algunas de sus estancias son testigo de la relevancia con la que contaba el obispo, pues aquí se encuentra el museo diocesano. Pero realmente cualquier rincón del pueblo es un buen lugar donde detenerse a mirar o a sacar cientos de fotografías, como el Portal del agua, un singular arco que conecta con la Plaza Mayor.

El punto de encuentro de los albarracinense lobetanos se caracteriza por estar salpicado de soportales, donde se encuentran también la casa consistorial y la lonja. Desde el centro de la plaza puede contemplarse la catedral y su campanario, demostrando que Albarracín en su totalidad es un mirador hacia uno de los paisajes más bonitos y preciados de Teruel e incluso de todo Aragón. Un entorno que también puede recorrerse y descubrirse, pero en el que nos adentraremos más adelante.

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