Semana Santa: el Príncipe Felipe retumba con la emoción de los pequeños cofrades

Unos 760 niños participan en la Exaltación Infantil de Instrumentos de la Semana de Zaragoza, que alcanza su edición número 32

El Periódico de Aragón

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Zaragoza

Un año más, el pabellón Príncipe Felipe ha acogido este sábado una jornada cargada de emoción con la edición número 32 de la Exaltación Infantil de los Instrumentos de la Semana Santa. El acto, que marca el preludio de la tradicional celebración que comienza con el Domingo de Ramos, contó con la participación de alrededor de 760 niños de hasta una veintena de cofradías y hermandades de la ciudad.  

Los nervios iniciales se transformaron en orgullo y satisfacción cuando el sonido de los tambores comenzó a retumbar en el pabellón. Las largas horas de ensayo dieron sus frutos, y los pequeños cofrades, con edades de hasta 17 años, ofrecieron actuaciones de alrededor de cinco minutos llenas de pasión y dedicación.  

En las gradas un público entregado animaba a los más pequeños de la casa, en algunos caos con globos de los colores de su cofradía. Familias enteras (padres, abuelos, hermanos, primos y amigos) ovacionaron el esfuerzo de los niños, combinando aplausos emocionados con los sepulcrales silencios que exige la solemnidad de la música procesional. 

Nervios y orgullo

Muchos de estos pequeños era la primera vez que tocaban ante el público, al que deleitaron con la marcha ensayada en las semanas previas. Algunos no pudieron dormir la siesta de los nervios, aseguraba el padre de uno de los niños. A pesa de ello, la experiencia mereció la pena como se podía ver en sus caras tras recoger el diploma acreditativo de su participación.

La afición es herencia familiar y sus allegados no pudieron ocultar el orgullo de ver cómo las nuevas generaciones mantienen viva la tradición de la Semana Santa zaragozana.

La melodía estuvo marcada por cientos de tambores, bombos, matracas y carracas, con un repertorio basado en marchas procesionales, aunque también hubo espacio para estrenos y ritmos sorprendentes. A diferencia del concurso de adultos, aquí no hubo competición: todos los participantes recibieron un detalle por su participación, reforzando el espíritu de unión y tradición.

Los participantes, con un límite de edad de 17 años (no lo hay por debajo) dieron lo mejor de sí mismos en actuaciones de alrededor de cinco minutos, aunque con la tranquilidad de saber que en esta ocasión nadie les iba a poner nota, ya que en la exaltación no hay concurso. Todos acaban ganado porque, como dice la célebre frase deportiva, lo importante es participar.

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