El efecto Trump: los científicos valoran volver a casa y abandonar EEUU
Investigadores ligados a Aragón que viven en Estados Unidos cuentan a este diario, de forma anónima por miedo a represalias, que se ha reducido la financiación a proyectos de género o cambio climático

Donald Trump abandona el Rose Garden de la Casa Blanca tras presentar las subidas de aranceles / AP
«Cada mañana nos levantamos y a ver qué hay nuevo... La sensación general tanto para los americanos como para los extranjeros es de que cada semana, o incluso cada día, las cosas cambian». Son las palabras de un investigador que está vinculado con Aragón y que desde hace diez meses trabaja en un proyecto de investigación en Estados Unidos. Pide que su historia sea anónima porque hay miedo a las represalias de Trump. «Las cosas aquí están cambiando muy rápido a nivel de investigación», cuenta a este diario.
Hace poco más dos meses que la Casa Blanca tiene un nuevo inquilino y este ha llegado en forma de «huracán». En las últimas semanas, Donald Trump ha despedido a cientos de científicos federales, cancelado cuantiosas becas y restringido fondos de investigación. Y aunque estas acciones todavía no han afectado al proyecto de este investigador, en su entorno sí hay gente que «ha visto afectada la financiación para su trabajo de un día para otro».
Que estos cambios repercutan o no, o que lo hagan en mayor o menor medida, depende en gran parte del área en la que se trabaje. «Hay sectores más afectados que otros», apunta para mencionar que algunos de los perjudicados son los relacionados con cuestiones de cambio climático.
«Trabajo en temas de hidrología, en concreto en cuestiones relacionadas con la fundición de la nieve. Esa interfaz de cambio climático es un tema delicado», comenta. El investigador cuenta que, por cuestiones laborales, está en contacto por trabajadores de la NASA o de la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica), que son «dos de los organismos que se han visto muy afectados».
Además de este, menciona «otros campos relacionados con criterios de igualdad o estudios de ciencias sociales». «Todos los proyectos que están relacionados con las desigualdades, que son estudios que se hacían mucho en Estados Unidos, están congelados y queda en duda qué va a pasar con ellos en un futuro próximo», dice.
Esta «sensación de sorpresa» es, según su experiencia, la que reina en las universidades. Y eso que, recuerda, su proyecto «no lo han tocado». Desde las universidades tratan además de darles algunas recomendaciones para ajustarse en la medida de lo posible a la situación actual. «En mi universidad hay un cargo que cada semana tiene una reunión con todos para contar cuáles son las últimas noticias y directrices de la universidad», sostiene.
El investigador explica algunas de ellas: «Nos dicen que, si tenemos dinero de financiación, que lo gastemos por si acaso, porque así no nos lo quitarán». «También recomiendan que, a la hora de pedir financiación para cualquier nuevo proyecto trabajemos mucho sobre el lenguaje que usamos», añade. Con todo, recuerda que se mueven «dentro de la incertidumbre». «Esto nos lo dicen hoy, pero hace un mes nos decían que nos olvidáramos de investigar estas áreas».
Sin ambiente de revolución
Pero el ambiente que se respira no es de «revolución». «Es delicado protestar, aunque me imagino que también es algo que depende del estado en el que estés. El mío es claramente republicano, entonces todo es más conservador en general», cuenta.
A ello se suma que, según explica, hay «un tira y afloja» con la Administración. «Hay universidades que en los últimos años han hecho más protestas y ahora son a las que más les están bloqueando la financiación -explica-. Por eso, desde estos centros quieren protestar pero temen que, de hacerlo, les corten el grifo de financiación».
Tampoco a nivel estudiantil hay movimiento, algo que achaca a una cuestión cultural. «La sociedad americana en general se queja poco», apunta. «El ambiente en el que yo me muevo es crítico con la administración, pero no pasa de conversaciones a la hora de la comida», matiza. El investigador sostiene que, además, «la gente tiene miedo porque se dice que, ante cualquier protesta, las consecuencias serán muy gordas».
Esta situación de tensión, cuenta el investigador, «hace que la gente esté más abierta a otras opciones de investigación que no sean en Estados Unidos». De hecho, él lo ve como «una oportunidad ya no solo para España, sino para toda Europa, de captar gente». «En materia de investigación en España hemos pecado un poco de dar menos dinero del que deberíamos, e igual es el momento de dar un paso adelante», apunta.
