Así se vivió el confinamiento en Aragón: «Era muy extraño estar en un bar de fiesta con la gente sentada y separada»
EL PERIÓDICO conversa con varios aragoneses que convivieron de tú a tú con el covid. Estas son sus historias.

Jose Luis en la entrada de su bar Moby Dick, este viernes. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA
La pandemia del covid dejó secuelas en diferentes sectores. El ámbito sanitario, al tratarse de un problema de Salud Pública, vivió años muy intensos y el sistema público se colapsó. También las residencias de mayores salieron muy golpeadas porque, además de los contagios y las muertes, tuvieron que vivir aisladas. La soledad de sus usuarios se hizo todavía más dura. Los negocios, la hostelería y el ocio nocturno son otros de los sectores que sufrieron las consecuencias de una epidemia sin precedentes. EL PERIÓDICO conversa con varios aragoneses que convivieron de tú a tú con el covid. Estas son sus historias.
José Luis Sanz. Propietario de un bar de ocio nocturno: «Era muy extraño estar en un bar de fiesta con la gente sentada y separada»
La necesidad de la gente de recuperar el contacto, de volver a relacionarse con amigos y familiares, de mantener conversaciones de tú a tú, al margen del teléfono, de saludarse aunque fuera con una mirada. Esta es la imagen y el recuerdo que le viene a José Luis Sanz del día que volvió a subir la persiana de su bar, aunque a medio gas, con restricciones, y con algunas pocas mesas en la terraza del local.
«Cuando nos desconfinaron y pudimos volver a juntarnos se notaba entre la gente esa necesidad de relacionarse después de tres meses sin contactos, de exprimir el tiempo. En aquella época se percibió que la gente se dedicaba tiempo de calidad», recuerda este empresario zaragozano con tres bares a su cargo, uno de ellos de ocio nocturno, el último en abrir.
La facturación se quedó a cero
El ocio nocturno sufrió las consecuencias de las más que necesarias restricciones –impuestas para evitar el contagio– durante meses. Más que el resto de negocios. «Fuimos los últimos en abrir y la facturación se quedó a cero durante meses. Eso fue lo peor para nosotros, la incertidumbre», explica este hostelero, responsable de un bar-cafetería, un pub y un local de noche. Todos ellos tuvieron que adaptarse a las exigencias sanitarias.
«Cuando nos permitieron reabrir los locales de noche tuvimos que colocar mesas y sillas para que la gente no estuviera de pie bailando. También nos exigieron bajar el volumen de la música para facilitar las conversaciones, que se escucharan y no tuvieran que acercarse para oírse. Era una sensación rara porque estabas en un bar de noche con poca gente, con mascarilla, y todos sentados», explica el propietario del pub Moby Dick.
«Menos mal que se aprobaron ayudas y algunos propietarios decidieron no cobrar los alquileres de los locales, pero fue una situación complicada porque no sabías cuándo ibas a volver a abrir y a facturar porque mientras tuvimos nuestros bares cerrados no ingresábamos nada», apunta.
«La alternativa que nos dieron fue instalar veladores en la calzada, pero no todos los bares tenían espacio o capacidad económica para hacerlo», señala sin olvidarse de que las tasas por este tipo de terrazas no han dejado de crecer desde entonces.
La pandemia supuso un antes y un después y cambió los hábitos de los consumidores por completo. Al principio, por las obligaciones del desconfinamiento y, después, porque hubo cambios que gustaron. Sucedió, por ejemplo, con el tardeo, que ya había empezado a ponerse de moda en Zaragoza antes de la crisis sanitaria y acabó instaurándose en la ciudad. «A la gente no le quedó más remedio que adelantar el horario de noche porque teníamos muchas restricciones, así que las horas de fiesta se adelantaron y ahora el tardeo está muy de moda», admite José Luis, que asegura que cinco años después el consumo se ha moderado y ese tiempo de calidad de los primeros meses, también.
Eliseo Andrés. Incinerador en el cementerio de Torrero: «Los hornos crematorios no están preparados para tantas incineraciones»
Quienes conviven con la muerte a diario normalizan el cara a cara con la guadaña. Pero el covid y la sucesión de tristes decesos hicieron débiles a los más fuertes, incluso a todos aquellos que integran el gremio de los servicios funerarios. «Ojalá no lo volvamos a ver nunca más. Los compañeros incineraban hasta las cuatro de la mañana sin parar, las cámaras no daban para más, usábamos los velatorios para meter los féretros... A día de hoy aún hay familias que me dicen que no saben si realmente enterramos a sus familiares... (suspira) Eso es muy jodido. ¿Los hospitales? Una batalla campal, parecía que había pasado una guerra... Te das cuenta de que la vida son dos días», narra el trabajador de una funeraria zaragozana que prefiere mantenerse en el anonimato.
En el cementerio de Torrero, por ejemplo, los cuatro hornos crematorios operaban 22 de las 24 horas del día al repartir a sus tres trabajadores en tres turnos, de 06.00 a 15.00 horas, de 14.30 a 22.00 horas y de 22.00 a 04.00 horas. A diario se incineraban a 28 fallecidos cuando, a día de hoy, el límite es de solo 16 cremaciones por el descanso que requieren los hornos para su refrigeración. «Vimos que se nos venía una avalancha de incineraciones, aguantamos dos meses a ese ritmo, no dábamos a basto... Los hornos crematorios no están preparados para tantas incineraciones», cuenta Eliseo Andrés, uno de los tres incineradores que a día de hoy trabajan en el cementerio de Torrero. «La gente creyó que la incineración era obligatoria y estoy convencido de que han aumentado las incineraciones desde entonces. Casi toda gente mayor quiere incinerarse», asevera.
Incineraciones por zoom
A lo largo de esos meses, de hecho, le tocó vivir en primera persona situaciones que nunca había imaginado. «Parecía que nos estábamos preparando para una invasión, que había caído una bomba y que había acabado con la vida humana. Era una especie de paisaje apocalíptico. Una familia estaba toda con covid y preparé una incineración por Zoom, puse un móvil en un trípode y vieron cómo entraba su madre por el horno», relata Eliseo. «Al ver cómo las personas vienen a despedir a sus seres queridos, he aprendido que debes dejarles en su memoria buenos recuerdos porque todo lo demás no te viene a despedir. Digo algo de cariño, algo de amor... porque todo lo demás es vanidad. Este es un pensamiento que entonces se acentuaba todavía más. Todo los días veo caras de tristeza, pero la del covid era una tristeza todavía mayor porque la última vez que veían a sus familiares era cuando se los llevaban en camilla al hospital. No había un beso de despedida. Ese dolor era palpable porque no se cerraba ese círculo de despedida y va a quedar en la mente de mucha gente», reflexiona.
- Aparatoso accidente en pleno centro de Zaragoza con un coche de la secreta implicado
- Ambrosio y Justino, el restaurante de Zaragoza que ha heredado la carta de bocadillos de El Siberiano
- Personas sin hogar duermen en la sala de espera del hospital ante una situación límite
- El pueblo con el yacimiento íbero más importante de España está en Aragón: más de 2.000 años de antigüedad
- Tres centros de salud de Aragón se implican en un proyecto europeo para el autocuidado de personas con diabetes
- Pili, la papelera más viral de Zaragoza que triunfa en redes con su naturalidad y cercanía
- Vota aquí a los nominados a los Premios Aragoneses del Año 2025
- El nombre de niña (y de cantante) de solo tres letras que está de moda en Aragón