La llegada de inversiones chinas dispara el interés por el idioma en Aragón

El Instituto Confucio de la Universidad de Zaragoza calcula que un millar de aragoneses están preparando los exámenes oficiales

Un ciudadano de origen chino camina por una calle del centro de Zaragoza bajo un rótulo en su idioma.

Un ciudadano de origen chino camina por una calle del centro de Zaragoza bajo un rótulo en su idioma. / Carla Greenwood

David Chic

David Chic

Zaragoza

El bueno momento económico de las relaciones entre China y Aragón también se nota en el ámbito académico. El Instituto Confucio de la Universidad de Zaragoza (ICUZ) tiene actualmente unos 700 estudiantes matriculados, a los que habría que sumar los de la Escuela Oficial de Idiomas, los que están en academias privadas o estudian chino de manera autodidacta, pero luego acuden a los exámenes que se hacen en el campus público, como único centro oficial reconocido para los exámenes de HSK e YCT en Aragón y Navarra. Por ello, señalan que la cifra de unas 1.000 personas estudiando chino en Aragón «no es una cifra alejada de la realidad, con un creciente interés en los últimos años e incluso diría que meses, con la llegada de las inversiones chinas en Aragón como CATL», señala el director del centro, Rafael de Miguel.

La relación de los aragoneses con la emigración asiática ha cambiado mucho en las últimas décadas, según han comprobado con la evolución del centro. «La comunidad china en Zaragoza es una comunidad que no se corresponde con los tópicos», establece el responsable académico. Y son conscientes de que su presencia de ha diversificado sin crear roces ni conflictos. «Están instalados en muchas zonas de la comunidad con sus comercios y servicios abiertos a toda la ciudadanía, además, la celebración del Año Nuevo Chino, como el reciente desfile del dragón del 2 de febrero con más de 10.000 personas, demuestra que es la comunidad extranjera en nuestra ciudad que más visibiliza esa integración con la sociedad zaragozana y aragonesa», destaca. 

En este sentido destaca el propio interés de los migrantes en establecer lazos empresariales y sociales, algo que ha cambiado mucho en los últimos años. «Su alto nivel de organización como comunidad favorece la colaboración con este Instituto Confucio, pero también con las instituciones públicas como Gobierno de Aragón y Ayuntamiento de Zaragoza y con otras entidades privadas», reconoce de Miguel. 

La mayor parte de la comunidad proviene de la ciudad de Qintiang, que pertenece a la sub-prefectura de Lishui, en la provincia de Zhejiang. «En su mayor parte se compone de clase trabajadora en los comercios, servicios y actividades de restauración que conocemos todos y que frecuentamos, por ser muchos de ellos negocios de proximidad en nuestros barrios», indica.

El mayor cambio que se ha producido desde el cambio de siglo es que los hijos de los primeros migrantes que llegaron hace dos décadas ya son personas mayores de edad. «En algunos casos ya los tenemos estudiando en la Universidad de Zaragoza, en diferentes grados y máster, pero en su mayoría se han incorporado a trabajar y a gestionar los negocios familiares, colaborando o sustituyendo a los padres», señala. Alguno de ellos ha emprendido así un camino propio independiente del de sus progenitores.

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