Las lecciones no aprendidas de la pandemia: "En algunos aspectos nos hemos vuelto más reticentes a compartir"

El vicedecano del colegio profesional de sociólogos de Aragón, Pablo Redondo, analiza qué cambios ha dejado el covid en la sociedad

Una mujer cruzando por el paseo Independencia de Zaragoza en la pandemia.

Una mujer cruzando por el paseo Independencia de Zaragoza en la pandemia. / Chus Marchador

Zaragoza / Madrid

Sostiene David Sainz, guionista y director de cine, autor de la serie apocalíptica Fin (Prime Video), escrita antes de la pandemia pero que ya deslizaba situaciones que luego pasaron con el covid, que la frase acuñada de «saldremos mejores fue la gran mentira que se nos contó: claramente la sociedad fue a peor». Se cumplen cinco años del inicio del confinamiento tras aparecer el virus letal en Wuhan (China) que, según la OMS, provocó más de 777 millones de contagios y la muerte de más de siete millones de personas y, ciertamente, lejos de estar en un mundo mejor, parece más bien lo contrario.

«Salimos más fuertes» fue el eslogan elegido por el Gobierno en mayo de 2020, cuando ya había acabado lo peor del confinamiento, para agradecer a los españoles su responsabilidad y esfuerzo para vencer al covid, pero hoy no parece quedar ni rastro de aquello.

«Las pandemias siempre han venido seguidas de procesos nacionales e internacionales muy complicados. Desgraciadamente, el mensaje de 'saldremos mejores' no se ha cumplido. A nivel psicológico muchos parámetros y datos demuestran que hay un malestar emocional significativo y permanente en la sociedad, a lo que hay que añadir las crisis económicas y los movimientos geopolíticos que han acabado en procesos bélicos, además de una polarización política», explica Roger Muñoz, psicólogo y profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de Valencia.

«Yo creo que salimos; sin más, unos de una manera y otros de otra. Unos salieron más resilientes, aprendieron unas habilidades de todo esto, pero otros salieron más vulnerables, con estrés postraumático, todo depende de cómo vivieron la pandemia», asegura Arantxa Santos, psicóloga clínica.

"Sacar del armario" la salud mental

A lo que sí ayudó la pandemia, destaca Santos, fue a «sacar del armario» el problema de la salud mental, lo cual es indudablemente positivo. La idea la refuerza Pablo Redondo, vicedecano del colegio profesional de sociólogos de Aragón que subraya que ahora se ha «normalizado» la salud mental. «Mucha gente se vio afectada ante esa situación de incertidumbre, a los fallecimientos de personas cercanas, a una enfermedad grave... Eso afectó al estado de ánimo», apunta Redondo. Y lo que antes era impensable, «ir a terapia», ahora es común.

Con todo, Muñoz indica que las soluciones ante los problemas de salud mental generados en la pandemia «no entraron en las puertas del servicio sanitario público como se pedía». «Se están haciendo cosas», apostilla, «pero muy tímidamente. España tiene una prevalencia de ansiedad y depresión mucho mayor que la media europea porque no hay recursos sanitarios».

Lo que parece claro es que la pandemia no afectó por igual a todo el mundo. Redondo considera que las personas mayores son «las que más afectadas han resultado con la vuelta a la normalidad». «Estuvimos mucho tiempo confinados. Los mayores no podían moverse y su musculatura se debilitó, y ya no han podido recuperar esa normalidad que tenían», comenta Redondo, y añade: «En edades avanzadas, el parar de hacer esfuerzos físicos se nota. El cuerpo ya no se recupera e igual alguien que antes paseaba todos los días, ahora camina distancias muy cortas». Esta reducción de la movilidad, subraya, «les ha llevado a aislarse más y a estar más excluidos».

En la línea de la salud, el parón obligatorio también contribuyó a que la población anhelara hacer actividades al aire libre. «Una de las primeras veces que dejaron salir a la calle era para hacer deporte. Eso llevó a conectar con la naturaleza», explica Redondo.

Más turismo, más naturaleza

Y también se han producido «ciertas tendencias de cambio en el turismo», detalla el sociólogo aragonés. Redondo explica que este, además de haberse «intensificado», las restricciones de movilidad de 2020 llevaron a «descubrir lugares que no se valoraban tanto». «Hubo un tiempo en el que no se podía salir de la comunidad autónoma, así que en Aragón, por ejemplo, la gente comenzó a ir al pirineo en vez de a Salou», sostiene. «Por eso ahora, en parte, se ve el pirineo aragonés saturado de gente en vacaciones», dice.

Sobre la mesa también está hoy la polarización política, «que genera malestar emocional, y el malestar emocional genera polarización política», aprecia Muñoz. «Los partidos que necesitan esa polarización política azotan a ese malestar emocional, que la gente piense con las tripas y no con la cabeza», sostiene.

Santos destaca que la «irritabilidad y crispación» se puede percibir en cualquier «puesto de atención al público. La gente tiene cada vez menos paciencia, saltamos a la mínima», dice la psicóloga, que lo relaciona con el «estrés emocional y el miedo de cuando el virus estaba en pleno apogeo, y temíamos estar en público, en una cola o aglomeración, y eso perdura hoy».

Una crispación que está relacionada con el aumento del individualismo, dice Redondo. «En algunos aspectos se puede decir que nos hemos vuelto más reticentes a compartir con otras personas», señala. El sociólogo explica esta idea: «Ha cambiado la forma de movernos por la ciudad a raíz de la pandemia. En aquel momento cogimos miedo a utilizar el transporte público por posibles contagios, lo que ha hecho que ahora se haya consolidado el transporte individual». Lo ejemplifica con el uso de los patinetes eléctricos, que aparecieron antes del covid pero que han tenido su boom después de este.

La introducción de la digitalización

Pero si hay un cambio que la pandemia ha traído a la sociedad es, en palabras de Redondo, «la introducción de la digitalización en el día a día». El aragonés desarrolla que, aunque las tecnologías ya estaban muy presentes, la pandemia «aceleró» su inclusión en las rutinas de los ciudadanos. «El ejemplo más claro es el teletrabajo, que se implementó de forma forzosa por las circunstancias y que ha llevado a que ahora las empresas lo implementen, si no todos los días, al menos alguno», explica el sociólogo.

De la mano de la digitalización llegaron los «cambios en la forma de ocio», cuenta el sociólogo aragonés, que señala que «los adolescentes, al no poder quedar, desarrollaron formas de entretenimiento como el conectarse a la vez para jugar a un videojuego online». Y esto, añade, «todavía permanece».

¿Las consecuencias? «Más adicción a las pantallas o más uso de las redes sociales», apunta Redondo. «Al final lo que ha pasado es que, el uso de internet, que ya estaba normalizado e interiorizado, se ha intensificado», afirma.

Más allá de los cambios, el complicado escenario sanitario de 2020 implicó aprender normas de actuación que terminaron por convertirse en hábitos. La más evidente, el uso de las mascarillas. Redondo la analiza de forma más profunda: «Creo que hemos tenido un aprendizaje en cuestiones sanitarias y que estas han pasado a preocuparnos más. Antes, con un resfriado, ibas a trabajar. Ahora somos más conscientes de las consecuencias que eso puede tener, e igual te proteges».

Ahora, un lustro después, se analiza aquel fatídico 2020. Hay quienes, a propósito o no, han dejado en el olvido lo que supuso el covid. Y hay otros que, a propósito o no, todavía lo recuerdan. Mejores o no, salimos de la pandemia.

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