Su decisión de irse fue porque en Estados Unidos hay «varios grupos potentes» de investigación de su área. «Salió la oportunidad y decidí que era el momento», cuenta. Pero el escenario actual no cambiará su situación, ya que él está con un proyecto de investigación durante un plazo específico de dos años. «Hace meses planteamos alargar un poco la estancia, aunque sea un año más, pero en cualquier caso el plan a medio largo-plazo es volver a Europa y, a ser posible a España. Ese sería el plan ideal», destaca. Lo que hará por el momento será «adaptarse semana a semana».
Miedo e incertidumbre en el aire
Son muchos los científicos que afirman que ahora mismo en los centros de investigación de Estados Unidos se respira miedo, incertidumbre y, en general, un aire de tensión. Especialmente entre investigadores de origen migrante, que suponen un 20% de los contratados y hasta un 43% del cuerpo estudiantil. También hay temor entre los pertenecientes a alguna minoría.
Y es esta «incertidumbre» la que también vive un investigador mexicano que vivió unos años de su vida en Zaragoza y que también solicita mantenerse en el anonimato para prevenir posibles consecuencias. «Lees noticias de extranjeros que dan su visión... A un conocido mío le quitaron la VISA por unos memes en contra de Trump», recuerda. Según cuenta, desde el departamento de la universidad les han llegado correos en los que se recomienda que, si están fuera del país, vuelvan cuanto antes porque «no se sabe si hay problemas para dejar pasar a la gente».
Su historia es la de un investigador que hace seis meses se mudó de España a Estados Unidos principalmente «por motivos familiares». También influyó la financiación para los proyectos de investigación, que es mayor en América. «En España la investigación funciona algo diferente», explica el investigador, que cuenta que muchas veces hay que salir de España para investigar y obtener una experiencia que luego permita obtener estabilidad y financiación en el país.
Aunque su proyecto no se ha visto perjudicado directamente, sí afirma que «tristemente, la financiación se está reduciendo. «Muchas de las ayudas que reciben nuestros jefes viene del departamento de Energía, pero probablemente en algunas otras dependencias gubernamentales estén siendo más estrictos con los rectores». Y cuenta de primera mano lo que le ha llegado de sus compañeros: «Algunos han dicho que la Administración no iba a financiar ya estudios de género porque no importan».
También él hace referencia a la importancia del lenguaje. «Uno como investigador debe saber vender su trabajo. Yo me dedico a proyectos relacionados con los biocombustibles y relacionado con ello está el cambio climático. La administración no quiere saber de ello, y nos dicen que lo vendamos de otra manera», cuenta. Y lo ejemplifica: «Se dice eficiencia energética, optimización...».
El investigador afirma que también «se siente incertidumbre por los alumnos que hacen la tesis doctoral y la licenciatura».
Por eso, su pareja y él todavía no han decidido si se quedarán en Estados Unidos o no. «Estamos pensando que podíamos regresar.», comenta. Su decisión ya no dependerá tanto «del nivel en el que se apoya la investigación» sino «también del nivel de calidad de vida». «En España aprendí que trabajamos para vivir y no vivimos para trabajar. En Estados Unidos no existe esa cultura», afirma.
Varias estancias en Estados Unidos
Quien conoce en profundidad los hábitos americanos es un investigador que es profesor de la Universidad de Zaragoza y que ha hecho estancias breves en EEUU en varias ocasiones. Ahora lleva tres meses allí gracias a una beca financiada por el campus público aragonés.
Es precisamente por esto por lo que su proyecto, relacionado con la informática, no se ha visto afectado por la situación política. «Han llegado correos de recortes en investigación de distintos ámbitos», apunta, y subraya: «Nos han dicho abiertamente que han recortado dinero y que ha habido contrataciones que se han congelado».
Con todo, señala que investigar en Estados Unidos «es una oportunidad increíble». «El ritmo de trabajo y el tipo de proyecto que se hace aquí es alucinante», destaca. Por eso subraya que el país no debe centrarse ahora en hacer planes específicos para atraer a investigadores que decidan marcharse de EEUU, sino en «tener mecanismos de forma continuada». «No se trata de atraer a gente que ahora quiera volver, sino de que hay gente que se ha quedado aquí porque hace años no pudo volver. Esto tendría que haber estado antes», subraya, y reivindica que «todo el mundo en España tenga acceso a una carrera estable, en condiciones y comparable a lo que se ofrece en otros lugares».
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