Lizer Pablo, diagnosticado con síndrome de Asperger: "Nos cuesta integrarnos y hacernos entender"
El joven reivindica la importancia de tener "paciencia" y saber entender a las personas que padecen el trastorno

Lizer Pablo, paciente de la Asociación Asperger y TGDs de Aragón. / Servicio Especial
«Paciencia». Es el mensaje que Lizer Pablo lanza en el Día Internacional del Asperger a las personas que no conviven con este síndrome. Paciencia para con los que, como él, llevan una vida entera conviviendo con este Trastorno del Espectro Autista (TEA) que afecta a 1 de cada 100 personas en España. «Nos cuesta integrarnos, pillar las cosas o hacernos entender... Y nos quedamos un poco de lado. Es importante que podamos ser escuchados», destaca.
Lizer retrocede a su infancia y recuerda la «frustración» de no entender lo que le sucedía y de ser el «rarito». «Era un niño muy explosivo. Los demás sabían que se podían burlar de mí y que yo iba a saltar. Podían hacer bromas sobre mí y yo no las iba a entender».
Cada persona con asperger puede presentar distintos síntomas, pero hay rasgos comunes que comparten la mayoría de ellas. Giovanna Falchi, coordinadora del área de psicología de la Asociación Asperger y TGDs de Aragón, explica que entre los principales están las dificultades para la interacción social. «Son personas que se quieren relacionar pero que no saben cómo hacerlo. No conocen las reglas de interacción social y les cuesta entender el contexto, entonces presentan algunas dificultades de comunicación», señala.
Con todo, subraya que «la idea tradicional del autista como una persona totalmente aislada no es así». «Cuando encuentran un entorno facilitador, están encantados de socializar», añade la coordinadora.
Lizer lo corrobora. Cuenta el joven que su historia es la de aprender a comunicarse. «Tienes que aprender cómo se comunica la gente para poder hacerlo y para poder decir que algo te cuesta porque tienes Asperger o poder pedir que, por favor, te lo expliquen de forma distinta», apunta. Y lo ejemplifica: «Por ejemplo, hay reglas sociales que no están escritas, como el sarcasmo, la ironía o el ‘me enfado pero no te lo digo’... Esas cosas son difíciles de pillar para nosotros».
Otro de los rasgos habituales es la literalidad ya que, como indica Falchi, las personas con asperger pueden presentar dificultades para comprender los significados metafóricos. Pero hay personas que, como Lizer, aprenden a trabajarlo y rompen con los prejuicios. «Está el estigma de que los asperger somos todos muy serios, muy cuadriculados... Yo he aprendido a lidiar con ello y a demostrar que no es así», afirma él, que cuenta que con sus amigos hace numerosas bromas. Lizer rompe otro estigma al recordar que tampoco a todos les gustan las matemáticas. «Yo, por ejemplo, estoy estudiando la carrera de Filosofía», detalla.
Pero él sabe que no siempre es sencillo entender a las personas con asperger porque «tiene muchas facetas y a veces pasa de largo». Falchi explica que, sobre todo las mujeres, «camuflan» ciertos rasgos al esforzarse por encajar. «Todos los TEA hacen el esfuerzo de encajar, pero ellas tienen una vida muy adaptada y funcional, tienen a sus familias...», sostiene.
Ello genera que el trastorno esté infradiagnosticado en la población en general y, sobre todo, en las mujeres y en las personas con altas capacidades. Falchi señala que «ha habido una mejora en el diagnóstico temprano», pero subraya que «el 90% de los diagnósticos son de personas menores de 30 años», lo que evidencia que faltan por detectar muchos casos de adulto. Lizer, por ejemplo, estuvo desde su infancia y hasta cerca de los 17 años sin una evaluación oficial. «Sabía que era diferente, pero no sabía lo que me pasaba», dice. Su adolescencia fue «complicada».
El diagnóstico ayudó a Lizer a comprender lo que le ocurría, pero lo define como «una espada de doble filo». «Te ayuda a dar claridad a las situaciones vividas, pero por otro lado te dice que eres un enfermo mental, y eso te puede echar para atrás», señala, y comparte las sensaciones que vivió entonces: «Cuando te llega ese diagnóstico te quedas como diciendo... ¿Y si no soy aceptado? ¿Y si fuese normal? ¿Y si no lo tuviese?».
Ahora, después de «reposar el diagnóstico» y con ayuda psicológica de la asociación, afirma que «no es ni mejor ni peor» que el resto. «Soy lo que soy y ya está. Es un diagnóstico pero no te condiciona».
Lo que le sigue resultando complejo es tomar decisiones inmediatas, algo difícil por el propio Asperger. Falchi explica que las personas con este trastorno tienen una «tendencia a mantener rutinas» y matiza que «no les gustan los imprevistos». «Son sensibles a los cambios. Necesitan un entorno previsible. Pueden tener hipersensibilidad con los olores, los ruidos, las texturas...», señala.
«Paciencia», recuerda Lizer. Paciencia para atender a las personas con asperger, para entenderlas, para ayudarlas. «Si no nos escucha, no hablamos y no podemos agarrar esa fluidez que el mundo requiere de las personas. Se puede aprender de los que tenemos asperger, de los puntos de vista distintos, de los argumentos variados, de la manera de pensar, que es diferente», subraya.
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