Un príncipe austrohúngaro en el cerco de Huesca
El investigador José María Ballestín traduce un viaje inédito del noble alemán Hubertus de Löwenstein al bando republicano de la guerra civil

El príncipe Hubertus de Löwenstein (en el centro) frente a las ruinas del castillo de Montearagón. | IEA

El viaje de un príncipe austrohúngaro a la guerra civil, participante en el cerco de Huesca y obligado a beber en porrón (sin haber visto nunca «una de esas vasijas de formas extrañas en las que te sirven el vino», según las define) en plena batalla del Ebro, es el punto de partida de una recuperación editorial impulsada por el investigador José María Ballestín después de que encontrara una fotografía histórica de este fascinante personaje en la que aparecía retratado en Codo equivocadamente identificado como un heredero de Liechtenstein.
«La datación de la foto me llevó hasta una historia muy berlanguiana sobre un príncipe alemán que visitó España durante la guerra civil para conocer el bando republicano, pues quería comprobar si la propaganda franquista que recibían en su país era cierta, sin embargo, como no había estado nunca en España y no conocía su cultura, el choque cultural al que se enfrenta es parecido al de los viajeros ingleses del siglo XIX», indica. La publicación del Instituto de Estudios Altoaragoneses (IEA), lleva el título de Hubertus de Löwenstein y su viaje del verano de 1937: un católico en la España republicana.
La persona que figuraba en la fotografía de Codo era realmente el príncipe Hubertus de Löwenstein, nacido en el castillo de Schönwörth, en el Tirol austrohúngaro, en el año 1906. Ballestín recuerda que fue un noble «liberal, católico y antinazi» que tras el ascenso de Adolf Hitler se vio obligado a exiliarse a Inglaterra. «Su figura merece mucho la pena, aunque su obra no ha sido demasiado citada porque se le consideraba un turista de guerra, aunque creo que aporta datos muy curiosos», señala.
El príncipe realizó su periplo en el verano de 1937 con la intención declarada de comprobar si la guerra era «esa cruzada en pro de la religión católica que pregonaban los sublevados respaldados por la Alemania nazi y la Italia fascista». Entre el 24 de agosto y el 8 de septiembre de 1937 el buen austrohúngaro anduvo por diversos escenarios tanto en la retaguardia republicana (Barcelona y Valencia) como en primera línea de guerra recabando testimonios .
En este lapso de tiempo se convenció de que lo que pasaba en la contienda «lo sufrirá París» alertando de que una derrota republicana implicaría «el comienzo de una guerra mundial». El resultado de aquel viaje fue la publicación en Londres de la obra A Catholic in Republican Spain que hasta ahora no se había traducido nunca. «Hubertus, con el paso del tiempo, tuvo una evolución ideológica llamativa, pues tras la II Guerra Mundial asumió que había que defenderse del comunismo, pero pese a ello siempre defendió la vigencia de su texto sobre el viaje a España», precisa Ballestín.
En la obra, cargada de anécdotas y observaciones cotidianas, el príncipe visita el castillo de Monteragón, explica cuánto cuesta un menú de guerra (que incluía «un plato de caracoles») y acompaña en las noches de bombardeos a los milicianos. «Llevo más de un año en el frente cumpliendo con mi deber, pero confiaba en que mi madre estaba a salvo en Barcelona hasta que recibí la noticia de que había muerto en un bombardeo fascista en el hospital en el que estaba», le cuenta un joven de 18 años en el aeródromo de Sariñena. «Mucho triste», anotó Hubertus en castellano en su libro.
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