La larga travesía de Yesa: deslizamientos, contestación social y el agua que bebe Zaragoza

El proyecto ha sufrido cuatro momentos de ‘impasse’, uno por cada modeficado, siendo el tercero el más relevante porque debía servir para estabilizar las laderas y supuso perder un tercio del objetivo de llenado. Río Aragón exige una auditoría pública para trabajar con «luz y taquífrafos»

Una imagen de Yesa, el verano pasado, con la presa original y la que permite el recrecido al fondo.

Una imagen de Yesa, el verano pasado, con la presa original y la que permite el recrecido al fondo. / CHE

Zaragoza

Nada más y nada menos que 8.700 días han transcurrido desde que se colocó la primera piedra para el recrecimiento de Yesa, una obra capital en el cada vez menos ambicioso Pacto del Agua aragonés a la que fían su futuro los regantes del Canal de Bárdenas. El pantano del que Zaragoza bebe agua lleva casi 24 años en obras, cuando el plan inicial pasaba por un lustro de trabajos. El Consejo de Obras Públicas dio el visto bueno al cuarto modificado a finales de 2024, según confirman fuentes del ministerio que dirige Sara Aagesen, y ahora tiene que recibir la aprobación del Consejo de Estado para pasar después por el Consejo de Ministros. La responsable de Transición Ecológica habló en su última comparecencia en Zaragoza que es cuestión de meses. Será entonces cuando la unión temporal de empresas formada por ACS, Ferrovial y FCC podrá retomar los trabajos, que también deberán incluir una nueva intervención en la ladera derecha para consolidar, quien sabe ya si de forma definitiva, un proyecto que se acercará a las tres décadas de travesía.

Ese largo camino, que inició el ministro Jaume Matas el 18 de mayo de 2001 y en el que han convergido las exigencias de los regantes, la contestación vecinal y de los ambientalistas y la complejidad técnica de los trabajos por la inestabilidad del entorno, ha hecho que Yesa sea, casi con toda probabilidad, la obra hidráulica más estudiada de España. Fruto de ello han sido los cuatro modificados del proyecto, que han disparado en consecuencia el presupuesto. El primero, que se remite al año 2003, hace referencia al trazado de la variante de la carretera nacional N-240, en la parte navarra, mientras que el segundo, aprobado un año después, se centraba en trabajos en los taludes y márgenes del embalse.

La mayor enjundia la tuvo la tercera enmienda, redactada para frenar los deslizamientos de las laderas colindantes y que supuso un cambio de toda la infraestructura para reducir la cota de la presa de 521 metros de alto a 511, razón por la que se redujo en un tercio la capacidad regulatoria que se planificaba en un primer momento. Durante todos estos años se ha recrecido la presa, que se apoya en el dique original a través de una pantalla impermeable de hormigón, se han acometido buena parte de los trabajos relacionados con el plan de restitución y la infraestructura de desagüe. En resumen, se ha ejecutado un 82% del proyecto, según asegura la CHE. Y ahora queda el cuarto modificado, con un presupuesto de 9,5 millones de euros, que se centra en los aliviaderos. El pantano viejo tenía cuatro, de los que al menos tres deben ser reubicados.

Las incongruencias del presupuesto

Pero lo cierto es que resulta difícil poner negro sobre blanco en todo lo relativo a este proyecto hidráulico, dado que el ministerio y la Confederación suministran con cuentagotas la información pública por la contestación social que siempre ha levantado este proyecto entre los vecinos afectados y los colectivos ecologistas. Por ejemplo, en cuanto al presupuesto, la CHE ofrece una cifra oficial de 293,37 millones de euros a fecha de hoy, si bien en una respuesta parlamentaria de 2022 al ex senador de Compromís, Carles Mulet, el ministerio reconoció que las obras asociadas al proyecto se disparaban hasta los 440 millones, debido, entre otras razones, a las indemnizaciones por las expropiaciones y a trabajos en las carreteras adyacentes. Aún se encarecerá más, debido a los intereses de demora asociados al retraso de las obras, y a esa nueva intervención en las laderas de Yesa.

“Hay que poner luz y taquígrafos. Hemos pasado de 113 millones de presupuesto a más de 400 para una obra que se tendría que 2006. Por mucho menos la clase política monta en cólera y con Yesa hay un manto de silencio. Si algún día se termina la obra, ¿a quién habrá que pedir responsabilidades si pasa algo? ¿Al primero, al último, al de la mitad? Parece que todo el mundo quiere tirar para adelante a base de pasitos en vez de tomar, pero nadie tiene la valentía de plantarse”, denuncia Miguel Solana, presidente de la Asociación Río Aragón, una de las más activas contra el recrecimiento de Yesa.

De hecho, la asociación exigió la semana pasada una auditoría pública y transparente sobre el recrecimiento de Yesa, una obra que consideran «inviable desde el punto de vista de la seguridad y la gestión hídrica».

Tracking Pixel Contents