El reto del covid persistente: "Vivo siempre con dolor. Me caigo, me mareo, veo borroso..."

A María José Moreno le diagnosticaron covid en 2020. Su vida cambió aquel octubre, cuando empezó a sentir «cosas raras» en su cuerpo y la ingresaron. Un lustro después, sigue conviviendo con la enfermedad a diario.

La aragonesa María José Moreno sufre covid persistente.

La aragonesa María José Moreno sufre covid persistente. / El Periódico de Aragón

Zaragoza

Cinco años después, la aragonesa María José Moreno sigue sin saber cómo se contagió de covid. Lo que sí sabe es que la enfermedad cambió su vida. Se acuerda cada día. «Vivo con dolor. El simple hecho de levantarme de la cama me supone un gran esfuerzo. Tengo mucha presión en los oídos y a veces no soporto los ruidos aunque sean bajitos, o no aguanto las voces de mis hijos. Me caigo, me mareo, veo borroso...», explica. Moreno tose y la voz le flaquea. Tiene covid persistente y es «difícil de gestionar».

La mujer retrocede a 2020 para recordarlo. «Tengo dos niños y estuve en casa con ellos, así que fue un tiempo de estar en familia», dice. Moreno pasó miedo porque, cuenta, «era muy hipocondriaca». «Lo lavaba todo con lejía, no nos juntábamos con nadie, íbamos siempre con mascarilla... Fue casi rozar la obsesión», admite. 

Lo único que hacía la aragonesa era salir a comprar al supermercado cada quince días. Pero, aun con todas estas precauciones, en septiembre de 2020 se contagió. «Tuve un covid muy largo. Estuve un mes aislada en una habitación», dice. Ella lo define como «un catarro muy gordo» con el que «no estuvo fatal». Fue en gran parte gracias a su médica de familia, que estuvo siempre muy pendiente de su evolución. «Me llamaba hasta en vacaciones o en domingo... En los momentos flacos me dio fuerza», afirma.

En octubre de 2020 las cosas cambiaron. «Empecé a sentir cosas raras en mi cuerpo. No notaba las piernas y se me caían las cosas de las manos», señala. Entonces acudió a su médica, que la mandó «corriendo» a urgencias. Fue ahí donde vivió su momento más complicado. «Me ingresaron en la zona covid y fue muy duro. Estábamos todos mezclados y había gente a punto de morirse», recuerda afectada Moreno. 

«Cuando entré en urgencias pensaban que tenía una infección dentro de la médula espinal», cuenta. Le pidieron permiso para hacerle unas pruebas y accedió. El resultado era decisivo: si salía mal, tendrían que derivarla a la Unidad de Cuidados Intensivos (uci). De la mano de las dolencias llegaron los miedos. «No sabía qué iba a pasar. Mi hijo mayor me preguntaba: ‘Mamá, ¿te vas a morir?’», expresa Moreno. Las pruebas salieron bien y la subieron a planta.

Con todo, Moreno seguía dando positivo en covid. Bajó de peso hasta los 44 kilos y la enfermedad también afecta a su memoria a corto plazo. «Al principio no me salían las palabras y me perdía al hablar», sostiene. La sintomatología que mantiene desde el primer momento es parestesia, es decir, sensación de hormigueo, adormecimiento, etc. Ahora trabaja por las mañanas y dedica las tardes a estar con sus hijos, aunque muchas veces se tiene que quedar en la cama y no es capaz «ni de hacer la cena». «Las fuerzas me van justas para trabajar», dice. 

Ella se considera «fuerte mentalmente» gracias al acompañamiento que ha recibido. «He aceptado la enfermedad, aunque hay días que, por supuesto, me rompo», señala. Pero trata de mantener la esperanza. «No creo que nos vayamos a curar, pero sí que saldrá algo que nos hará tener más fuerza», afirma. En esta línea, agradece el apoyo a la asociación de covid persistente de Aragón.

Moreno forma parte de varios estudios médicos y ya ha acudido a las primeras consultas de la unidad monográfica de covid persistente que abrió en diciembre en el centro de especialidades Grande Covián, que supone «un apoyo». Es su única solicitud: «Que, por favor, no nos dejen de lado, porque que nos vean nos da fuerza para seguir». 

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