25 años de la llegada de Labordeta al Congreso: "Todos los días, todo el rato, nos dicen que hace falta otro como él"
Se cumple un cuarto de siglo de la llegada a la Cámara Baja del político de CHA. Su familia cree que «no entendería» la política actual, la guerra en Gaza y el retroceso de Trump

Labordeta celebra el escaño conseguido, en marzo del 2000. / EFE

Tal día como hoy hace veinticinco años José Antonio Labordeta entraba por primera vez en el Congreso de los Diputados y se estrenaba como parlamentario de Chunta Aragonesista en las Cortes generales. Fue en la legislatura que sería recordada como la de la mayoría absoluta del PP de José María Aznar, la guerra de Irak y el desastre ecológico del Prestige. También fue la legislatura del sonoro «¡A la mierda!» de Labordeta a la bancada del PP, que congregó en tres palabras el malestar de una parte de la sociedad española que se sentía ignorada y maltratada por el gobierno de la derecha y sus decisiones políticas.
José Antonio Labordeta llevó las reivindicaciones aragonesistas de izquierdas al Congreso en una legislatura compleja, y repetiría después su triunfo electoral en 2004, con la victoria del PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero, en un mandato en el que su voz sí que fue escuchada. Un cuarto de siglo después, sus hijas Ángela y Paula Labordeta, y su viuda, Juana de Grandes, recuerdan qué supuso para la familia el salto a la política nacional del cantautor, escritor y profesor que llevó la voz de Aragón al hemiciclo de la carrera de San Jerónimo.

Primer día en el Congreso con la icónica corbata de Agustín Ibarrola que luego portaron sus sucesores. / EL PERIÓDICO
«Después de toda su trayectoria, no fue una sorpresa su salto a la política nacional. José Antonio vivía la política muy, muy desde dentro. Desde que le conocí, y éramos muy jóvenes, era un hombre político. Tanto como su padre», recuerda Juana de Grandes, esta semana, en la sede de la fundación que mantiene su legado, en la calle Mariano Barbasán de Zaragoza. «Primero, fue elegido diputado en las Cortes de Aragón, pero compañeros de Chunta como Azucena Lozano le insistían para que diera el paso al Congreso. Al final dijo que sí. La primera vez no salió y, la segunda, con 65 años y poco después de que nacieran sus dos nietas, marchó con ilusión, aunque luego se desilusionara por la mayoría absoluta de Aznar que no le permitía hacer nada por Aragón», añade su hija Ángela.
Aragón entra en el hemiciclo
En esas dos legislaturas que Labordeta pasó en Madrid (2000-2008) convivió con su hija menor, Paula, que cree que su padre acabó en el Congreso empujado por su «curiosidad». «Se fue a Madrid porque él es muy curioso: todo lo nuevo le gustaba. Por eso no fue solo una cosa, sino muchas. Creo que la etapa del Congreso la disfrutó mucho, hizo buenos amigos, y Madrid se quedó como una de sus ciudades de referencia», añade Paula, que recuerda con cariño aquellas tardes en las que, tras un pleno intenso, Labordeta aprovechaba para sacar a pasear a su perro, Trece, y digerir todo lo que había pasado antes de compartir una cena con su hija.

La viuda de Labordeta y sus hijas Ángela y Paula, en la Fundación Labordeta. / LAURA TRIVES
Aquella primera legislatura, recuerdan las tres, le dejó sinsabores. «A mí no me contaba las cosas que creía que no me iban a gustar», señala De Grandes, que cree que la época en la que fundó el Partido Socialista de Aragón (PSA) fue la que más disfrutó de toda su carrera política. «Pero los aragoneses somos así, y nos cargamos nuestros propios inventos», añade.
"Se fue a Madrid porque él es muy curioso: todo lo nuevo le gustaba. Por eso no fue solo una cosa, sino muchas"
En esa primera legislatura en el Congreso, reconoce Paula, si hubo algo positivo fue que «la gente comprendió que un tipo como él podía tener voz en el Congreso». Un punto y a parte fue el «¡A la mierda!» que lanzó a los diputados del PP que no le dejaban hablar, y que quedó registrado como una de las expresiones más sinceras frente al Gobierno de Aznar.
«Mucha gente le trasladó después: ‘por fin lo has dicho’», rememora Paula, que también recuerda que aquello polarizó mucho a la sociedad española. «Hasta ese momento, nunca le habían insultado por la calle, y el ‘a la mierda’ hizo que quienes estaban a favor, le admirasen aún más, y quienes estaban en contra, incluso le escupieran por la calle», añade.

Labordeta con sus nietas en la campaña de 2004. / EL PERIÓDICO
¿Y qué pensaría Labordeta de la política actual? Las tres lo tienen claro. «Se pondría enfermo con Trump, Ucrania le dolería mucho y no soportaría la guerra en Gaza», resume Juana. «Posiblemente diría que no hemos aprendido nada, le dolerían todos los retrocesos en derechos humanos que estamos viviendo como si no pasara nada», añade Ángela, que recuerda una anécdota clave. «Para decir no a la guerra de Irak, sacó el poema de su hermano Miguel Mataos», señala. Igualmente podría leerse hoy. Y lo que no ha cambiado en 25 años es que la gente sigue echando de menos a Labordeta.
«Todo el rato, todos los días, la gente nos sigue diciendo que quien mejor ha representado los intereses de Aragón fue Labordeta. Es un orgullo inmenso. Vemos que no le han olvidado, y que tienen razón: hace falta un Labordeta hoy», concluyen.
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